Han pasado ya casi dos semanas desde que los anuncios y avances revelados en el evento virtual DC Fandome hicieran las delicias de los millones de fans de Detective Comics que hay repartidos por el mundo. Este encuentro, además de regalar los avances de títulos tan esperados como The Batman o Wonder Woman 1984, presentó un tráiler muy particular del nuevo reboot de Escuadrón Suicida, dirigido por el popular James Gunn. ¿Qué tiene de especial esta primera muestra?
No recuerdo exactamente a quién escuché decir que los superhéroes son los protagonistas de los mitos modernos: no tanto porque encarnen los ideales de poder y nobleza a los que todos aspiramos sino más bien porque, pese a poseer una serie de identidades y habilidades más o menos claras, sus hazañas y desventuras se difuminan en un conjunto de relatos, a veces paralelos e incluso contradictorios, asimilados en mayor o menor medida en nuestra memoria colectiva. A día de hoy, prácticamente todo el mundo sabe que Peter Parker es un estudiante que, tras ser mordido por una araña radioactiva, obtuvo una serie de superpoderes que le permitieron convertirse en nuestro amigo y vecino Spider-Man. Sin embargo, ¿cuánta gente ha oído hablar del origen totémico de las habilidades del personaje que predica su misterioso mentor Ezekiel Sims? ¿Y de los clones de Spidey creados por El Chacal que tantos quebraderos de cabeza han traído a guionistas y lectores a lo largo de las páginas de los cómics del trepamuros de finales de los noventa?
Seguramente estos detalles sean conocidos solo por una élite friki tan selecta como la compuesta por los fans de la mitología clásica que son conscientes de que Hércules mató a su mujer y a sus hijos y de que el semidiós tuvo relaciones no solo con la monstruosa ninfa Equidna sino también con algunos de los muchachos más bellos de toda la Hélade. ¿Cuál es el Hércules real? ¿Este héroe trágico que murió gracias al ingenio del centauro Neso o el carismático personaje de Disney que consiguió llevar una vida feliz junto a su esposa Megara? ¿Y cual el es el Spiderman auténtico? ¿El Peter Parker bonachón y alfeñique presentado en el Amazing Fantasy #15 o el chulesco adolescente que protagoniza la duología de películas de The Amazing Spiderman?
La verdad es que si cada pocos años los espectadores volvemos a llenar las salas de cine para asistir al nacimiento de un nuevo Spiderman, de un ultimísimo James Bond o de un flagrante y moderno Batman es porque, en el fondo, no nos importa la continuidad y el desarrollo de un Peter Parker o un Bruce Wayne particular como sí nos sentimos irremediablemente atraídos por la prolongación de los mitos del Hombre Araña o del Hombre Murciélago, destinados a una reformulación cíclica que actualiza los valores que mueven a estos personajes y que, además, engrandece aún más el aura mítica de estos inmortales personajes capaces de sobrevivir al paso de los años, a los relevos generacionales y a la quiebra de editoriales y estudios.
El Lejano Oeste, Wakanda y el Manhattan de Los Vengadores
Por su impacto cultural, popularidad y alcance, siempre he pensado que el género superhéroico es el heredero del cine western que, pese a no presentar una serie de protagonistas recurrentes como si lo hacen las películas de Marvel o de DC, sí que recurre a una serie de arquetipos que, al fin y al cabo, contribuyen a la pervivencia de los mitos de, por ejemplo, el Héroe Solitario o la Prostituta Redimida. El espectador, inconscientemente, ve reflejadas las mismas inquietudes e intenciones una y otra vez encarnadas en distintos personajes, y desarrolla una empatía y un hábito que le lleva a consumir más y más películas del estilo.
Sin embargo, la recaudación en taquilla constituye solo una parte ínfima de los beneficios que en la industria cinematográfica del nuevo studio system se pueden obtener con la explotación de las grandes sagas: un universo continuo y concreto permite la creación y la distribución de merchandising atractivo y también creación de enormes franquicias de medios que abarquen el cine, la televisión y los cómics. Por estos motivos, y porque nos gusta sumergirnos en grandes universos de ficción, los mitos superheroicos se ven en cierto modo constreñidos en sus adaptaciones cinematográficas destinadas a un público masivo: aunque por su propia naturaleza gustan de mutar y de sufrir las reinterpretaciones que cada autor lleva a cabo cuando queda a cargo de una nueva colección, dentro de los universos cinematográficos los personajes quedan limitados no solo a una cronología y a una serie de reglas y sucesos, sino también a un tono, a un estilo y a una factura técnica concreta.
¿Qué preferimos entonces? ¿El todo o la parte? ¿Un gran universo coherente que funciona más como conjunto que como recopilación de obras individuales o una serie de películas independientes con un estilo más propio? Si apenas encontramos rasgos de estilo en películas como Los Vengadores (Joss Whedon, 2012) o X-Men: Apocalipsis (Brian Singer, 2016), incrustadas en grandes sagas, sí que notamos una visión particular, casi de autor, en otras obras heroicas más desconectadas como Kick-Ass (Matthew Vaughn, 2010), Watchmen (Zack Snyder, 2012), o Logan (James Mangold, 2017), que pese a formar parte de la trilogía de Lobezno se puede entender y disfrutar a la perfección por sí sola.
