Michael B. Jordan debuta como director en la sorpresiva e irregular Creed III, la más distinta de las tres entregas

1976. Un por entonces desconocido Sylvester Stallone, cansado de papeles pequeños en películas de dudosa calidad e inspirado por el combate de Muhammad Ali con Chuck Wepner del 75, decide escribir y protagonizar su primera película. Con el guion escrito, tocó las puertas de todos los estudios posibles intentando venderlo con una única condición: ser el protagonista. Tras mucho esfuerzo e insistencia por parte del joven Stallone, finalmente la película se hizo, se estrenó y fue un éxito instantáneo. A día de hoy, Rocky (John G. Avildsen) es historia del cine y ha dado para cinco secuelas, un videojuego, un musical y un spin-offCreed— con dos secuelas más.

Rocky Balboa y Apollo Creed peleando en Rocky (1976).

Los guantes de Rocky en las manos de Creed

Casi 40 años después de la primera película en la que Rocky Balboa luchaba contra Apollo Creed, se estrenó Creed de la mano del director Ryan Coogler (Black Panther, 2018; Black Panther: Wakanda Forever, 2022). La cinta se centraba en contar la vida del hijo no reconocido del boxeador Apollo Creed, enemigo y contrincante de Balboa en las primeras dos películas, y amigo suyo en las dos siguientes hasta su muerte a manos del soviético Iván Drago en Rocky IV (Stallone, 1985). Después de una niñez dura y una vida acomodada, Adonis Creed será entrenado por Balboa para ser el mejor boxeador de todos los tiempos.

Ya con las seis entregas de Rocky (1976-2006), Stallone acostumbró al público a que toda la saga fuera prácticamente igual. Así, en manos de Coogler, la primera Creed fue bastante aplaudida a pesar de ser literalmente una mezcla de las dos primeras pelis de Rocky. Aunque es cierto que la primera pelea importante de la cinta está rodada con muy buen gusto en un plano secuencia muy intenso y realista. Y no solo eso, también tiene una subtrama interesante con Rocky enfermo de cáncer. Lo mejor, aparte de la mencionada pelea, son los montajes de entrenamiento mezclados con los montajes de Rocky lidiando con la quimioterapia.

Fotograma de Creed (2015).

Creed II (S.Caple Jr., 2019) fue un desastroso tropiezo. Es Rocky IV pero con Adonis Creed. Y, a pesar de ser descaradamente igual en casi todos sus aspectos a Creed I, se olvida de la enfermedad de Rocky y del conflicto que el protagonista tiene con el recuerdo de su padre. Y lo peor de esta cinta no es el guion doblemente recalentado, sino la decisión de usar y abusar de un desagradable CGI para el combate final. Es objetivamente feo. Solo destaca el último montaje de entrenamiento y la potente interpretación de Michael B. Jordan.

Creed III: un espectáculo sin Stallone

Sí, Creed III es servir Rocky II y Rocky III en un plato nuevo, pero qué plato. Sobre todo por la brutal y casi psicópata interpretación de Jonathan Majors (Territorio Lovecraft, 2020; Ant-Man and The Wasp: Quantumania, 2023). Y, además, por unas sobrecogedoras secuencias de combate. De hecho, estas recuerdan a esa primera secuencia de Sherlock Holmes (Guy Ritchie, 2009) o a animes como Dragon Ball (1986-1996), Naruto: Shippûden (2007-2017) o Hajime no Ippo (2002-2009). Con referencias directas, según el propio Jordan.

Fotograma de Creed III (2023).

Si bien es cierto que la mayoría del tiempo parece que uno está viendo un videoclip de dos horas, ya sea por texturas o composición de planos, lo bueno es que es un buen videoclip de dos horas. Realmente tiene imágenes muy poderosas por composición y/o por fotografía, además de un muy original —que no digo bueno— combate onírico con toneladas de CGI, pero que se convierte casi en lo más excitante del filme. Al igual que la entrada al ring de un luchador mexicano casi al principio de la película. Los colores y la música quedan tan bien que la escena solo puede motivar al espectador a quedarse sentado flipando. 

Está claro que no es una película redonda. De hecho, tiene exceso de sentimentalismo —al igual que sus dos anteriores— y un uso terrorífico del CGI para según qué escenas —ejem, el final, ejem—. Además, se echa de menos la importancia a las secuencias de entrenamiento. Tienen importancia en la trama, sí, pero no importancia visual. Debería ser impactante ver a Creed pegarle a un árbol o tirar de una avioneta, pero no lo es por culpa de una dirección y un montaje intermitentemente vagos. Pero si hay algo que se echa de menos es la presencia de Rocky Balboa. La comprensible ausencia de Stallone —por problemas con los derechos de la franquicia— pesa bastante, aunque es verdad que obliga a que el espectador pruebe algo diferente a lo anterior.

Izq.: cartel de Rocky III (1982). Der.: cartel de Creed III (2023).

Conclusión

Una de las cosas a las que nuestro querido Syl se acostumbró fue a hacerlo todo —quizá también por querer sentir realmente suyo un producto creado por él—: escribir, dirigir y protagonizar. Michael B. Jordan, sin pasar de momento por la máquina de escribir, se ha sentado a dirigir y protagonizar esta irregular y sorpresiva última entrega de la franquicia. Y hay que reconocer que ha salido airoso de tan intenso reto. Sobre todo, teniendo en cuenta que es prácticamente imposible hacer una película de boxeo original o mínimamente interesante existiendo la obra maestra Toro salvaje (Scorsese, 1980). Pese a eso, el intento de Jordan por ofrecer algo distinto dentro del marco del refrito es digno de aplaudir. Se nota que ha hecho personal una historia como otra cualquiera. Y eso hay que agradecerlo.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Perfiles en Redes Sociales