Un repaso por los claroscuros que enmarcan la adaptación de la novela de Julio Verne en sus dos primeros capítulos
El pasado 24 de febrero, Movistar Plus+ estrenaba en exclusiva para España los dos primeros capítulos de su nueva serie internacional La vuelta al mundo en 80 días. Dirigida por Steve Barron (Los Durrell, La isla del tesoro), el audiovisual adapta en una interpretación libre la novela homónima de Julio Verne coincidiendo con el 150 aniversario de su publicación. Una historia llena de acción, aventuras, viajes y descubrimiento que ofrece una nueva versión del clásico conocido por todos. En Discordia hemos tenido la oportunidad de disfrutar en primicia de los dos primeros capítulos para traeros un repaso de algunos de sus mejores puntos… Y de otros no tan buenos.
Un trío en busca de aventuras
Al igual que en la historia original, el carismático inglés e intrépido amante de los avances tecnológicos Phileas Fogg protagoniza y se convierte en el destello más brillante de esta traslación. Interpretado por David Tennant (Doctor Who, Jessica Jones, Good Omens), cuya actuación tampoco defrauda. Delicada, sutil, medida, llena de emoción… Encaja a la perfección con el personaje más profundo, fascinante y encantador que consigue salvar el color de [casi] cualquier situación.
Un general necesita a sus mosqueteros o, en este caso, a sus compañeros de viaje. Passepartout, interpretado por Ibrahim Koma (Tan lejos como pueda caminar), se revitaliza en un joven seductor e incansable que consigue el aprobado por la atrayente historia que esconde bajo su acento francés. El tridente lo completa Abigail Fix, una joven y osada periodista interpretada por Leonie Benesch (Babylon Berlin, The Swarm). Por desgracia, la frescura de un personaje femenino fuerte y decidido a luchar contra las imposiciones de la sociedad de su época se queda pobre al mostrarse transparente y vacía más allá de esta premisa. Si bien es cierto que aún nos quedan seis capítulos por delante para descubrirla, su unidimensionalidad contrasta con el recorrido en profundidad por sus compañeros masculinos en los mismos minutos.
Un auténtico viaje por el mundo
Sin duda, uno de los grandes encantos de la coproducción europea entre Slim Film y Federation Entreteiment es la cuidada ambientación. Escenarios e historias que sumergen al espectador en un auténtico viaje que también viven los protagonistas. En estas dos primeras entregas disfrutamos de la posibilidad de sumergirnos en el Londres de 1870 y el París revolucionario de la misma época, así como en el interior de un tren a vapor que recorre los paisajes italianos. Un completo deleite para el espectador que promete ir in crescendo a lo largo de la historia.
Una carrera de obstáculos hasta llegar a destino
En cuanto a la narración dramática, la ficción se debe contentar con un aprobado raspado gracias al resultado de la media entre ambas entregas. Aunque los primeros minutos logran remover el interior del espectador gracias a la gran similitud con el clásico de toda la vida, tras la presentación de los personajes el primer capítulo se sumerge en aguas pantanosas. Una carrera de obstáculos sucede a otra a una velocidad apresurada, llevando a situaciones demasiado rebuscadas y con escaso recorrido dramático. ¿Cómo de creíble es que se vean envueltos en el primer plano de un conflicto en apenas nueve minutos de tiempo en pantalla? Ya os respondo yo: poco, muy poco.
Con todo, frente a toda esta enumeración de contratiempos inverosímiles y con penoso dramatismo superficial, el segundo capítulo consigue salvar la caída al vacío gracias a un cambio de 120 grados. La serie relanza la historia gracias a trabajar en la dimensión interna de los personajes y dejar tiempo al reposo y la construcción. La acción se reduce considerablemente a lo largo de los minutos para concentrarse en un gran clímax que emociona notablemente más que el conjunto de imprevistos de la entrega previa.
Por último, la ficción rasca sus últimas décimas gracias al lazo de pinceladas de comedia que envuelve la gran parte de las situaciones. Un característico humor inglés que conseguirá endulzar el paladar de los amantes de la socarronería británica. Unas pizcas de sal para darle sabor a una adaptación que, a falta de seis capítulos, se queda insípida con respecto a aquello que podría llegar a convertirse.