Estas dos películas son solo dos ejemplos de un cine de superhéroes más personal y usual de lo que parece, del que no se habla tanto a causa quizá de la condescendencia de la crítica hacia estas obras y de la gran aceptación de la que gozan. Sin embargo, cada vez está más claro que comenzamos a valorar a los directores de las películas de superhéroes, tradicionalmente a cargo de realizadores competentes más preocupados por ofrecer una adaptación que guste tanto a los fans de los tebeos como a los espectadores que solo buscan algo de acción y de entretenimiento de calidad.
El Caballero Oscuro, el nacimiento de la Armada Snyder y el triunfo de los Guardianes de la Galaxia
Quizá el primer hito de este cine lo encontremos en la trilogía de Spider-Man del director Sam Raimi, celebrada en todo el mundo por contener un despliegue técnico de gran calidad para la época y por elevar al siguiente nivel el cine de superhéroes. Sin embargo, tanto la trilogía de Spiderman como su realizador a día de hoy han sido en cierto modo glorificados más por nostalgia que por mérito: el encanto de esta encarnación del hombre araña no reside tanto en su estilo reconocible como en su capacidad de apelar a un pasado dorado en el que se estaba empezando a experimentar con el CGI y en el que Nickelback todavía estaba de moda. Para mí, es en la exitosa Trilogía del Caballero Oscuro de Cristopher Nolan donde encontramos la primera apuesta de una editorial por una superproducción de autor que se apoye más en la propia visión del autor que en el material original del que proviene el personaje.
Después de Nolan, encontramos otro director aún más alabado por su incursión en el mundo de los superhéroes: en 2012, el controvertido realizador Zack Snyder se enfrenta a la difícil tarea de dirigir la adaptación del cómic de Alan Moore y Dave Gibbons Watchmen, dotando a la solvente cinta de la fotografía oscura llena de contrastes y de las secuencias a cámara lenta que tanto caracterizan al responsable de 300 (Zack Snyder, 2006). La película dividió a la crítica pero fue cálidamente acogida por gran parte del público, que años después asistiría primero ilusionado y luego consternado a la desastrosa producción de La Liga de la Justicia (Joss Whedon, 2017), que sí contó al principio con la visión de Snyder pero que finalmente fue estrenada tras un sinfín de problemas y cambios realizados por Joss Whedon. El resultado fue un fracaso comercial y artístico que comenzó uno de los movimientos fan más potentes de los últimos años: bajo el hashtag #ReleasetheSnyderCut, los seguidores del realizador estadounidense reclamaron con insistencia a Warner el estreno de la versión de Snyder de La Liga de la Justicia. Tras una perseverancia casi obsesiva, finalmente la legión de fans de Snyder tendrá en 2021 su Snyder Cut, que se rumorea que puede alcanzar las 4 horas de duración.
Lo curioso de esta situación es que después del fiasco que supuso La Liga de la Justicia, los fans no reclamaron un reboot de la película, sino la versión perdida de Snyder, que va a necesitar unos costosos arreglos digitales y ajustes que, sin duda, suponen una complicación que se podría evitar rodando una nueva película desde cero. Sin embargo, la sombra de Snyder es alargada, y eclipsa incluso a Wonder Woman, a Flash y a Superman. Solo hay que fijarse en el logo promocional de la película presentado en el DCFandome para notar el peso que tiene la figura de Snyder en el proyecto.
Algo similar está ocurriendo con otro director curtido en las entrañas de la competencia de DC, que sumergida en el macroproyecto del Universo Cinematográfico de Marvel, de manera sorprendente sacó a relucir el talento de un director que se ganaría la admiración de millones de fans: James Gunn obtuvo un éxito rotundo con sus Guardianes de la Galaxia (2014), una película repleta de humor que dotó de un carisma especial a un grupo de personajes desconocidos para el público general que se han llegado a convertir en figuras destacadas dentro del universo Marvel.
Teniendo en cuenta el éxito que también supuso Guardianes de la Galaxia Vol. 2 (2017) y la férrea defensa que llevaron a cabo los acólitos de Gunn cuando este fue apartado temporalmente de la futura Guardianes de la Galaxia vol.3, no es extraño que Warner haya escogido al realizador para relanzar la fallida franquicia de The Suicide Squad. La estrategia seguida por la productora parece clara: los productos sin personalidad apoyados en el material original van a dejar paso a directores con una fama consagrada y visiones particulares. De Whedon a Snyder y de Ayer a Gunn, DC quiere dejar claro que el nuevo Escuadrón Suicida no va a ser un refrito del fracaso de hace unos años, sino que va a ser un nuevo y excitante Escuadrón Suicida de James Gunn. Y al igual que con el Snyder Cut, esto se hace evidente en el avance presentado el pasado día 22 de agosto, en el que se hace mucho más hincapié en el talento y en el ingenio de Gunn que en la trama o en el reparto de la película.
Hasta el año que viene no podremos saber si estos proyectos de autor tendrán la calidad suficiente como para salvar sus respectivas franquicias. Sin embargo, está claro que los directores, en el mundo de los superhéroes, cada vez cuentan con una mayor libertad y capacidad de reinterpretación: ¿está comenzando una nueva era de héroes plenamente cinematográficos? ¿se atreverá algún director a realizar una incursión menos comercial en el género? Puede que al cine de superhéroes apenas le queden un par de años para entrar en decadencia, y puede también que en nuestras pantallas aún tengamos capas, máscaras y antifaces para rato. Todo depende de la capacidad de reinvención de los grandes autores del género, como Snyder, Gunn o el oscarizado Taika Waititi: ahora que se encuentran en lo más alto de sus carreras, es imposible que en sus cabezas no recuerden la frase más mítica de toda la historia del cómic: “Un gran poder conlleva una gran responsabilidad”.