La nueva serie de Filmin es un delante y detrás de las cámaras a la industria, moviéndose entre la realidad y la ficción
Ser actriz (o actor) no es tan fácil. Ser actriz no es ser influencer, ni modelo, ni famosa. No eres más ni menos actriz por los seguidores que tengas en Instagram o TikTok, aunque ya existen los castings donde es lo primero que preguntan. Tampoco significa tener siempre trabajo (de hecho, eso no le pasa a nadie). Bueno, sí, ahora mismo a Jenna Ortega… Y tampoco es lo ideal: a la famosísima protagonista de Wednesday también le cuesta poner límites a sus descansos.
La interpretación es un trabajo velado como muchos otros por la vocación y son estos oficios contra los que atenta fuertemente la precariedad. Pero hay una hoja de doble filo, porque esta precariedad está revestida por las máscaras: para conseguir trabajo, hay que trabajar. Por eso los actores y actrices parecen estar siempre trabajando según sus redes sociales, aunque realmente lleven sin ser contratados meses o años. Parte del trabajo consiste en vender su imagen, tanto en publicidad como a sus seguidores, con el fin de lograr un estatus de inalcanzabilidad del calibre de estrella de cine, o al menos para conseguir un papel en un corto estudiantil no remunerado.
Una vez sí se alcanza una fama, el mundo de las estrellas del cine (y series) sigue velado: nos olvidamos de que actores y actrices son personas, tanto los que “lo han logrado” como los que siguen en su trabajo de supervivencia y luchan por llenar microteatros entre semana. La vida frente a los focos está llena de absoluta incertidumbre: hoy eres una estrella; mañana, el olvido. Y quién mejor para contarlo que Joana y Mireia Vilapuig, las que fueron estrellas infantiles de la serie catalana Pulseras rojas y que persisten como actrices a pesar de todo. A través de una ficcionalización de sus vidas, encarnan a otras Joana y Mireia en Selftape, la nueva serie original de Filmin. Las protagonistas también son hermanas en pantalla y tienen una complicada relación, tanto con la interpretación como con ellas mismas.
En Selftape, Mireira encarna a una actriz de las que “lo han logrado”, al menos para el público general: vive en Oslo, la capital de uno de los países nórdicos más idealizados, donde acaba de recibir un premio por su papel en una serie. Detrás de este triunfo, de una aparentemente apetecible vida que incluye novio noruego, reconocimiento, estabilidad laboral y brillo, se esconde la más absoluta soledad. A más de dos mil kilómetros, en un piso de Barcelona, su hermana mayor Joana lucha sin éxito por hacerse un hueco en la industria y no dejar de lado el foco: seguir siendo actriz, aunque suponga hacer una gira de teatro experimental por colegios para un público juvenil que asiste por obligación. Joana, al contrario que su hermana, está rodeada de grandes amistades, pero la inseguridad, el rechazado y la envidia la merman poco a poco.
Selftape es un viaje donde se reencuentran dos hermanas que comparten profesión y han dejado de compartir vida. La serie aborda con éxito una compleja relación entre hermanas, donde hay un enorme cariño, pero también mucho daño. Una relación que tiene mucho que ver con el de las propias Vilapuig. Han pasado años desde que eran niñas y las pararan por la calle para firmar autógrafos: se han tenido que acostumbrar a una industria poco agradecida.
Ser o no ser (actriz)
Todo intérprete se lo ha preguntado alguna vez. ¿Vale la pena intentarlo o, de haberse lanzado, continuar con este sueño? Y es que ¿dónde concluye el sueño del actor? ¿En un primer trabajo, en un primer premio, en un Óscar, en una larga trayectoria, en una trayectoria absolutamente meritoria, en un Goya Honorífico…? Lo dicen todos los grandes actores: cada uno sigue su camino, pero no es fácil. Ya no es solo el rechazo (una, tras otra, tras otra), sino enfrentarse a situaciones asentadas en la industria como las que Selftape no escatima en retratar y criticar, como esas directoras de casting que buscan explotar las emociones de los intérpretes.
A todo esto, cosas que sufre cualquier intérprete, se une un detonante: ser actriz no es lo mismo que ser actor. Tampoco es lo mismo ser la única niña de un reparto principal, como muestran los recortes de entrevistas a las que estuvieron expuestas las jóvenes actrices. En esta profesión, son especialmente ellas las vulneradas, por mucho que cada vez las actrices sientan más fuerza para decir, simplemente, no. Es en ellas en las que se fijan los terceros que explotan sus escenas de sexo (de las que son propietarias las productoras, no ellas), o los que se despreocupan de cubrir lo mínimo para asegurar su comodidad. Y entonces asoma el machismo, a veces en forma de un superior que dice “No me pones”, y otras en la constante cosificación, con las miradas y los comentarios terriblemente normalizados que se oyen de la boca de encargadas de vestuario.
Actuar es libertad y verdad. Esto es difícil recordarlo cuando hay que vender constantemente una imagen y cuando poner límites puede suponer ganarse la reputación de “difícil”. Joana y Mireia Vilapuig muestran el estado actual de la industria y las emociones que esconden los actores y las actrices en un oficio que tiene demasiadas reglas no escritas.
Más allá de la ficción
Joana, que quería ser actriz desde niña, vio cómo a su hermana pequeña la seleccionaban antes que a ella para una película, aunque a Mireira le interesara más dibujar que actuar. Los celos y la falta de comunicación hicieron que las hermanas se distanciaran, aunque sus carreras después se desarrollaron de la mano en Pulseras rojas. Precisamente era a través de los selftape, esos castings grabados desde cualquier pared blanca en casa, donde las dos más chocaban, dirigiéndose la una a la otra para conseguir un papel que se disputaban.
En Selftape, logran compartirlo todo: historia, pantalla, foco, risas y lágrimas. Para contar la historia de las Joana y Mireira de delante y detrás de las cámaras, la serie nos deja ver crecer a las hermanas a través de los selftape que grabaron con los años, así como los vídeos caseros donde apuntaban maneras e, incluso, un detrás de las cámaras de la propia ficción.
Es una lástima que solo nos concedan seis episodios de media hora para ver los entresijos de la industria personificados en estas dos hermanas, porque tanto ellas mismas como todo lo que sufren darían para una serie procedimental enterita. Y aún quedarían temas por cubrir. Selftape ya está disponible en Filmin y es la tercera serie original de la plataforma tras Doctor Portuondo y Autodefensa.