Las “sitcoms” son esos programas simpáticos que siempre están ahí para nosotros. Mientras que algunos las emplean como comodín para entretenerse cuando no hay nada más interesante, son muchos los fans incondicionales de este tipo de series. Desde los años 50 cada generación ha tenido sus “sitcoms”, que han ido cambiando con el tiempo. Pero, ¿hay un futuro para este género tal y como lo conocemos?

En 1951 llegó al canal estadounidense CBS I Love Lucy, un programa de comedia ligera que narraba las aventuras y el día a día del matrimonio compuesto por Lucy y Ricky Ricardo, que conformaban la perfecta pareja estadounidense. A lo largo de sus 194 episodios, la serie mostró muchos de los rasgos que más tarde compartirían el resto de series de “comedia de situación” o situation comedies (sitcoms), como la breve duración de los episodios, el desarrollo de la historia en dos o tres localizaciones, los personajes arquetipo, los gags y las risas “enlatadas” que, en muchas ocasiones, no eran tan “enlatadas” como pensamos, pues provenían del público que acudía al programa para ver el rodaje en directo.

I Love Lucy fue un hito al que prosiguieron una gran cantidad de obras con un formato de consumo fácil similar: en esta facilidad de visualización radica el éxito de este tipo de series, en las que no se trataban temas muy profundos, todo salía bien al final y en las que no había una continuidad muy estricta que obligara al espectador a ver la serie en orden. De este modo, nuestros padres no tenían más que sentarse y encender la televisión para relajarse viendo Cosas de Casa, El príncipe de Bel Air, Friends o Seinfeld.

Fotograma de I Love Lucy (1951-1957), una de las series iniciadoras del género de la sitcom

Al igual que las sitcom resultan fáciles de ver, también resultan fáciles y baratas de producir, en comparación con otros géneros. En series como Friends, Dos hombres y medio o Big Bang, la mayoría de las situaciones se resuelven con planos largos y medios que pasan a planos medios más cortos y, durante las conversaciones, el uso del plano/contraplano es suficiente para mostrar al espectador lo que es realmente importante en las comedias de situación: los diálogos, que construyen los gags y las relaciones entre los personajes. Aunque por ese lado las sitcoms son algo pobres, la calidad del guion y los chistes que este incluye, junto con el carisma de los miembros del reparto, suelen hacer que pasemos por alto estos detalles que, para ser sinceros, son más importante en el ámbito del cine. Si tenemos en cuenta la importancia de los actores en este tipo de series, no parecen (tan) desorbitados los sueldos del reparto de Friends o Big Bang, que en las últimas temporadas de sus respectivas series cobraban un millón de dólares por episodio.

Sin embargo, en el último siglo algunas sitcom se han vuelto más complejas y se han liberado de muchas de estas convenciones. En Malcolm in the middle, serie creada por Linwood Boomer en el año 2000, la cámara parecía “liberarse” para establecer un estilo algo más cinematográfico con una variedad de planos que escapaban de las posiciones fijas de cámara apuntando al set. Además, Malcolm in the middle fue una de las primeras sitcom en abandonar las amadas y también odiadas risas enlatadas.

En 2005, Greg García ideó Me llamo Earl, que se emitió entre hasta 2009. Esta serie hereda el espíritu de la sitcom pero introduce elementos nuevos, como una cierta continuidad entre los episodios (que se va volviendo más notable a medida que avanza la serie) y una cierta identidad underground que se extrae de la ambientación de la serie: mientras que la mayoría de sitcom tenían como protagonista a la familia americana de clase media o se situaban en un ambiente urbano, Me llamo Earl se desarrolla en el Condado de Candem, un emplazamiento ficticio que representa la América profunda de los moteles, los bares de carretera y los rednecks. Los propios protagonistas de la serie, Earl y su hermano Randy, son dos outsiders más que tratan de enmendar los errores que han cometido en su vida en este ambiente excéntrico.

