Del estigma hacia las brujas a la liberación femenina
La Historia siempre ha sido contada por hombres, por lo que se ha obviado el recorrido histórico de la mitad de la población durante siglos. Además, el relato que se ha narrado sobre las mujeres ha estado plasmado desde la mirada masculina, lo que genera una gran distorsión de la realidad. En este artículo, vamos a observar desde otra perspectiva una cuestión que ha oprimido a las mujeres a lo largo de la historia, la cual sigue teniendo un impacto en la actualidad: la caza de brujas. Si analizamos la narrativa creada en torno a las brujas, en particular el ensayo Brujas: ¿estigma o la fuerza invencible de las mujeres? de Mona Chollet (2019), nos encontramos con muchos mitos y falsas creencias.
En primer lugar, solemos pensar que la caza de brujas en Europa ocurrió durante la Edad Media, cuando en realidad este periodo comenzó a principios del siglo XV y se extendió hasta finales del siglo XVIII. También creemos que esta persecución fue ejercida por la Inquisición, cuando realmente hubo una gran cantidad de tribunales civiles que perseguían y condenaban a mujeres por considerarlas brujas.
El mito de la bruja se popularizó al mismo tiempo que el descubrimiento de la imprenta. Este hallazgo facilitó la distribución por toda Europa del libro Malleus Maleficarum, publicado en 1487 por dos inquisidores. Este tratado motivó y justificó el asesinato de miles de mujeres (se estima que entre cincuenta y cien mil). Cualquier motivo era bueno para acusar de bruja a una mujer. Lejos de la imagen que tenemos en la cabeza de una bruja (volando en escoba y con un gato negro y un sombrero de pico), las mujeres acusadas por brujería eran aquellas que se salían de los márgenes. Dentro de la definición de bruja, entraba cualquier mujer que resultase molesta para una sociedad patriarcal.
Mujer independiente
Las brujas solían ser mujeres independientes, es decir, que no dependían de un marido o que no tenían hijos. Se pensaba (y se sigue pensando) que el papel de las mujeres era tener descendencia y cuidar de ella con total dedicación. Las brujas eran acusadas del robo y el asesinato de niños, los cuales eran entregados al Diablo. Por el contrario, la idea de que todas las mujeres anhelan la maternidad es un mito. Muchas de ellas nunca han deseado serlo, y otras se han arrepentido una vez cumplido su mandato. Esta mala imagen de las mujeres sin hijos sigue existiendo. Seguimos preguntando a las mujeres cuándo van a tener hijos e instándolas a ello con la amenaza de que se les va a pasar el arroz o de un futuro arrepentimiento.
Por otro lado, que una mujer escape de la subordinación masculina resultaba muy peligroso al suponer la pérdida de control sobre ella. Esto es un claro reflejo de la idea universal de que una mujer soltera está incompleta. Aún pensamos que las mujeres necesitan a un hombre que valide sus éxitos, como suele ocurrir con numerosas figuras femeninas cuyos logros se ven eclipsados por la estela de sus maridos o exparejas.
Hechiceras y parteras
Históricamente, las mujeres han estado muy vinculadas con los cuidados, por lo que desarrollaron un gran conocimiento sobre la elaboración de ungüentos y pociones sanadoras. Esta característica era respetada por los miembros de la comunidad hasta que se asoció con actos demoniacos. Las sanadoras tenían conocimientos sobre el control de la natalidad, ya que eran las responsables de atender los partos y de practicar abortos. Esto suponía un ataque a las élites cuyo objetivo era que la población aumentara para mantener su privilegio.
No nos resulta ajena esta situación porque, hoy en día, se sigue violando el derecho de las mujeres a decidir sobre sus cuerpos. La siguiente imagen representa el estatus legal del aborto, el cual no contempla la nueva derogación del derecho al aborto por parte de la Corte Suprema de Estados Unidos. Según la CNN, “la organización sin fines de lucro del Instituto Guttmacher estima que es probable que 26 estados prohíban o restrinjan severamente el aborto en los próximos meses”.
