Si por las inciertas circunstancias que nos rodean podemos considerar el año 2020 como el “año sin primavera”, el año 1816 fue el “año sin verano”; una serie de anomalías climáticas, provocadas en parte por una serie de erupciones volcánicas, provocaron en 1816 una gran bajada de las temperaturas que arrebató el verano a los escritores que descansaban de la Villa Diodati, en Suiza: Mary Shelley, Lord Byron, John Polidori y los otros veraneantes frustrados decidieron hacer de la necesidad una virtud e invertir esas horas en casa para contarse historias de terror. De esos relatos, surgieron obras como Frankenstein (Mary Shelley) y El Vampiro (Lord Byron), un relato corto que inspiraría más tarde a Bram Stoker.

Cuando contamos con la voluptuosidad y el exotismo del mundo exterior, concebimos el arte como un aderezo a la vida, como un elixir para evadirnos de lo realmente importante. Sin embargo, cuando el mundo exterior se repliega, el arte muestra su verdadera naturaleza y se revela con la auténtica fuerza que posee; ningún paisaje cuenta con el poder de evocación que tiene el arte, que realmente no funciona más que como un repetidor emocional que te transmite las lágrimas, las cicatrices y los secretos que el artista ha conjugado para armar su quimera. Si estos días no podéis salir al mundo, dejad que el mundo salga de vosotros a través de la pluma y el papel.

En esta segunda visita a la Vitrina Literaria, tanto Isabel Fuente Ortega como Raquel Romero Jiménez-Ortiz nos darán acceso a su mundo interior a través de sus poemas. Además, Claudia Calvo Martín nos alejará cronológicamente de estos tiempos monótonos para transportarnos hasta un futuro lejano en el que el coronavirus es la última de las preocupaciones de la raza humana.


Cambia la incertidumbre – Isabel Fuente

cambia la incertidumbre.
a dónde íbamos antes,
el futuro, incierto,
siempre preguntándonos
si este era el camino correcto.
mas ahora
parece que no hay camino;
si lo hay, no podemos recorrerlo.
el tiempo, parado,
el mundo, acelerado,
se colapsan las salidas,
los sueños, los supermercados,
el papel higiénico
se ha convertido
en nuestro bien más preciado.
en casa confinados,
¿nos volveremos locos?
alzaremos la vista
o nos enterraremos en el móvil,
entre ratones y teclados:
qué irónico
que nos unamos cuando
no podemos vernos,
cuando estamos separados.

Fotografía de Ikram Shaari
Fotografía de Ikram Shaari

Podéis seguir y leer a Isabel en su blog lareinadediamantes o en su perfil de Instagram @lizzyoftarth.


Perdonad a los humanos – Claudia Calvo

–La raza humana entró en decadencia en aquellos tiempos, aproximadamente en el año 2030 —explicó la profesora a sus alumnos, que estaban inmersos en sus palabras. Les brillaban los ojos de curiosidad y los movimientos insistentes de sus colas expresaban avidez por aprender más de aquello— Primero, hubo una enfermedad y muchos de ellos murieron. Los que no lo hicieron, perdieron la capacidad de hablar. A medida que pasaba el tiempo, fueron incapaces de andar a dos patas como solían hacer y… –¡Venga ya, profe! No me creo que los humanos hayan andado nunca a dos patas como nosotros, ¡¿y también hablaban?! ¡Imposible! —exclamó uno de los aprendices, dando un salto en el sitio e irguiendo las orejas.
La profesora sonrió ante la incredulidad del estudiante. A decir verdad sí que resultaba muy difícil pensar que los humanos fueran tan similares a ellos antiguamente. Nada tenían que ver con las insignificantes criaturas que ahora conocían como “raza humana”.
–Ya sabes que los profesores siempre decimos la verdad, Hugo. Se han encontrado huesos de humanos que vivieron antes de su extinción como especie dominante. Observa. —contestó amablemente la maestra, cogiendo un libro llamado “Arqueología del ser humano”. Lo abrió y se acercó hasta la mesa de Hugo. Al ver la fotografía que ilustraba la primera página, el pequeño abrió la boca sorprendido y asintió con convicción.

