¿Alguna vez has pensado en los beneficios que puede tener el deporte en las personas con discapacidad intelectual?
Las personas con discapacidad —aquellas que tienen, de forma temporal o permanente, una limitación, pérdida o disminución de alguna facultad sensorial, física o intelectual— han pasado por tres paradigmas a lo largo del tiempo dependiendo de la situación cultural de cada periodo. Primero fue el paradigma del rechazo, en el que las personas que se consideraban inútiles para la sociedad no tenían ningún tipo de derecho y eran rechazadas. A partir del siglo XX, hubo un cambio de paradigma, el médico-rehabilitador, en el cual se les consideraba personas enfermas que debían ser curadas en centros especiales para ello. En este caso, sus derechos eran limitados ya que no podían decidir sobre los aspectos de su vida. Hoy en día, nos encontramos en el paradigma de la autonomía personal, que promueve la inclusión efectiva, el pleno ejercicio y el goce de derechos de la ciudadanía, así como la independencia y participación con las mismas condiciones que el resto de la población.
En este contexto, podemos empezar a hablar de la participación de las personas con discapacidad en ámbitos como el deporte. Para ello, es necesario adaptar el trabajo deportivo a sus capacidades teniendo en cuenta la importancia de la actividad física en personas con discapacidad intelectual —a partir de ahora DI— o deficiencia mental, la cual está relacionada con un funcionamiento intelectual por debajo de la media, se origina en el periodo de desarrollo y se asocia con deficiencias en el comportamiento adaptativo. Algunos tipos son el síndrome de Down, el autismo, el síndrome de déficit de atención e hiperactividad. La práctica deportiva tanto a nivel recreativo como competitivo para personas con DI es imprescindible para una mayor inclusión y participación en igualdad de oportunidades.
Beneficios psíquicos, sociales y físicos
En primer lugar, la práctica del deporte les aporta múltiples beneficios tanto físicos y psíquicos como sociales. Aunque cada persona y tipo de DI es diferente, hay ventajas generales en los distintos niveles. A nivel psíquico, aumenta la autoestima, el control de sus emociones y la confianza en sus capacidades. Además, les ayuda a desarrollarse personalmente y a querer superarse. En el ámbito social, facilita su integración grupal, aumenta su autonomía y les otorga la oportunidad de relacionarse con personas diferentes a las de su entorno más cercano. A nivel físico, los beneficios se observan sobre todo en personas con síndrome de Down, pues se caracterizan por una hipotonía general —disminución del tono muscular—, déficit muscular y tendencia a la obesidad. Trabajar la musculatura les ayuda a mejorar su masa muscular y el movimiento físico previene el sedentarismo, en muchos casos causado por la sobreprotección, y ayuda a controlar el peso.
En segundo lugar, la promoción e inversión en programas de iniciación deportiva en personas con DI promueve la idea de que este colectivo tiene mucho que aportar. No creo que sea justo pensar que la inclusión es un hecho compasivo o puramente solidario. Se debe inculcar a la sociedad que es un acto imprescindible para el desarrollo del deporte y demás ámbitos, además de aportar riqueza en valores y diferentes visiones ante los acontecimientos. Esto se observa de manera clara en la exitosa película española Campeones (Javier Fesser, 2018), que visibiliza la realidad del deporte adaptado, sus beneficios y las múltiples posibilidades de las personas con DI.
Un obstáculo económico
Hoy en día, los exigentes requisitos para recibir ayudas públicas a aquellas personas que practican deporte adaptado les obligan a autofinanciarse o apoyarse en empresas privadas para ser capaces de llevarla a cabo. Esto se debe a la consideración de esta actividad como ocio, sin tener en cuenta el alto grado terapéutico y el gran apoyo psicológico que esto les supone. Por otro lado, es necesario fomentar y dar una mayor repercusión mediática a los deportes adaptados y a las personas que lo practican, sin olvidarse de darle el mismo protagonismo tanto a la figura femenina como a la masculina. De esta manera, seríamos capaces de conseguir esa concienciación que tanto hace falta sobre la necesidad de implementar más programas de iniciación deportiva para personas con DI.
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Un ejemplo del esfuerzo extra que tienen que realizar las personas con discapacidad y de la desigualdad de oportunidades es Sara Marín, gimnasta española ganadora de cinco medallas de oro en los Trisome Games, campeona del mundo en 2018 y nueve veces campeona nacional en Gimnasia Rítmica para Personas con Discapacidad Intelectual. Para poder participar en los Trisome Games, Sara y su familia tuvieron que recaudar 3.500€ con el objetivo de pagar el viaje. Además, en gimnasia rítmica no existe ninguna competición federada a nivel europeo o mundial para personas con discapacidad, por lo que reivindican este deporte como disciplina en los Juegos Paralímpicos, que comenzaron su actividad en 1960. En definitiva, la diversidad es riqueza y la inclusión es un acto necesario tanto para las personas con discapacidad como para el desarrollo y evolución de las sociedades modernas en la que todo el mundo tiene cabida y cosas que aportar.
Un pensamiento en “Deporte y discapacidad: el vínculo hacia la inclusión”