La nueva película de María Ripoll desaprovecha sus buenas ideas y aborda de forma superficial la amistad y el paso del tiempo
La nostalgia por las amistades del pasado es un tema suficientemente complejo y universal para lograr que el público se sienta identificado con facilidad. Esta conexión es la que pretenden generar los creadores de Nosotros no nos mataremos con pistolas, la película española que llega a los cines este viernes 17 de junio tras su estreno en la Sección Oficial del Festival de Málaga. El guion, escrito por Antonio Escámez y Víctor Sánchez Rodríguez, está inspirado en la obra teatral de este segundo, la cual recibió el Premio Max a mejor autoría revelación 2016.
La directora catalana, que reúne entre su filmografía títulos como Tu vida en 65′ (2006), Ahora o nunca (2015) y Vivir dos veces (2019), ha intentado adaptar a la gran pantalla esta dramática historia con tintes cómicos y mucha humanidad. Aun así, el resultado deja un sabor agridulce en el espectador al haber sido testigo de una propuesta con potencial pero con una resolución decepcionante. Es decir, la profundidad que plantea el guion no está bien desarrollada ni dirigida para mantener la tensión a través de una estructura dramática apropiada.
¿Y la tensión?
La trama se desarrolla en un pueblo costero de Valencia y presenta el reencuentro de cinco amigos de la juventud que llevan años sin verse. A medida que avanza la velada, el buen rollo va dando paso a secretos desvelados y rencores donde cobra especial protagonismo el suicidio de una amiga del grupo. La idea es interesante, pero no consigue ir más allá. La división clásica en tres actos (introducción, desarrollo y desenlace) no está bien marcada y provoca cierto desconcierto. Además, los giros de guion que podrían generar tensión se presentan demasiado pronto y cuando llega el momento de la verdad el monólogo de uno de los personajes ni sorprende ni provoca el impacto deseado. Por tanto, y teniendo como origen una obra teatral, la película pedía una puesta en escena más intimista que realmente pusiera contra la pared a los personajes.
En este sentido, la actuación de los protagonistas (Ingrid García-Jonsson, Elena Martín, Joe Manjón, Lorena López y Carlos Troya) va in crescendo, aunque cabe destacar el buen trabajo de Lorena a la hora de interpretar al personaje más complejo, carismático y cómico de la película. También merece una mención especial el simbolismo con la gallina que, a riesgo de restar seriedad al filme, le otorga una personalidad muy necesaria que no llega al resto de aspectos cinematográficos, lo cual convierte a Nosotros no nos mataremos con pistolas en una idea desaprovechada y sin rumbo claro.