Analizamos las películas nominadas a los Óscar en busca de la política que esconde cada uno de estos títulos que van más allá de la trama que presentan.
Muchos daban por hecho que este año las nominaciones tendrían una calidad menor, ya que la situación sanitaria paró de golpe la producción cinematográfica. No obstante, no solo sorprende la calidad, sino la cantidad de grandes títulos que nos ha ofrecido la gran pantalla (así como las plataformas). Lo más sorprendente de todo es que, mientras otros años había menos ejemplos de claros mensajes políticos entre las películas nominadas, el 2021 ha ofrecido una parrilla que hace casi pleno, salvo El padre o Sound of Metal.
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Hay películas cuyo mensaje es claro y abierto, como es el caso de El juicio de los 7 de Chicago (Aaron Sorkin, 2020) o Judas y el mesías negro (Shaka King, 2021). Mensajes antirracistas o que directamente legitiman la violencia en pos de la paz y la justicia, una vez el resto de vías posibles quedan fuera de juego. Críticas, también, a un poder judicial completamente dispuesto y controlado por el ejecutivo, y que reflejan una de las épocas más oscuras de la reciente EE. UU. y los particulares estragos que produjo la guerra de Vietnam y la lucha por los derechos civiles de Martin Luther King Jr., Malcom X o, en concreto, Fred Hampton.
La política del silencio en Nomadland
Nomadland (Chloé Zhao, 2020) no teje un discurso político a través de la trama o de su personaje principal, sino de las cosas que la aderezan. Esta red de conceptos, una vez unidos, son potentes y transmiten muy bien una crítica ácida contra la sociedad de la primera década del siglo XXI. La crisis del 2008 golpea a todos los personajes de Nomadland, aunque ninguno de ellos sea del todo consciente o ni siquiera intente serlo. Todos hablan de la crisis, pero ninguno culpa a nadie, y sin embargo este hecho es la mayor crítica a lo que que pasó entonces.
En Nomadland se consigue transmitir esa ignorancia e inocencia como una crítica velada a la negación de una realidad: el sistema no funciona. Da igual que los medios o que los políticos intentasen negar lo que ocurrió, e incluso da igual que consiguieran hacerse los sorprendidos cuando todo explotó, básicamente, porque explotó por ellos. Se habla de personas que tuvieron que morir porque no podían costearse una operación, porque la sanidad no es sino otro pozo de inversión. La protagonista, sin ir más lejos, es una mujer que debe ir saltando de trabajos porque la pensión no le da para vivir y prefiere matarse a trabajar.
Cuando ves esta película, sin entrar a hacer spoilers, no piensas directamente en ese mensaje político, pero sin duda está ahí. La protagonista es una mujer que se lanza a la carretera porque lo ha perdido todo, pero sobre todo porque no le queda nada dentro. Todo el amor y la felicidad que una vez tuvo se desvanecieron y se ve forzada a intentar recuperarlo formando nuevas relaciones que, en realidad, no le llenan. Es un vacío no de contenido, sino de existencia, porque ha descubierto que un sistema roto lo último que necesita es de más personas rotas.
Saber dónde colocar el foco
El gran triunfo político de la mayoría de las películas de estos Óscar está, sin duda, en colocar el foco fuera de lo común. Los protagonistas, salvo en El juicio de los 7 de Chicago, no son hombres blancos. Son mujeres o personas afroamericanas, que destacan en la pantalla y hacen sentir ese mensaje que transmite mucho más real.
Una joven prometedora (Emerald Fennell, 2020) es todo un éxito, y sin duda su argumento es culpable de ello. El tema que trata es una oda a la emancipación de la mujer, pero también una crítica absoluta al sistema patriarcal que las oprime. En el caso de Nomadland, sobre todo triunfa ese mensaje porque el foco se aleja de la típica idea del joven frente a la crisis. Se desvía, en busca de una perspectiva más vieja, y nos recuerda que, al contrario que los jóvenes, la crisis trata a los mayores como a vacas en un matadero. Hace que toda una vida de trabajo no valga, pero además les coarta toda posibilidad de crearse una nueva, porque no hay tiempo.
Judas y el mesías negro es, sin duda, la película que mejor consigue transmitir ese mensaje. Shaka King logra adaptar con gran maestría la vida del líder de los Panteras Negras, Fred Hampton. Lo hace consiguiendo unir pasado y presente, ya que el conflicto de la película se siente tan vivo en la actualidad que se convierte en algo mucho más grande que una crítica. Se convierte en un relato: el del racismo en EE. UU. y la lucha antirracista. Revive a un personaje que, a diferencia de Luther King o Malcom X, apenas conocemos. Y queda claro el porqué, ya que podría haber sido tan peligroso para ese establishment blanco como ambos juntos.
En resumen, la calidad que nos presentan todas sus películas no se queda tan solo en lo que podemos o no ver, sino en todo aquello que tiene detrás. La enorme trascendencia de sus mensajes que son tanto crítica como relato; tanto sueño como esperanza. Es algo a lo que este arte narrativo que es el cine debe aspirar. Un aire de cambio, trascendental, en mentes y corazones. Quizá la gala de los Óscar de 2021 no sea recordada por sus títulos sino por su rareza; pero que nadie olvide que en el año de la COVID-19 hubo películas que fueron más allá de lo que muchos captaron. Películas que hicieron pensar, que fueron humanas y justas.