Si a la hora de repartir reveses no se puede etiquetar al Destino más que de diabólicamente creativo, la actitud del género humano a la hora de afrontar los sinsabores de la vida no puede catalogarse más que como “tristemente inspirada”. Los músicos de los que vamos a hablar hoy han hecho de la tristeza un arte. Así que borra esa sonrisa de tu cara y prepara los pañuelos para la primera parte de este viaje a través de la música tristona, desde la Antigua Grecia hasta la cuna del blues.
Aunque se suele hablar de nuestro mundo interior, que se despliega en una dimensión localizada más allá de la epidermis, como de un recipiente totalmente estanco donde nuestros demonios campan a sus anchas, lo cierto es que nuestra pequeña fortaleza tiene más aberturas de las que pensamos; las barreras que interponemos entre nuestros sentimientos y el cruel mundo exterior cuentan con diminutos poros por los que se filtran pequeños posos de emoción que se evacuan, junto con nuestras lágrimas, de las maneras más inusuales posibles, evitando así que nuestra propia intensidad nos anegue.
Probablemente la música haya sido el primer medio de expresión artística del que se haya servido el ser humano, tan habituado a experimentar desgracias como a lamentarse de ellas, para tratar de alcanzar la catarsis que supone el conseguir conmover a los demás con el sufrimiento propio. Mientras que las complicadas artes plásticas requieren de la obtención de pigmentos y demás materiales junto con el desarrollo de una cierta técnica, un Homo sapiens recién sacado del horno de la evolución solo necesita golpear con sus puños el tronco de un árbol o tensar sus cuerdas vocales para entonar la primera balada de desamor de la historia, que se publicó de manera inédita hace 40.000 años, aproximadamente.
El cavernícola Cristopher a la caza de un oso. MARGARET A. MCINTYRE (WIKIMEDIA COMMONS)
En algún lugar del sudeste de África, un cuasi-homínido sin nombre que tiene cara de Cristopher experimenta una dolencia invisible que no logra identificar; una tristeza pre-civilizada anterior a los psicoanalistas, a la separación de One Direction y a la crisis de los valores occidentales y del poder adquisitivo de la clase media que ya no va a poder permitirse el nuevo iPad. Después de observar a Estefanía, la hembra causante de sus constantes erecciones, yacer con un compañero de caza, Cristopher ha llegado a la conclusión no solo de que no es el macho alfa de su clan, sino también de que jamás va a poder descubrir el fuego junto a su amada, ni inventar la rueda ni el kama-sutra, que le interesa un poco más. Desesperado, nuestro primitivo amigo profiere una serie de gritos al aire que, con un poco de autotune, pasarían desapercibidos en la actual radio fórmula. Cristopher, que amó cuando todavía no existía el amor, también inventó la música triste cuando aún no existía la música.
Intensitos remotos
Aunque Cristopher nunca vivió su historia de amor prehistórica, de alguna manera logró aparearse y generar descendencia. El legado de Cristopher nos lleva hasta la antigua Atenas, donde Cristóforo es un reputado intérprete de aulós. Sin embargo, el ambiente racionalista de la antigua Grecia poco tiene que ver con la pasional vida primitiva; aunque la música inevitablemente alude a los sentimientos, los griegos desarrollaron su teoría musical a partir de preceptos matemáticos con los que, tal y como pretendían los pitagóricos, trataban de desentrañar el orden que componía el cosmos.
Por otro lado, la música coral tenía un peso importante en la tragedia griega, con argumentos llenos de desgracias y acontecimientos desafortunados. Sin embargo, no podemos entender estas piezas musicales y dramáticas bajo el prisma de la sentimentalidad actual, pues más que conmover, aspiraban a que la épica y la solemnidad provocasen una catarsis en el espectador, una especie de purificación del alma. Con todo, los antiguos griegos sí que dejan entrever su lado sensible en sus cantos fúnebres, llamados epitafios.
El Epitafio de Sícilo es la única obra musical griega que se conserva de manera completa. Un autor desconocido llamado Sícilo compuso esta obra entre el siglo I y II a. C y la plasmó en una pequeña columna hallada en 1883 cerca de Éfeso (Turquía). Sícilo dedica este canto a una joven fallecida llamada Euterpe, mientras expresa su dolor y reflexiona sobre la brevedad de la vida.
