Las dos primeras jornadas del festival de cine de San Sebastián han volado. Y con ellas un aluvión de películas. Muchas y a mucha velocidad, que dejan exhausto a este pobre redactor y que quizá nos deberían hablar del modelo de festival de cine al que estamos acostumbrados y al proceso de consumo sin tiempo al análisis y la pausa efectivos.
Primer día
Sin embargo, disfrutar del cine desde tantas perspectivas diferentes es un auténtico placer. La primera jornada se inauguró para Discordia Magazine con la proyección de Emilia Pérez (Jacques Audiard, 2024), de la sección Perlak. La expectación debido a su premio a todo el elenco protagonista femenino en Cannes era amplia, pero desgraciadamente, Audiard se queda a medio camino en un intento frustrado de acercarse a lo que sería una telenovela a lo Lin Manuel Miranda. Algunos de los números de este tapado musical —apenas se encontraba información de que lo era, lo cual fue una grata sorpresa para mí—, son notables. Pero en lo narrativo, la película se desmorona. Excesiva carga dramática para un guion que no hace aguas, se inunda directamente en la literalidad más absoluta.
Pero el día no tardó en remontar gracias a la grata sorpresa que fue Cónclave (Edward Berger, 2024). Que, sin entrar en spoilers, hace una interesante doble sesión con la anterior Emilia Pérez. La elección de un futuro Papa después de la muerte del actual pone en juego un tablero de cardenales que lidera un Ralph Fiennes magnífico. La cinta, a caballo entre Schroeder y Sorrentino, baila entre entre lo sagrado y lo profano, entre el tono sobrio y sereno de las intrigas vaticanas y las pinceladas de surrealismo y ácida comedia. Los aplausos a Isabella Rosellini terminaron por hacerme levantar el ánimo después de un inicio más descafeinado de lo que me hubiera gustado.
Durante el resto del día pasaron una gris y descafeinada Ainda stou aquí (Walter Salles, 2024), que si bien hace un viaje interesante hacia la Brasil de la dictadura, a la caza de comunistas y la posterior lucha por la memoria de los afectados, se queda muy lejos de conmover como película. Y el Grand Prix de Cannes, la india All we imagine as light (Payal Kapadia, 2024) que, sobre todo en su última parte, cautiva con una evocadora fotografía que recuerda al mejor Hong Sang-soo. Pero al final de la noche venía la traca gorda. The substance (Coralie Fargeat, 2024) fue un huracán que pasó por Perlak. El body horror de Cronenberg retorcido y llevado al siglo XXI. Un retrato de Dorian Gray exprimido hasta la médula, nunca mejor dicho, con unas Demi Moore y Margaret Qualley completamente entregadas al baño de sangre y vísceras a ritmo de techno que es esta película.
Por ahora, el “evento” del festival, que ha tenido un segundo día algo más relajado para vuestro querido redactor, en el que hemos podido disfrutar de una conversación con Sean Baker en Tabakalera. Aquí se mostró cercano y nos dejó algunas de sus referencias —como Fellini o Almodóvar— a la hora de hacer su nueva película: Anora (2024), que podremos ver en el festival. Sin embargo, no vino con ganas de meterse en faena y mancharse de política hablando de sus trabajos anteriores. Comprensible puesto que en ellos hace un genial retrato de las clases bajas americanas y su inalcanzable sueño americano.
Segundo día
Rumours (2024) se presentaba como una bizarrada disfrutable, en la que los líderes del G-7 se enfrentan a una suerte de apocalipsis que tiene lugar en medio de una de sus cumbres. Ni Cate Blanchett se salva de un bodrio de principio a fin en el que se cree estar haciendo una sátira ácida, pero sólo es autocomplaciente. Imposible encontrarle la gracia a algo que se cree tan irreverente, pero no llega ni a rascar una carcajada. Quién sabe, quizá fuese la primera proyección de la mañana y éste pobre redactor solo llevase un café en el cuerpo.
El día prosiguió con una tarde agridulce en la que se pudo ver Emmanuelle (Audrey Diwan, 2024), La guitarra flamenca de Yerai Cortés (C.Tangana, 2024) y Brule le sang (Akaki Popkhadze, 2024), de Sección oficial y New Directors. Siendo, todas ellas, unos quiero y no puedo constantes. En el caso de Emmanuelle un erotismo frustrado por una cinta que no consigue excitar en ningún tipo de sentido y que está mas cerca de ser una adaptación de Wattpad que una película seria. En cuanto a la nueva película de Antón Álvarez (C.Tangana), un exceso de huella de autor en el cual me temo que juega una mala pasada el ego del director. Y en cuanto a Brule le sang, un comienzo prometedor a base de grandes angulares no destapa más que una historia de venganza entre mafias más. Los próximos días prometen ser igual de intensos, con poco tiempo para digerir tantísimas películas, pero con el suficiente para seguir disfrutando de una edición del festival de San Sebastián que espero que queráis seguir desde Discordia Magazine.