Día 5
El ecuador del festival ya ha pasado y ha tenido un nombre como protagonista: Francis Ford Coppola. Su grandilocuente, magnánima y absolutamente loca Megalopolis (2024) es, en mi opinión, un gran triunfo. El triunfo de su cine como expresión, de toda una carrera como la suya. La película navega entre saltos al vacío hasta convertirse en una especie de ‘peplum’ del siglo XXI. Con un Adam Driver y un reparto totalmente entregados. Además de ese momento en el que se traspasan las fronteras del cine en la misma sala del que no voy a hacer spoiler, pero que es imposible que no te emocione, por corto que sea. Si bien somos pocos los que nos subimos al barco, todo sea dicho, la opinión general ha sido de rechazo ante esta locura. Sólo puedo decir que si entras en ella y disfrutas del cine, éste te lo devuelve.
Ese mismo día unas horas antes se proyectaba para la sección oficial On Falling (2024). La ópera prima de Laura Carreira que nos habla de la nueva precariedad desde una cruda fotografía, siguiendo a la protagonista, una inmigrante portuguesa en Inglaterra que trabaja como picker en un almacén de lo que podría ser Amazon. La película encuentra momentos para emocionar, con una secuencia brillante durante una entrevista de trabajo hacia el final de la película. Si bien no es perfecta, habla de una manera muy sincera y cruda de una realidad que nos pasa desapercibida.
Día 6
Muy sincera es también la nueva película de Costa-Gavras: Le dernier souffle (2024) se une al grupo de películas del que parece el gran tema de este festival: el final de la vida y cómo afrontarlo con dignidad, los cuidados paliativos y la aceptación de la muerte. En este sentido, la película del francés es un soplo de aire fresco. Con un tono ligero se pueden hablar de temas graves, y es una gozada ver cómo Costa-Gavras lo utiliza perfectamente. Con una forma sencilla, capitular, parecida a la de un libro, nos habla de distintas maneras de afrontar esa última etapa de la vida, con la sorpresa de ver a Ángela Molina en pantalla.
De una sinceridad aplastante es también la nueva película de Jane Schoenbraum, I Saw The TV Glow (2024). Es imposible no salir de la sala absolutamente conmovido por lo evocador de las imágenes que crea. Jane fabrica un universo de referencias a la infancia, sobre todo en la serie ficticia que une a los dos personajes principales: The Pink Opaque. La serie es una clara referencia a Buffy Cazavampiros, pero no sólo se queda ahí. Toda la película se siente con una nostalgia atravesadora. Además de una banda sonora que viene al dedo, donde participa la mismísima Phoebe Bridgers. La conversación posterior con la directora en persona fue un regalo para ver cómo su propia experiencia con la transición de género permea toda la película.
Día 7
De vuelta al tema de este Zinemaldia: la conversación cara a cara con la muerte y cómo afrontarla. The room next door (2024) es la primera producción completamente estadounidense de Almodóvar. Y quizá me jugaron una mala pasada las expectativas por ese León de Oro, pero encontré un Almodóvar cohibido, sensacionalista e ingenuo. En la línea de sus Madres Paralelas, personajes con menos profundidad de la que cree ametrallan con sus ideas a cámara con una literalidad abrumadora que hace que el mensaje, paradójicamente, quede algo más diluido. No llega de la manera tan sincera en la que llega por ejemplo, en Le derniere souffle. De todos modos, hay destellos de un Almodóvar maduro, algo más aburrido para mi gusto, pero con un estilo impecable. Aunque parece que el León de Oro haya sido más honorífico que otra cosa, me alegro de que se lo haya llevado.
La decepción mayor con la película no fue culpa, desgraciadamente, de Pedro ni de nadie del equipo —a destacar una Tilda Swinton brillante—. Fue la rueda de prensa posterior, a la que pudimos acudir y que nos habla mucho y no muy bien del estado del periodismo cinematográfico actual. Preguntas escogidas a dedos, de escasísima profundidad, buscando el titular y el momento llamativo. Nada nuevo, pero decepcionante.
Acudimos también a la segunda película de Gia Coppola, otra más de la familia que se suma a esto de hacer cine. Y con sus más y sus menos, parece que a todos se les da bien. En The Last Showgirl Gia propone una pequeña —de pequeña nada en realidad, con un reparto estelar encabezado por Pamela Anderson y un rodaje en super16mm—, sencilla e íntima historia sobre el paso a la vejez y su consiguiente muerte de la belleza. Desgraciadamente, la película se queda en la superficie y no aporta una reflexión clara más allá de la presentación de este tropo tan de moda. En este tema y en el mismo festival, me quedo con The Substance.
Por último, una de las sesiones a las que más cariño les voy a tener: Reír, cantar, tal vez llorar (2024). Si no conocéis el nombre de Marc Ferrer, corred a apuntarlo. Contraprogramado por un premio a Pedro Almodóvar con el presidente presente, un grupo de actores no profesionales presentaban junto a su director un musical realizado por un equipo técnico de unas tres personas y sin un euro de presupuesto. Abrazándolo por completo, con el estilo más ‘punki’ posible, Marc Ferrer se ha colado en el festival de San Sebastián. Y poder ver algo tan verdadero en este entorno se sintió como un soplo de aire fresco. Los actores no saben actuar, el sonido estará recogido con un móvil o similar, apenas hay atrezzo, los personajes comen de platos sin comida, se grabó sin ensayar ni una sola vez… y aun así es más verdadera que la mitad de películas proyectadas.
La próxima crónica que veáis será un repaso por todo el festival, comentando los dos últimos días y lo mejor y lo peor de todos los premios y del festival en sí. Espero que éste camino os haya gustado una décima parte de lo que a mí.