La guionista y directora Elisa Puerto Aubel nos habla de su cortometraje El establo y reflexiona sobre cine y contexto social
Elisa Puerto Aubel es guionista y asesora de guion desde hace 16 años. Está especializada en terror y ciencia ficción. El establo es el primer cortometraje escrito y dirigido por ella. Está protagonizado por Sergio María, Javier Collado y Jorge Kent y producido por María Films, Huaorani Films, Salon Indien Films, El Patio Films y Alberto Torres. El cortometraje nos sitúa en un establo en medio de campos asolados por el calor, donde un campesino entra. En la penumbra del lugar, se descubre a dos políticos de bandos opuestos atados y amordazados por él, que exige saber qué han hecho con los fondos destinados a medio ambiente.
Pregunta: ¿Cómo surge El establo y cómo fue llevar a cabo la idea?
Respuesta: Mis productores —Pablo de la Chica, Fernando J. Munge y Sergio María— me buscaron porque sabían que yo estaba buscando lanzarme a dirigir. Les llegó una pequeña ayuda y me dijeron que si era rápida podía llevar a cabo la difícil empresa de dirigir un corto. Pero con la premisa de que fuera ya de ya; era un dinero que teníamos que aceptar inmediatamente. Ese mismo día, o al día siguiente, había un debate electoral y yo estaba tan desanimada… Pensaba en ver ese debate y me entraba la misma pereza que ver Sálvame (risas). No aguanté el debate, me senté y vomité El establo.
Lo escribí. A todo el mundo le pareció bien, contra todo pronóstico, y empezamos a buscar dónde rodar. Tenía que ser sencillo, una sola localización y con tres personajes. Así que, para darle el realismo que necesitábamos, contamos con la magia de Victoria Paz Álvarez —directora de arte—. Cuando vimos lo que podía hacer con el establo que encontramos, dijimos: “Vale, podemos hacer el corto”.
P: ¿Qué fue lo más complicado del proceso?
R: Lo más difícil fue todo, realmente. Los tiempos, las condiciones… Tú lo sabes. En España somos conocidos por hacer muy buenos cortometrajes con nada. Pero porque le echamos mucho esfuerzo de forma muy precaria. Sobre todo, fue difícil encontrar esa verosimilitud que te digo. La conseguimos gracias a Victoria y a Sheila Rodríguez —directora de fotografía—. Me entendieron muy rápido. Yo quería jugar con homenajes al wéstern chusco, al exploitation, a Quentin Tarantino. Y todo en muy poquito tiempo. Y, por supuesto, cabe agradecer a los tres actores por el sufrimiento. Sobre todo a dos de ellos que estuvieron dos días atados y a Sergio por meterse en un papel tan jodido. Fue intenso, toda una experiencia.
P: ¿Cómo tomas la decisión y cómo gestionas desde dirección ese romper con el tono, pasando de un wéstern político a un pseudo concurso moderno?
R: De alguna manera, hoy todos somos hijos de Black Mirror (2011-2023), así que hay mucho de la serie en cómo está planteado El establo. A mí lo que me estaba pidiendo el cuerpo —además de torturar a un par de políticos que hacen la vista gorda con temas de suma importancia para la población—, [era] cambiar de registro para sacudir a la audiencia y terminar con un: “¡Que pague el dirigente!”. Que hay una cuarta pared que se puede romper, y que seamos los ciudadanos quienes tomemos esa decisión, que no somos simples víctimas ni simples espectadores.
P: Para generar esta ruptura, ¿cómo fue el trabajo con los actores? Especialmente con Sergio, que es el que más cambio tiene de registro.
R: Sí, Sergio cambió radicalmente el registro. Fue difícil, se tuvo que meter en un rol de auténtico villano y, de pronto, tuvo que convertirse en un seductor de masas. Fue un trabajo profundo muy logrado. Y trabajar con él fue una delicia de principio a fin.
