Bruno Alves es un artista y compositor nacido en Uruguay y residente en Alcalá de Henares que saltó a la fama después de su paso por la última edición de Operación Triunfo. Seis meses después del final del programa, Bruno se encuentra en su mejor momento, tras el lanzamiento de tres exitosos singles y de una serie de conciertos en estos inciertos tiempos de pandemia.
El artista cerrará el año con un concierto íntimo en la sala Vesta el día 30 de diciembre, en el que sacará a relucir su estilo lleno de influencias y su lado más próximo a la música de cantautor. En Discordia hemos tenido la oportunidad de conversar con él unos días antes de este encuentro, y os presentamos a continuación una selección de los momentos más interesantes de la conversación. Puedes escuchar la entrevista completa en nuestro Ivoox o leerla en esta entrada, a través de la contraseña “Bruno”.
Muchas gracias por estar aquí hoy con nosotros. Vas a dar un concierto el día 30. Siendo el año que ha sido, con todo lo que ha pasado… ¿Cómo te sientes al tener la oportunidad de poder dar un concierto en una época que ha sido tan difícil sobre todo para el espectáculo y para la música en directo?
Muchas gracias por invitarme, para mí es un placer estar aquí. Con respecto a la pregunta, me siento muy afortunado, la verdad. No tengo otra palabra, porque, como has dicho tú, está siendo un año muy complicado para toda la industria de la cultura, y ser de esos pocos afortunados que pueden hacer cosas en directo es un placer, un orgullo y a su vez una responsabilidad también, ¿no? (risas). La gente va a ir al concierto, y yo voy a estar dando todo lo que tengo y más para que disfruten y que les valga la pena haberse comprado la entrada y estar ahí apoyando la cultura, que sabemos que es un sector que está sufriendo especialmente con todo este tema.
¿Y qué es lo que se va a encontrar la gente que vaya a tu concierto el día 30?
Pues se va a encontrar, sobre todo, con mucha verdad, que creo que hoy en día se agradece: ver a una persona tal cual entregando lo que siente en sus canciones. Yo creo que la gente, en los conciertos que hemos hecho en Valencia, en la sala El Volander y demás, se sorprendió un montón de verme en el concurso, en Operación Triunfo, y de repente verme ahí en directo, que son cosas completamente distintas. Al final el concurso es un diez por ciento de lo que es luego el artista. Estoy muy contento porque los resultados están siendo muy positivos, hablando de los sold outs de Valencia. Ya para Madrid quedan muy poquitas entradas también, o sea que esperamos también poder hacer un sold out. En plena pandemia imagínate… (risas) Es una gran responsabilidad.
Has mencionado que vas a ofrecer sobre todo algo real, algo verdadero. ¿Crees que ahora en el ámbito de los conciertos falta eso, realidad y sinceridad?
Yo creo que el problema que estamos viviendo actualmente en la música es a la vez una ventaja y un problema. El hecho de tener tanto acceso a tanta música es como una ventaja, porque de repente puedes tener mucho, pero luego ves cosas que merecerían más reconocimiento y más escuchas pero que se quedan un poco como en el olvido.
A mí me pasa con un montón de grupos. Escucho música de todo tipo, y de repente descubro un grupo, de esas veces cuando te pones el aleatorio de Spotify y piensas “venga, sorpréndeme con lo que sea”. Y de repente lo escuchas y lo vas a mirar y ves 1.500 oyentes mensuales, y piensas: “Madre mía, si esto es una pasada. ¿Cómo es posible esto?”. Y luego se le está dando mucho valor a los números, en general. Realmente parece que eres buen artista o mal artista según los números que tengas, y no tendría por qué ser así jamás. Al final el arte y la cultura tienen que ir de la mano con las emociones, entonces un artista es bueno o malo dependiendo de si te emociona o no, o si te transmite algo, o si te dice algo, o si te enfada…
Tiene que haber algo que vaya más allá, que no sean única y exclusivamente unos simples números de unas plataformas o redes sociales. Sí, están bien. Yo tampoco me puedo quejar: tengo buenos números, tengo muchos seguidores. Me siento afortunado también por eso. Pero creo que al final se está haciendo un poco música por números y así pasa. De repente salen canciones que dices: “Esto es una maravilla” y ves que los números no acompañan. Lo habitual tendría que ser lo contrario: las canciones que son buenas son buenas, tengan números o no.