Además, el inicio de la persecución de hechiceras supuso el comienzo de la actual desigualdad en el ámbito de la medicina. El libro Mujeres invisibles para la medicina de Carmen Valls Llobet (2020) pone de manifiesto esta discriminación debido a que los avances de la medicina moderna fueron acaparados por hombres. Esto hace que no se hayan tenido en cuenta las necesidades de la mitad de la población al centrar todos los estudios en las experiencias masculinas. Además, cuando se ha dirigido la mirada hacia la salud de las mujeres, se ha hecho desde los prejuicios y los estereotipos.
Un claro ejemplo es la histeria, un trastorno mental cuyo origen data del antiguo Egipto. La palabra histeria proviene del griego “hystera”, que significa “útero”. Según los griegos, el útero era un órgano móvil capaz de desplazarse por el cuerpo causando múltiples enfermedades. De esta forma, durante el periodo de la caza de brujas se relacionó la histeria con la brujería. Fue en la época Victoriana cuando se volvió a investigar sobre esta afección, la cual se diagnosticaba a las mujeres cuando tenían comportamientos “inadecuados” que podían suponer un desafía al orden establecido. Se consideraba que los síntomas físicos eran causados por una fuerte represión sexual, y el tratamiento consistía en la estimulación genital por parte del médico, el marido o la matrona, hasta provocar el orgasmo (denominado “paroxismo histérico”). La necesidad de atender a un mayor número de mujeres en menos tiempo desembocó en la aparición de los primeros vibradores mecánicos.
Esta influencia de prejuicios sexistas en la medicina sigue siendo un problema en la actualidad, ya que se sigue desconociendo y subestimando el dolor de las mujeres y aspectos relacionados con su sexualidad.
Para ampliar: Redibujar y renombrar nuestro cuerpo
Viejas y sabias
Relacionado con la idea de que la principal función de las mujeres es la maternidad, resulta lógico que, cuando estas dejan de poder reproducirse, pierden protagonismo y empiezan a estorbar. Por ello, un gran porcentaje de mujeres perseguidas por brujas eran mujeres ancianas con una gran sabiduría debido a su gran experiencia. La mayor representación de brujas en el cine y los cuentos infantiles son viejas malvadas que envidian y anhelan la belleza de la joven princesa.
Hoy en día, seguimos obsesionadas con la eterna juventud porque la vejez está completamente invisibilizada y rechazada. Nos imponen que los años no se noten vendiéndonos tintes, cremas y tratamientos milagrosos que nos alejan de nuestra evolución natural. Para mí, las arrugas, las canas y los signos del envejecimiento son bellos por sí mismos, ya que representan un mapa que recorre nuestras vivencias y aprendizajes.
Sexuales y conectadas con la naturaleza
Las brujas también eran consideradas impuras porque no podían controlar su deseo sexual, lo que les conducía a copular hasta con el demonio. La sexualidad femenina ha sido castrada y escondida desde tiempos inmemoriales, lo que supone un control sobre las mujeres. Seguimos sintiendo culpa por desear y sentir placer. Se nos sigue tachando de putas por hablar o vivir el sexo sin miedo. Esta castración del placer femenino tiene mucho que ver con la gran desconexión que se tiene de la naturaleza, mientras las brujas solían estar muy conectadas a ella. De hecho, se las acusaba de sincronizar su ciclo menstrual con el ciclo lunar.
En los últimos tiempos, estamos intentando recuperar nuestra relación con lo natural de diversas maneras. Por un lado, destacaría el auge del ecologismo y el veganismo, movimiento mayoritariamente femenino (según el estudio Gender differences in meat consumption and openness to vegetarianism de ScienceDirect, ocho de cada diez personas veganas son mujeres), el cual pretende devolver a la naturaleza la importancia que merece. Por otro lado, señalaría el creciente deseo de las mujeres por volver a conectar con su sexualidad, abrazando su poder cíclico y reivindicando el papel que merece.
Nueva visión
En contra de estos estereotipos, las mujeres se han ido reapropiando de la imagen de la bruja para convertirla en un símbolo de lucha feminista, en la que se reivindica el reconocimiento del genocidio contra las mujeres y el gran valor de aquellas mujeres libres, independientes, sabias y conectadas con su sexualidad. Por ellas y por nosotras conseguiremos recuperar su poder. Hasta entonces, seguiremos gritando que “somos las hijas de las brujas que no pudisteis quemar”.