P: En el corto planteas temas de importancia capital a día de hoy para nuestro país (sequía, corrupción, el show de la política, el show del morbo mediático). ¿Cómo de esencial es para ti que tu trabajo refleje estas inquietudes?
R: Yo estoy especializada en el cine de terror, de la mano a veces de la ciencia ficción, y creo que son géneros en los que se ha hecho mucho más cine social del que se piensa. Mucha crítica social, tocando temas que en el cine más comercial no se tratan. Entre otras muchas cosas, se habla de la tecnofobia, de cómo a día de hoy con las redes sociales cada vez es más difícil discernir dónde empieza y dónde termina nuestra intimidad, por ejemplo. Y los derechos que eso le otorga a quien nos está mirando sobre nosotros.
Estamos viviendo un momento distopiquísimo, horrible, pero muy interesante para la reflexión con respecto a qué nos hace humanos, qué nos hace sociedad y qué lugar ocupan todos los avances. Para reflexionar sobre el momento en el que nos encontramos, el cine (sobre todo el de género) es esencial. Y, por mi parte, no puedo evitar, cuando escribo y tengo libertad creativa, darle un matiz reflexivo. No podemos ser sin un contexto. Soy una privilegiada y pienso mucho en lo que está pasando a mi alrededor. El ocio, el cine, aunque sea entretenimiento, siempre puede tener una reflexión, un poco de poso. Menuda chapa… [risas].
P: Con toda esta reflexión, pues, es evidente ese guiño al wéstern cutre, a esos mundos distópicos de Black Mirror para plasmar tu visión.
R: Todos hemos aprendido a amar el wéstern con Sergio Leone, creo. Y luego hemos vuelto a aprender a amarlo con películas más baratas de los 70. Siempre con protagonistas que son unos machirulos tremendos, con duelos eternos y una estética de lobo estepario que todo lo puede. Estar desencantada con el panorama político me dio la impresión de estar viendo esos duelos de los wéstern que nadie les ha pedido; se les pide consenso y llegar a soluciones, no sacar las pistolas. Así que la mente se me fue en seguida al wéstern. Y con la distopía de Black Mirror, es que todos flipamos en su momento porque nos dimos cuenta de que el futuro distópico es el presente. El futuro es ya. Si bien el terror habla mucho del ser humano y de su lado oscuro, la ciencia ficción habla del sujeto político. Y eso, quiera o no, influye.
P: ¿En qué estado ves tú al cine español con respecto, sobre todo, al mundo de los cortometrajes?
R: Creo que somos un país donde se han hecho siempre muy buenos cortos. El problema es pasar del cortometraje al largometraje. Los cortos están muy bien para tantear la voz de cada cineasta, y no solo de directores, también de cabezas de equipo. Creo que es el lugar donde uno debe terminar de encontrar su voz para luego saltar al formato que más le interese o le convenga. En España es muy difícil quedarse en el formato del cortometraje porque es inviable vivir de ello. El cortometraje es muy precario y es una lástima, porque hay grandes cineastas en España que podrían hacer más. Pero el salto es muy complicado.
Y, por cierto, ya que me preguntas por la industria española, aprovecho: me encantaría no tener este discurso y sacar a relucir que soy una mujer que ha hecho un corto de género, pero es que todavía hay que sacarlo a relucir. De hecho, acabo de ser una de las tres seleccionadas en la Residencia de Sitges de la sección Woman in Fan, sección que intenta visibilizar a las mujeres que hacemos género. Por un lado estoy muy orgullosa, pero por otro a mí me da mucha pena que esto siga siendo necesario. Ojalá no lo fuera y no nos tuvieran que poner en una sección especial, y simplemente fuéramos parte de la industria. Hay grandes mujeres haciendo cosas; grandes mujeres haciendo género. A ver si con las consecuencias de la discriminación positiva esto empieza a cambiar radicalmente.