Vamos a hablar ya de tu música. Tu primer sencillo, Fugitivos, fue producido por Rayden, que ahora mismo dentro de España es uno de los artistas más reconocidos. Últimamente la figura del productor se está empezando a tener más en cuenta, con todo el estallido de la música urbana. La gente que está fuera de la industria no valoraba tanto el papel que tiene el productor, aunque ahora si esté empezando a hacer. ¿Qué crees que ha aportado Rayden a tu single?
Yo creo que Rayden aportó la combinación que yo quería hacer con mi música. A mí me gusta tocar varios estilos, tocar varios palos e investigar un poco con la música. Al final yo soy un cantautor al uso también, yo compongo con mi guitarra, con mi libreta delante o con el IPad. Una guitarra y una letra: nacen de ahí las canciones. La figura del productor en mi música es muy importante porque realmente lo que me desmarca un poco son las producciones. Porque sí, puede tener una buena letra, que la armonía sea bonita, que encaje y demás… Pero las producciones son un poco lo que me saca. Si escuchas Ni una vez más en acústico y de repente la producción de GARABATTO, y cuando escuchas Fugitivos en acústico y después la producción de Rayden es igual. De repente piensas: “Madre mía, es que es una canción”.
Cuando yo tuve la oportunidad de poder trabajar de la mano de productores sin tener que ver con el concurso, yo a GARABATTO lo puse como un featuring, porque de verdad es otra canción (risas): escuchas Ni una vez más tal y como yo la quería, con esos sonidos electrónicos, con esa potencia. Yo creo que sí, hay que darle mucho valor a la figura del productor.
En alguna ocasión también has dicho que en Operación Triunfo, entre otras cosas, te diste cuenta de que se te da bien componer. ¿Te has planteado alguna vez componer para otras personas?
Sí, a mí me encantaría componer para otra gente. De hecho ya estoy haciendo cosas para otra gente. La verdad es que es un placer. Me gusta mucho porque de repente descubrí que al final la empatía juega un papel bastante vital a la hora de la composición, y cuando te pones a componer con más gente es como ponerte en la piel de otra persona, de alguna manera u otra, y ayudarle a contar una verdad que es suya pero que al final tú te la llevas un poco a tu terreno. Pasa por tu procesador, digamos. Y luego das un producto. Tener esa capacidad de sentir un poco y adaptarse, y ver qué quiere contar esa persona, y luego darle tú una forma que al final sí o sí tiene cosas tuyas, porque lo estás haciendo tú, pero intentando desligarte lo máximo posible para que sea lo más real a lo que esa persona quiere contar. La verdad es que es súper divertido. A mí me encanta. Las poquitas cosas que he ido haciendo para otra gente, poner una letra, hacer las armonías o lo que sea… Me gusta mucho. Es un trabajo que me divierte y que me aporta un montón. Me encantaría poder seguir haciéndolo. Y cada vez más y más.
Ahora el espectáculo prima mucho. Es lo que hablábamos al principio: es muy importante estar en el escenario y saber moverte. ¿Crees que la figura del intérprete ha desplazado un poco a la del autor?
