Álex de la Iglesia y Carolina Bang presentan el primer largometraje de Ignacio Tatay, un thriller psicológico con caras conocidas
Pokeepsie Films, Sony Pictures, Netflix, RTvE y Mogambo —entre otros nombres— financian esta ópera prima que, en un principio, iba a llamarse La casa de tiza, pero que terminó titulándose Jaula. Esta es la primera película del director Ignacio Tatay, que cuenta con tan solo dos cortometrajes a sus espaldas. Está protagonizada por Elena Anaya, Pablo Molinero, Carlos Santos y la pequeña Eva Tennear. Y entre el reparto se encuentran Eva Llorach, Eloy Azorín, Esther Acebo y Mona Martínez. Jaula narra las extrañas vivencias de Paula y su marido Simón tras encontrarse a una niña en la carretera en mitad de la noche y acceder a acogerla temporalmente en su casa. La niña, que no articula palabra alguna, vive obsesionada con el miedo de que un monstruo la castigue si sale de un cuadrado de tiza pintado en el suelo.
Esta apuesta por un nuevo talento se puede resumir en una palabra: intensidad. La película está repleta de momentos. De hecho, el grueso de esta lo vertebran momentos de alguna manera conclusivos. Así pues, su estructura queda bastante clara: momento de tensión que empieza suave, in crescendo hacia el clímax, estalla el pico de tensión y calma. Y eso una vez detrás de otra. Esto tiene su parte mala y su parte buena. La parte mala es que uno se ve venir constantemente el ritmo de los acontecimientos y corre el riesgo de dejar de sorprenderse. Lo bueno es que no da respiro alguno; no paran de ocurrir cosas. Y eso, sumado a la intensidad natural de la historia, suma y resta a partes iguales.
Antes de aplaudir sus virtudes, creo necesario repasar las cosas que le pueden rechinar al espectador. Como se ha aclarado antes, no hay a penas momentos de tranquilidad para pensar, para dejar al público con la mosca detrás de la oreja. Todo es una fila de momentos explosivos. Antes de que uno haya digerido una escena de denso dramatismo, ya está pendiente de no perderse la siguiente. En cuanto a la dirección, Tatay aún tiene un estilo por definir. Desde el principio se reconocen ciertos aspectos del cine de Álex de la Iglesia: no solo por la manera de manejar la tensión, sino también en el uso de la cámara en mano y del diseño sonoro. Y en eso —en la cámara en mano— hay problemas. A lo largo del filme, uno encuentra planos compuestos con notable talento que pierden magnetismo con el constante traqueteo de la cámara.
Hacia el final, cuenta con un giro tan inesperado como impactante, al estilo de Seven (Fincher, 1995), pero resuelto de la manera más cómoda y simple posible tras un festival de intriga increíblemente bien rodada. Porque una cosa no quita la otra. Esos momentos de tensión son grandes momentos de tensión. Cuenta con unos últimos 30 minutos apasionantes, crudos y muy violentos. Todo esto gracias, no solo a la dirección, el montaje y el diseño de sonido, sino también a las buenísimas actuaciones de Elena Anaya, Carlos Santos y Eva Tennear. Aunque sobran, a mi parecer, caras conocidas, justo los protagónicos están excelentemente escogidos. Es más, se nota la química porque Elena Anaya y la niña Tennear comparten un par de escenas de una delicadeza y una intimidad absorbentes.
Álex de la Iglesia y Carolina Bang se comportan, otra vez, como unos productores envidiables, que buscan el talento y que apuestan tanto por las caras más conocidas como por las nuevas. En definitiva, estamos ante una gran premisa, una ejecución bastante buena para ser un primer gran proyecto y escenas del todo buenas, aún con conveniencias y prisas. Una cinta correctísima para ir a disfrutarla a un cine y comerse las uñas. Este intenso filme se estrena el 9 de septiembre exclusivamente en salas de toda España.