Ethan Suplee (izquierda) y Jason Lee (derecha) interpretando a Randy y Earl Hickey en Me llamo Earl (Greg García, 2005)

Cómo conocí a vuestra madre (Carter Bays, Craig Thomas, 2005) es otra sitcom innovadora que no destaca por su dirección o temática, bastante usuales, sino por la trama que desarrolla, sometida a una continuidad que se desarrolla a lo largo de varios años dentro de la serie y dentro de la cual los personajes inician y terminan relaciones y cambian de residencia o de empleo. Aunque esta práctica no la lleva a cabo solo esta serie (solo hay que recordar todas las rupturas de Ross y Rachel), en Cómo conocí a vuestra madre estos cambios tienen una importancia mayor, pues todos ellos contribuyen al desarrollo de una trama mayor que se va cocinando lentamente a lo largo de toda la serie.

Aparte de Cómo conocí a vuestra madre, nos pillan cerca otras sitcoms que hemos podido disfrutar, como Big Bang, Dos hombres y medio, Dos chicas sin blanca y la gran cantidad de series cómicas que nos ofrecía el canal Disney Channel. Todas estas series, pese a ser relativamente recientes y habernos regalado algunas risas, no suponen una gran evolución dentro del género. Sin embargo, dentro de esta “Generación Neox” de sitcoms destaca Modern Family por presentar un formato más moderno e innovador. De nuevo, Modern Family abandona la cámara fija, los sets y las risas enlatadas para desarrollar un estilo próximo al falso documental en el que se trata de deconstruir (de manera poco profunda, siendo sinceros) la clásica familia estadounidense para presentar otros modelos de familia. En España Modern Family es conocida por insertar testimonios ante la cámara de los personajes; sin embargo, este recurso lo comenzó a utilizar en 2001 la serie británica The Office (que cuenta también con una versión estadounidense), que abandona el núcleo de la familia y los amigos para centrarse en el ámbito laboral. El mismo año en que se estrena The Office, Scrubs comienza su andanza mostrando las desventuras de una serie de trabajadores de un hospital estadounidense: parece que el éxito de la sitcom universitaria Community (2009) y de los agentes de policía Brooklyn 99 confirma que la sitcom presenta nuevas inquietudes y que quiere mostrar con su particular filtro del humor otros ámbitos de la vida.

Para ampliar: La gran evolución de las series para adolescentes

Algunos de los protagonistas de la sitcom Community (Dan Harmon, 2009)

Sin embargo, aunque este tipo de series muestren los rasgos propios de las sitcom, ¿hasta qué punto puede evolucionar el género? Aunque los gags, los enredos y los personajes entrañables siempre estarán presentes en nuestras pantallas, el nuevo modelo de consumo de series puede poner en peligro el formato tal y como lo conocemos.

La sitcom fue ideada para congregar a toda la familia delante del televisor, y por eso estas series tratan temas tan universales como la amistad o la familia. Sin embargo, en un contexto en el que podemos ver las series cuando queramos (y no a una hora concreta) y en el que es tan difícil coincidir, tiene sentido que se creen series sobre temas más diversos y concretos para una audiencia más fragmentada, que ve las series de manera individual cuando logra sacar tiempo. Además, la audiencia actual ha visto muchas más series que la de hace 10 años, con un formato mucho más cinematográfico al que se ha ido acostumbramdo. Por ello, el carácter autoconclusivo y la factura técnica sencilla de la mayoría de las sitcoms puede resultar poco atrayente para el grueso de la audiencia. ¿De qué manera pueden volver las sitcom a ser el emblema de la televisión? ¿Cómo pueden evolucionar y adaptarse a un mercado más exigente sin perder la sencillez que las caracteriza? Estas son solo algunas de las incógnitas que rodean a la sitcom, que en una sociedad que consume el audiovisual vorazmente, parece no tener un futuro muy claro.

Un pensamiento en “¿El fin de la sitcom?

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