No lo sé. Sí que hay veces que la figura del compositor se queda como en un segundo plano. Pero en las cosas que yo estoy haciendo sí que he recibido un reconocimiento o un agradecimiento por esa ayuda, y eso mola. El intérprete, por supuesto, tiene un valor fundamental. En mi caso, compongo para que las canciones se canten y se hagan. Entonces me da un poco igual si soy yo o si es otra persona que justo quiere contar eso y quiere hacerlo de esta manera. Es un poco hacer un ejercicio de saber soltar y de saber dejar ir. Es un poco lo que nos pasa a los compositores. Cuando haces una canción piensas: “Por fin mi canción, ¡ya la tengo! ¿Ahora que hago con ella?”. Bueno, si es una canción y tú quieres que se escuche y que sea cantada lo ideal es también soltarla a veces y decir: “Venga, pues que la cante otra persona”. A mí me ha pasado a veces que termino una canción y digo: “¿Qué he hecho yo componiendo esto? No es para mí”. De repente acabas la canción y está guay, te gusta pero dices: “No me veo cantándola. Me ha encantado componerla y hacerla pero no me veo yo interpretando mi propia canción”, por ejemplo. A veces me ha pasado. (risas)
Aparte de componer, cantar, tocar la guitarra y el piano, en tu formación musical está muy presente la percusión. Por ejemplo, estás en el grupo TOOMPAK y se nota la importancia que le das a la percusión por ejemplo con las palmas en Fugitivos o con la participación de tu grupo en el videoclip de Ni una vez más. ¿Qué papel va a jugar la percusión en la canciones que están por venir?
Yo creo que mucho. Al final yo tengo, quiera o no, de manera subconsciente cuando compongo pienso muchísimo en el ritmo, porque me nace así. Yo creo que son dos facetas que se combinan bastante bien, por suerte. Ahora estamos trabajando en un espectáculo que estrenamos en febrero, que es una coproducción con Yllana y que está genial. Ahí lo dejo también para quien le guste el teatro y se quiera acercar a verlo. Pero es eso: son dos facetas que se combinan bastante bien porque al final tengo facilidad a la hora de hacer melodías.
El otro día lo hablaba con otros compañeros: hay como muchas frases dentro de mis canciones como que cuesta un poco encajarlas, y te quedas como diciendo: “¿y como ha hecho para encajar en este huequito algo de tanta duración?”. Creo que de manera intrínseca a la hora de hacer las melodías y las letras, cuando yo hago la subdivisión de mi propia melodía utilizo mucho la percusión. Lo quiera o no, tengo esa facilidad para buscarme la vida y que todo encaje y entre bien. Va a tener mucho peso en mis singles, y en el posible disco que venga detrás también.
Ahora en las canciones de reggaetón o en las canciones de pop más comercial se están utilizando muchos beats y cajas de ritmos preprogramadas. ¿Crees que se está perdiendo un poco el uso de la percusión más artesanal? ¿La idea de que una persona esté detrás tocando la batería, por ejemplo?
Mira, yo consideraba que sí. Yo era un poco partidario del buen hacer artesano y tal… Y todos los prejuicios se me quitaron al currar con GARABATTO. GARABATTO lo produce todo en su estudio. Grabamos una guitarra que está más como de fondo, prácticamente no sale en Ni una vez más. Y me di cuenta de que él que es electrónico es un completo artesano (risas). En el sentido de que es como “vale, pues cogemos este sonido de caja, este sonido de bombo, creo yo el loop…”. Dentro de todas las locuras que hicimos, no sé si fueron setenta y pico pistas o algo así. Es una barbaridad. Él también estudió producción, tiene el superior del Conservatorio de Percusión. Y claro, a mí que me encantan los soniditos y los ruiditos también… Pues imagínate: “No, no. Mételo en la cuarta semicorchea del tercer compás que haga que…”
Yo creo que es igual, que se tienen que compaginar. Esto es una realidad. El reggaetón al final tiene una complejidad y una facilidad a la hora de componer, que es que se usa siempre el mismo beat, el mismo ritmo. Entonces lo difícil es hacer algo que suene relativamente distinto a algo que ya se está haciendo y que lo hacen absolutamente todos. La música más complicada de hacer bien es precisamente la más sencilla: con los mismos cuatro acordes y con el mismo beat haz algo que suene diferente. Pues te rompes la cabeza tratando de hacer algo. Luego te pones y dices: “venga, pues hacemos una jam de jazz y lo que salga lo grabamos”, y ya está. Sabes que ninguna de las notas que estés dando van a ser repetidas. Al final es hasta más fácil en el sentido de hacer algo original. Entonces yo creo que sí, el problema con esto es eso, que es siempre el mismo beat. Entonces ahí a lo mejor se peca un poco de coger loops y de coger cosas así. No está mal tampoco, si es algo que funciona y a la gente le gusta, es algo que tiene su mercado. Es prácticamente lo más potente que hay ahora mismo en la música. Entonces tampoco es fácil de decir ahora: “pues vamos a llevar la contraria al reggaetón”. No. El reggaetón está ahí y ha venido para quedarse. También creo que ha habido una evolución en el género. Escuchas las primeras cosas que se hacían de reggaetón y dices “madre mía” (risas). Todo va evolucionando y va cambiando, y llegaremos a un momento en que tengamos también un reggaetón súper potente y extremadamente original, con acordes de séptimas y novenas y terceras (risas). Y habrá ahí un jazzeton o algo así.
