“Sé que soy un idiota al esperarte,

pues sé que no vendrás.

Te espero cuando miremos al cielo de noche:

tú allá, yo aquí, añorando aquellos días

en los que un beso marcó la despedida,

quizás por el resto de nuestras vidas…”.

Espero – Anónimo

Vidas pasadas (Past Lives, 2023) es la más reciente cinta de la reconocida productora A24, responsable de películas como Todo en todas partes al mismo tiempo (2022), Pearl (2022) o Hereditary (2018).

Con el sello característico de A24 de planos fugaces que refuerzan un significado, una historia fundamentada en lo traumático y sus reminiscencias y un suspenso en la tensión romántica, la directora Celine Song muestra qué quería decir el poeta Hesíodo cuando escribió que al final de la caja de pandora el último mal restante era la esperanza.

Vidas pasadas sigue la historia de desamor de Nora (Greta Lee) y Hae Sung (Yoo Tae-o), novios de la infancia que se ven separados cuando Nora se muda a Estados Unidos y que, muchos años después, se reencuentran por Internet para volver a enamorarse y desenamorarse por las condiciones de sus vidas.

Fotograma de 'Vidas pasadas'.
Fotograma de Vidas pasadas.

I – Suspiros de esperanzas ya perdidas

Uno podría imaginarse a Hae Sung leyendo el Poema XX de Neruda (20 poemas de amor y una canción desesperada, 1924) y recitando:

“Como para acercarla mi mirada la busca.

Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.

[…]

Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos”.

Wong Kar Wai ha explorado este tema del amor frustrado con sutileza en películas como Chungking Express (1994) e Deseando amar (2000), esta última estando más cercana a Vidas pasadas, con las aspiraciones personales imposibilitando la cristalización de un romance propiamente dicho. Sin embargo, la forma en la que este director aborda la frustración amorosa es construyendo un romance que, eventualmente, no puede ser; frente a esto, Song hace una película donde el romance fue, volvió a ser y podría seguir siendo, pero no.

Los planos amplios cuando Hae Sung y Nora salen juntos por Nueva York son de un doble propósito astuto, pues los ponen en un contexto tan de pareja que el mismo Arthur (Jhon Magaro), esposo de Nora, le pregunta por qué ellos nunca han hecho esas actividades juntos, pero a la vez siempre los mantienen a una distancia ligeramente separada que hace pensar que bien podría haber una pantalla de distancia entre los dos, tal como la hubo cuando se reencontraron por Internet e intentaron retomar inútilmente su relación; o una barrera, como la barrera cultural que ahora existe entre los tres personajes.

El tono de la película sugiere lo que escribía Rulfo en Diles que no me maten: “Tenía que haber alguna esperanza. En algún lugar podría aún quedar alguna esperanza” (El llano en llamas, 1953).  Así, Vidas pasadas juega a mostrar que algo puede suceder, a la vez que dice explícitamente que no. El guion sirve entonces como un complemento pesimista al esperanzador apartado visual.

El “Will They or Won’t They?” típico de la televisión se convierte en una pendiente sisifesca que la película nos hace subir lentamente como si no supiéramos como termina el mito. Que se reencontraron por Internet, que luego planean ir a verse, que Hae Sung dejó a su novia, que Arthur está inseguro, que Nora sueña en coreano, que cada detalle está puesto para decirnos que el destino ha escrito una relación que, simple y sencillamente, no va a suceder por más que lo parezca… Y de aquí el énfasis casi religioso en el in-yeon, concepto que hace parte de algo mucho más grande.

II – El Jeong koreano y el destino como premisa del mundo

El título Vidas pasadas tiene que ver con el concepto del in-yeon, un sinónimo del destino que existe entre todas las personas que tienen una interacción tan mínima como un roce. Se explica en la película que, para que dos personas se casen, debe haber habido al menos ocho mil capas de in-yeon en ocho mil vidas distintas[1].

Pero el Jeong( ) coreano, que significa “sentimiento” o “emoción”, tiene una base budista que habla de una concepción del mundo en la que todo está conectado y predestinado, donde el tiempo solo es un río que sigue un cauce trazado. El concepto del Jeong está relacionado con la noción de hanmaun (한마음) que, como explica Hyekung Jee (2022)[2], “[is] an indigenous Korean words for “one mind (or heart-mind) (ilsim 일심 一心)”. Hanmaum supports the idea of interconnectedness among people”.

Por lo tanto, el in-yeon no existe solo como una excusa metafísica para el fracaso romántico, sino que habla de cómo las relaciones humanas pueden verse determinadas por cosas inefables e inamovibles como el destino mismo, cosa tan desoladora como reconfortante, dejando entrever cómo incluso una emoción tan egoísta y engañosa como el amor, que hace a Hae Sung atravesar el mundo por un resquicio de esperanza, se ve fundamentada en la interrelación despojada de deseo y anhelo que es el Jeong, percepción que nos permite entender la última escena: Nora llora porque la significancia de una relación se construye a partir de sentimientos, no de tiempo ni de recuerdos, pero se fundamente en el yo soy ahora, y no en el “yo fui…”, “pudimos ser…”.

La película incluso nos avisa que las vidas pasadas a las que se refiere el título no son necesariamente ocho mil, y Hae Sung le habla a Arthur del in-yeon entre ellos dos, y Nora establece que esta vida es la que escogió y no otra, y Hae Sung se pregunta qué habría pasado siLa escena inicial es el fundamento teórico de toda la película: personajes que nunca vemos aparecer preguntándose, de lejos, como ángeles viendo el tejido del destino, cuál será la historia de relaciones (el Jeong) de los tres personajes que luego sabremos que son los protagonistas.

Dijo Camus que uno debería imaginarse a Sísifo sonriendo. Así mismo, uno debería imaginarse a Hae Sung feliz de haber ido a Nueva York y a Nora contenta de haberlo visto, a pesar del destino.

III – ¿Qué acabamos de ver?

Vidas pasadas es una catábasis, un descenso al inframundo del desamor donde ya sabemos dónde vamos y en la entrada hay un letrero dantesco que nos recomienda abandonar toda esperanza, bajando guiados por el oráculo del amor, que es físicamente ciego. Es, en definitiva, una gran obra que explota la terquedad del ser humano que cree, desde que Aquiles enfrentó a un río, que puede luchar contra el destino.

Y no.


[1] Pueden leer un artículo más profundo al respecto aquí

[2] El artículo citado es Hanmaeum, One Heart-mind: A Korean Buddhist Philosophical Basis of Jeong (情), del 22 de julio del 2022. Pueden leerlo completo aquí.

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