La última jornada del Zinemaldia trajo con ella una inevitable oleada de nostalgia. El festival no pudo acabar mejor para vuestro redactor, Parthenope (2024), el nuevo trabajo de Paolo Sorrentino es uno de esos que se hacen grandes conforme pasan las horas después del visionado. El lirismo de sus imágenes está en esta película llevado a su máximo exponente. Su gran tema, la ciudad napolitana y su extraña relación con la belleza son en Parthenope explotados sin ningún tipo de pudor. Tanto que quizá para algunos el napolitano pueda parecer una parodia de sí mismo. No lo niego, es posible, pero lo cierto es que su estilo tan depurado y la forma en la que sus imágenes hablan de la belleza, me cautivan. Puede que sea un señor italiano con todo lo que eso conlleva, pero es nuestro señor italiano. Y sus reflexiones cada vez son más maduras. En Parthenope encontramos un personaje lleno de aristas, lejos de las criticadas femmes fatales italianas que podemos encontrar en alguno de sus anteriores trabajos, igualmente excepcionales.
El contrapunto lo puso la sesión sorpresa de este año. La nueva entrega del Joker de Todd Phillips, Joker Folie á deux (2024) es un despropósito del que sólo se salvan los primeros 5 minutos, con una escena de animación bastante maja. Las siguientes dos horas se hacen eternas, un vaivén de canciones sin gracia ni peso narrativo que no sacan el potencial de Lady Gaga como cantante —porque como actriz es limitado—. Una película que apenas lanza dos ideas y las hace dar vueltas una y otra vez. Quizá lo peor del festival. Sin embargo, la tarde tuvo un único nombre. El de Albert Serra. El catalán se llevó una más que merecida aunque algo imprevista Concha de Oro. Esto no puede hacerme más feliz. Es el reconocimiento que hace que otro tipo de cine pueda hacerse y esté vivo. Un cine que demanda al espectador. Pero un cine que devuelve con creces. Un cine que no toma por tonto y que no tiene miedo de entrar en debate, de ser ambiguo, de contener multitudes. Eso es Tardes de soledad (2024), la fuerza de la imagen sobre todo lo demás. Este Zinemaldia ganó el cine.
Haciendo un repaso al resto del palmarés, ha habido algunas sorpresas, gratas y no tanto en lo personal. La Concha de Plata a mejor interpretación protagonista para Patricia López Arnaiz por Los destellos es un acierto. Una película con una dirección de actores excepcional. También una alegría la respectiva Concha de Plata por actor de reparto a Pierre Lottin por When fall is coming, interpretación que levanta la película de Ozon casi por completo. No tan de acuerdo con el premio a la película por su guion. Un guion fácil y que peca para mi gusto de ser algo ‘sensiblón’. Y muchísima expectación por los premios de las secciones Horizontes Latinos y Zabaltegi. El jockey (2024) y Aprili (2024) son películas que no hemos podido ver. Sus programaciones solapaban otras y dejaban que desear, siendo la de la segunda únicamente durante los dos días finales de festival. Pero prometen ser estrenos de los que estar pendientes.
Más allá de premiados —justos o no— me parece mucho más curioso haber tenido la oportunidad de ver la industria funcionar desde dentro. No me gusta todo lo que veo. Me gustaría que algunas cosas no funcionasen así. Me gustaría tener tiempo de digerir las películas que veo, que remuevan en mí, que ocupen mi memoria. Eso no puede pasar con la ametralladora cantidad de estrenos y con el trabajo de crítico actual, que parece basarse más bien en decir lo más rápido posible si la película es buena o no. En dar tu juicio por encima de todo. ¡Dejad que las películas hablen! Ellas saben mucho mejor qué decir que nosotros. Aunque esto suene hipócrita viniendo de un cronista, me parece algo sobre lo que la industria y el mundo de la crítica debería reflexionar.
En definitiva, ha sido un festival de películas divisorias. En pocas salíamos compartiendo opiniones entre los acreditados, y en pocas las opiniones serán unánimes entre el público. Y eso me gusta. Eso hace al cine en salas estar muy vivo. Y las grandes películas de este festival son películas de sala. Sobre todo La Sustancia (2024) y Megalópolis (2024). Os animo encarecidamente a no hacerme caso en lo que digo, a disfrutarlas con la mirada más pura posible y a que mis palabras solo os alienten a ello.
Dicho esto, y aunque no me gusten los artículos con “lo mejor de…“ os animo encarecidamente a seguir estas películas: la india y gran premio de Cannes All we imagine as light (2024), el mediometraje ‘godardiano’ de Carax en C’est pas moi (2024), el nostálgico relato Z de Jane Schoenbraum en I saw the TV glow (2024), el surrealismo de Andrea Arnold en Bird o el tono entre Schroader y Sorrentino de Conclave (2024). Además de los nuevos trabajos de los dos citados directores: la metafuncional y milimétrica Oh Canadá (2024) y la extrañamente bella Parthenope (2024). Sin más que decir, tan sólo destacar que ha sido un placer cubrir este festival para Discordia Magazine y espero que me leáis en lo que escribiré sobre las que más me han gustado.