¿Nos puedes adelantar alguna futura colaboración que tengas ya planeada?
Ahora mismo hay tres colaboraciones: una de la que todavía no se puede decir nada. Estamos pendiente de una con Arkano y otra con Funambulista. Tenemos muchísimas ganas de poder sacar eso. Estamos buscando huecos para poder empezar con las producciones.
En Operación Triunfo hubo una charla sobre feminismo en la que hiciste mención a la relación que hay entre el feminismo y el socialismo. ¿No te preocupa posicionarte públicamente con alguna postura política y que alguna parte del público se aleje?
Volvemos un poco a la pregunta en la que hablábamos del prejuicio hacia un concurso [la puedes leer aquí]. Es más o menos lo mismo. Sin más. No es como una postura política de “sí” o “no”. Yo soy más afín a una serie de ideas que en este momento defiende una tribu. Defienden una serie de ideas con las cuales yo me siento identificado y con las cuales yo creo que las cosas serían mejores. Tampoco sigo un dogma férreo a nivel político. Por ejemplo, sí creo que la política es súper importante. Por ejemplo, yo cuando estoy en una mesa y se empieza a hablar de política y te dicen: “No, no hables de política porque tal…”. No. Habla de política “porque tal”. Se supone que es un gobierno, una serie de dirigente, de personas y de élites. Y hay que tener un poco de conciencia.
Y yo creo que con la política que se está haciendo actual, desde cualquier lado, mirando al cómputo global de política, me parece que al final se está consiguiendo que la gente pase de política. Que no se quiera implicar y que no quiera hacer nada. Se está consiguiendo un alejamiento de todo lo que era la política, y de cómo nace en Grecia como la representación del pueblo. Se está perdiendo. Yo soy partidario siempre de una buena charla. De decir: “venga, tú piensas de una manera y yo de otra. Venga, vamos a sentarnos y a tomarnos una cerveza y te aseguro que voy a estar a favor de algunas de tus ideas y posiblemente, si tú tienes algo de cabeza, estarás a favor de algunas de las mías. Lo que sí te digo es que tanto tú como yo vamos a tener mas en común que cualquiera de los dos “con los que nos identificamos”. Puedes decir “yo me identifico con este” y yo “con este”. Y te aseguro que a lo mejor con este no tengo tanto en común y tampoco con este, pero entre nosotros sí que tenemos cosas en común.
Al final se reduce todo a la empatía: en la composición, en la música y en la política.
Tal cual. Yo creo que es así con todo. Ahora me has pillado justo en un momento en el que estoy muy metido en unos vídeos de un canal que se llama “Migala” en los que habla un poco de todo, de una forma muy divertida y muy curiosa. Entonces te atrapa, yo estoy enganchadísimo. Tiene vídeos de todo: de la relación con el poder, sobre si la izquierda y derecha existen o no existen, de las redes sociales y cómo funcionan sus algoritmos… De un montón de cosas por el estilo. Yo creo que al final tenemos más cosas en común. Seguimos siendo seres humanos, tanto de un lado como del otro. Al final hay algo que va ahí y que es intrínseco. Somos de naturaleza colaborativa. Somos mejores si colaboramos, podemos ser mucho mejores incluso. Entonces competir o luchar “porque mis ideas…”. Bueno, tus ideas serán lo que sean y algunas estarán bien y otras estarán mal. Y las mías igual: algunas tendrán sentido y otras no, y al final siempre habrá un punto en común.