Existe una nueva tendencia narrativa en el cine, creciente pero algo disentida, que está presente en poderosas obras de todos los géneros. En ella, directores y guionistas se permiten omitir un personaje principal, una acción esencial o incluso la palabra que resume el género de la obra.
Adiós al personaje
En películas como The Assistant (Kitty Green, 2019) vemos la ausencia de uno de los personajes principales, esencial para la trama, al que nunca pondremos cara. Es un personaje que está siempre presente en las conversaciones y que incluso podría dar nombre a la película, pero jamás aparece en escena.
En esta película de Kitty Green, el personaje del jefe personifica a Harvey Weinstein (y otros Harveys que hay en el mundo). Quizá por ello no necesita una representación física. Basta con oír su voz a través del teléfono y su nombre en boca de todos para entender su poder y saber que está en todas partes. La mayor representación física de que existe y pasa por la oficina son las migas que deja en el sofá, y que la protagonista limpiará cuidadosa y rutinariamente.
La ausencia de este personaje tan esencial para la trama no es sin precedentes, pero sigue siendo una novedad en el cine. En el teatro, ya lo habíamos visto antes en ese Godot que se hace esperar, quizá para siempre.
La presencia del jefe de The Assistant existe solo en el colectivo común creado por el resto de personajes, lo que nos lleva a otro icónico personaje del teatro: Pepe el Romano. El único hombre de La casa de Bernarda Alba, quien, sin pisar el escenario ni una sola vez, revoluciona el hogar de luto. Nadie sabe cómo es Pepe el Romano, pero no falta de mención en ningún acto y su papel es fundamental en el desenlace de la obra.
Existen también otros tipos de “Pepes Romanos” en el cine moderno, y no todos se limitan a negarle al espectador ver a un personaje. A veces se puede obviar una palabra sobre la que revolotea el tema de la película, a forma de declaración, u omitir del todo una escena crucial para jugar con la mente del espectador.
Adiós a las palabras
Como si de cine asiático se tratara, Llámame por tu nombre se negó a verbalizar lo innecesario. De esta forma, saltó a la fama como una gran producción de amor gay sin nombrar jamás la palabra gay. Al fin y al cabo, ¿es necesario decir “gay” tras enseñar durante 120 minutos el romance de verano entre un chico y un hombre? La resonada conversación entre el protagonista y su padre, en la resolución de la película, demuestra que, a veces, las palabras sobran. Al fin y al cabo, ¿sería buen cine si lo contara en vez de enseñarlo?
El recurso de la palabra —y la ausencia de ella— se puede extrapolar también al lenguaje mismo. The Office, una serie caracterizada por su cómica verborrea, deja que la acción siga su curso en la insonorización de dos de los momentos más emocionales. Los fans de la serie sabrán de qué momentos hablo.
Adiós a la acción
Las series y películas, especialmente los thriller, cada vez se decantan más por obviar la acción más importante. La acción que antes podía constituir un giro de trama ahora es eludida. La trama comienza acto después y el espectador debe comprender si algo pasó o cómo pasó. Lejos de ser un recorte en la producción, es una elección narrativa para mantener dubitativo y con posibilidad de juicio completo al espectador. Esto es especialmente común en obras que pretenden arrojar la duda sobre si alguien, en general el protagonista, es culpable de lo ocurrido. Se trata en general de obras que rondan la temática criminal, y cuya escena respondería a la incógnita “¿Lo hizo?”.
Algunas series, como Quicksand o Sharp Objects, se permiten revelar la incógnita en la resolución. Otras, como The Night Of (2016) o La chica de bracalete (2019), dejan claro que lo importante no es si lo hizo o no, sino por qué se piensa que lo hizo o no lo hizo. En los últimos años, se ha incrementado el número de producciones que rondan sobre la duda al más puro estilo de Reginald Rose (guionista de Doce hombres sin piedad).
Esta vertiente da la vuelta a las preconcepciones que tiene el espectador de lo que se merece, necesita o quiere ver. Es una narrativa que apuesta, de una forma similar a la película danesa The Guilty (2018), por el imaginario colectivo del espectador por encima del tema, del personaje y hasta de la acción. Ojalá haya más Pepes en las próximos años.