–Como iba diciendo… los humanos sufrieron una pérdida progresiva de su capacidad de andar erguidos hasta que finalmente se vieron obligados a andar a cuatro patas. Es entonces cuando nosotros ascendimos en la jerarquía. Tomamos la justicia por nuestra mano —la profesora miró entonces al fondo del aula, donde el alumno más revoltoso de la clase se encontraba levantando la pata para intervenir— ¿Sí, Julio? ¿Qué quieres?
–Solo quiero añadir que los humanos se merecían pagar por todo lo que nos hicieron durante milenios… —dijo él, con un encogimiento de hombros. Acto seguido se dirigió a sus compañeros— ¿sabíais que los humanos se vestían con nuestras pieles? ¿Que nos trataban como juguetes que maltratar o abandonar? ¿Que se llenaban las tripas con nuestra carne sin ningún remordimiento? ¿Que experimentaban con nosotros? Yo diría que se hizo justicia demasiado tarde.
–Sí, ciertamente tienes razón, Julio. Pero…
–¡Jo, profe! Se me hace muy raro pensar que mi humana Kika pudiera hacerme daño, se la ve tan inofensiva… —dijo la más pequeña de la clase, con cara de susto. Hacía ya muchos años que se promulgó la ley que permitía tener humanos como mascota, pero eran pocos los que se atrevían a acoger a uno.
–Chloe, sinceramente no sé cómo eres capaz de tener un bicho de esos en casa. Profe, si yo tuviera un humano no duraría más de dos días, iría directo a la sartén, ¡con lo ricos que están a la barbacoa! —comentó el compañero de Chloe, dándola amistosamente en el hombro con su pezuña. –Si fueron tan malos desde luego que se merecen todo lo que les pasa ahora. Incluso eso que todo el mundo critica ahora: la homomaquia. Yo incluso lo encuentro entretenido. Mi abuelo siempre me lleva en vacaciones a la plaza de humanos del pueblo y nos divertimos mucho —dijo Antonio desde el fondo del aula, encogiéndose de hombros.

–Además son muy útiles en invierno, cuando hace frío los abrigos de piel humana son los que más abrigan, ¿verdad? El otro día en el centro comercial vi un abrigo de pelo humano precioso—añadió Carolina, con ojos soñadores. Ella siempre había sido una gran apasionada de la moda humanística.
Todos los niños comenzaron a hablar a la vez, opinando y contando historietas suyas.
–Shh, vale niños, basta ya. Faltan unos minutos para que termine la clase y me gustaría concluir la lección con una reflexión que quiero que hagáis todos: ¿No creéis que si hacemos todo lo que ellos hicieron con nosotros en el pasado nos convertiremos en lo que odiamos? Soy la primera que ha recordado con rencor todo el daño que nos infligieron, pero tampoco creo que repetir la Historia sea una buena opción. Ellos estuvieron a punto de destruir por completo el planeta, y nosotros estamos siguiendo sus pasos. La naturaleza nos dio la oportunidad de enmendar los errores que los humanos cometieron, y la estamos fallando. Tenemos que aprender a olvidar y perdonar si realmente queremos ser mejores que los antiguos humanos. Debemos cuidarlos y protegerlos aunque ellos nunca lo hicieron con nosotros. Es hora de avanzar.
Ni siquiera Julio se atrevió a rebatir las palabras de la profesora. El silencio se apoderó de la clase y ninguno de los alumnos abrió la boca hasta que sonó el timbre que indicaba el fin de la jornada escolar.
Aquella noche se pudieron oír en algunas casas las siguientes palabras:
“Mamá, desde ahora voy a sacar más de paseo a Kika”
“Papá, ya no pienso comer nunca más chuletas de humano”
“Abuelo, no quiero que volvamos a ir a ver la humanomaquia al pueblo”
“Voy a tirar todos mis abrigos de pelo humano”

Puedes leer y seguir a Claudia en su cuenta de Instagram: @bloodstrxm.


Alma de artista – Raquel Romero

Yo no nací artista.
No porque no me educaran para serlo,
sino porque a día de hoy
sigo sin considerarme una de ellos.

No poseo la habilidad musical
de un auténtico pianista
ni mi usado pincel
baila la misma melodía que mi cabeza.

No tengo esa inquietante facilidad
con la que suelen enamorar
a cualquiera que se encuentre entre su público
ni el desparpajo típico
a la hora de comunicar sus pensamientos.
Yo no nací hablando.
No porque no me educaran para hacerlo,
sino porque a día de hoy
sigo sin ser capaz de expresar lo que siento
a través de las palabras.

Por eso pinto.
Y ahí es cuando empiezo a confundir
y comienzan a llamarme artista.
Y me hierve la sangre
porque sé que no lo soy
pero ojalá lo fuera.

Ojalá no necesitara cientos de folios
para evadirme de esta cruel realidad que nos rodea.
Ojalá no sintiera de esta manera tan desgarradora
que pocos son capaces de comprender.

Porque para mí una mirada
supone mucho más que un cruce,
mucho más que un saludo
o una simple despedida.

Para mí mantener la mirada
es encontrarme ante alguien
que merece la pena conocer.
Alguien que puede cambiar lo que pienso,
que puede hacerme sentir cosas nuevas
que puede hacerme descubrir,
renacer.

Me he cruzado con pocas miradas así
pero he dibujado todas y cada una de ellas.
Salvo una.
¿A qué espero? Te preguntarás.
Simplemente, a que ella quiera girar la cabeza.

Fotografía de Marko Blazevic
Fotografía de Marko Blazevic

Puedes leer a Raquel en su cuenta de Instagram: @bluefever6.


Aquí concluye la Vitrina literaria de marzo. Recuerda que si quieres que publiquemos alguno de tus relatos o poemas, no tienes más que rellenar el formulario en el apartado Colabora o escribir un e-mail a discordiamagazine@gmail.com.

Un pensamiento en “Vitrina literaria: MARZO 2020 (II)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Perfiles en Redes Sociales