Brilla, mientras estés vivo. No estés triste, porque la vida es por cierto breve, y el tiempo exige su retribución
Epitafio de Sícilo (s. I-II a. C)
Los romanos fusionaron el carácter sensual de la música etrusca con muchas características de la griega a la hora de desarrollar su propia música. Aunque apenas quedan evidencias de las manifestaciones musicales romanas, sí que tenemos muchas fuentes que nos hablan del emperador cantarín por excelencia: Nerón. No sabemos si el vanidoso Nerón cantaría música triste o no, pero sí de que parecía bastante afectado por el gran vacío que dejaría en el mundo del arte después de suicidarse.
¡Qué gran artista muere conmigo!
Últimas palabras de Nerón antes de suicidarse en el año 68
Los villancicos, las jarchas y, sobre todo, los romances medievales ya hacen más hincapié en los sentimientos de tristeza, soledad y desasosiego, provocados la mayoría de las veces por la ausencia de la amada. Son innumerables los ejemplos de piezas de música clásica que se inspiran en la tristeza, destacando, por ejemplo, el Lamento de Dido (1682) del compositor barroco Henry Purcell o Lacrimosa, que forma parte del réquiem de Mozart (1791).
Sin embargo, los primeros artistas realmente intensitos surgen en el siglo XIX junto con la aparición del romanticismo y de la renovada figura del artista, que se mantiene hasta hoy. Mientras que en períodos anteriores el artista ocupaba un segundo plano respecto a la obra siendo poco más que un mero artífice, durante el romanticismo se revalorizó la figura del autor como ser único y especial, con ideas y sentimientos valiosos que merece la pena transmitir al mundo. Cuando surge la mentalidad romántica, que se sobrepone a la racionalidad y al academicismo, es cuando de verdad podemos hablar de la música triste tal y como la conocemos hoy en día: como válvula de escape de emociones y sentimientos individuales.
Las worksongs, los hollers y el origen del blues
El rock, junto con otros tantos estilos musicales como el rap o el funk, lo inventaron los negros. Resulta paradójico que un género musical con el que se ha reivindicado tanto la libertad tenga su origen remoto en las plantaciones de algodón explotadas por esclavos afroamericanos en el sur de los Estados Unidos.
Durante las inhumanas jornadas de trabajo, los esclavos trataban de mantener la moral alta cantando las conocidas como work songs, que en muchas ocasiones expresaban la nostalgia que aquellas personas sentían por sus lugares de origen, de donde habían sido arrancadas por la fuerza. Una gran parte de estas canciones, además, tenía un fuerte contenido religioso y espiritual. Estas manifestaciones musicales, de un valor cultural incalculable, son muestras de un sufrimiento y tristeza auténticos, y nos recuerdan la tragedia de la esclavitud.
Dentro de estas work songs encontramos los hollers o gritos de campo, unas pequeñas canciones que se cantaban no en grupo como las work songs sino de manera individual, y que utilizaban los esclavos para comunicarse a distancia entre ellos. Estos fraseos contienen muchos de los rasgos que más tarde desarrollaría la música blues. En inglés, blue es sinónimo de triste. La música blues, que se comenzó a desarrollar a principios del siglo XX, es la música triste por excelencia, empleada tanto para expresar sentimientos personales como para remitir a problemáticas sociales, normalmente relacionadas con la opresión hacia la población negra y sus difíciles condiciones de vida.
Entre los artistas de blues más famosos de todos los tiempos destacan Muddy Waters, B.B King, Freddy King, Jimi Hendrix, Stevie Ray Baughan o ZZ Top, solo por citar a unos cuantos artistas dentro de un género que ha desarrollado una gran evolución y que sigue teniendo una gran trascendencia hoy en día.
La gran explosión de la industria musical provocaría el nacimiento del pop y de la música de masas a partir de los años 60. Sin olvidarnos del jazz más triste, en la segunda parte de este artículo transitaremos las sendas de las baladitas de los 70 y 80, el post-punk y el rock alternativo hasta alcanzar el emo de los años 90 y el actual trap sad. Hasta entonces, intentad no llorar mucho.
Un pensamiento en “Genealogía de músicos tristones #1”