Crítica y entrevista al director de El Kala, cortometraje presentado en el 26 Festival de Málaga 

Diego Pérez González ha presentado en el Festival de Málaga 2023 el cortometraje documental El Kala. Rodado en diferentes lugares de Logroño entre agosto y octubre de 2022, el filme de 20 minutos sigue a Juan Carlos Estavillo —“el Kala”— durante un día normal en su vida. El Kala es una de esas personas a las que la heroína convirtió en invisible y que lucha día a día contra el dolor para seguir haciendo lo único que le hace feliz: ir a la calle Laurel de Logroño a recoger la vajilla y sacar la basura de todos los bares a cambio de la voluntad y poder socializar con todas las personas que se cruzan en su camino.

Opinión: la luz que irradia quien ha vivido la oscuridad

Este corto documental de corte realista resalta su alma urbana con un blanco y negro intenso, y una puesta en escena costumbrista. Atendiendo a texturas en la imagen que recuerdan a trabajos anteriores del director en ficción. Todo a favor de un relato que, en lugar de tirar por el morbo fácil de la heroína y sus consecuencias, prefiere centrarse en la lucha presente de un hombre con ese pasado. No hay condescendencia, solo cercanía. El acercamiento que el director hace a la figura del Kala y lo que representa es amigable y parte del respeto mutuo. Nos hace asomarnos a su vida, no como voyeurs, sino como visita bien recibida dentro de su tan estricta rutina, la cual funciona como salvavidas. 

Seguimos al Kala y es imposible no querer pasar un rato con él. Su natural amabilidad traspasa la pantalla. Sus reflexiones acerca del amor, la soledad, el dolor y el arrepentimiento son de una pureza y una verdad incomparables. Primero, porque sus pensamientos desprenden una luz genuina que solo es capaz de nacer de alguien que ha vivido mucho tiempo en tinieblas. Y segundo, porque, como dice su director, el Kala es como un niño grande: quiere hablar, aprender, vivir, trabajar y, por encima de todo, sonreír. Y eso a pesar de que la sombra del dolor que lo puede dejar sin caminar, sin hacer lo que él quiere, esté constantemente presente. Todo lo vive y lo hace vivir con una esperanza envidiable que recorre la médula espinal del corto

Fotograma de El Kala (2023).

Entrevista a Diego Pérez González

Pregunta: ¿Cómo surgió el proyecto de El Kala?

Respuesta: Cuando conozco a esta persona (el Kala), hace tres años o así, me doy cuenta de que es una persona que, a pesar de su aparente oscuridad y de su dura imagen, tiene mucha luz dentro. Es como un niño grande. No tiene una mala cara para nadie, le sonríe a todo el mundo, saluda, todo el mundo lo quiere un montón. Recuerdo que cuando lo conocí le dije: “Kala, algún día te tengo que hacer una película”. Y él me sonrió y ahí se quedó eso. A partir del certamen de La Rioja Film Commission años después, un certamen para presentar proyectos de cortometrajes, pensé que era el momento para llevarlo a cabo. Se lo comenté y desde el principio él estuvo muy por la labor.

P: ¿Cómo lo convences para hacer el documental? ¿Cómo fue el rodaje con él?

R: Cuando le comenté la idea, él me dijo que adelante. El tema es que él se imaginaba que el documental iba a ser una entrevista con una cámara y sin más, no que iba a tener esta magnitud. Eso es un poco lo que más le sorprendió y le sigue sorprendiendo. También, él pensaba que serían dos horas de trabajo y han sido unos tres meses, entre rodaje y posproducción. El tema con Kala es que físicamente es bastante frágil. Entonces, algo que realmente se podía haber rodado en dos días se alargó a ocho. Rodando muy pocas horas al día y adaptándonos a sus horarios. Porque su rutina es germánica. Su rutina le salva la vida. Nos adaptamos a su rutina para que él estuviera más tranquilo y natural.

P: ¿Cómo preparaste el rodaje?

R: Yo estuve con él alrededor de una semana, siguiéndolo por (la calle) Laurel, estando con él en su casa, hablando con él… Sin cámara, por supuesto. Todo para que se familiarizara conmigo. Y luego, contar con un equipo pequeño, que era fundamental para una historia tan íntima.

Fotografía de Diego Pérez González.

P: Has dicho sobre el documental que el Kala es una de esas personas que son la cara B de una ciudad y que por ello has intentado enfocar este proyecto con el máximo respeto. Sabiendo que otras producciones que intentan poner el foco en lo marginal del mismo modo acaban enfocándolo desde la superioridad, ¿la búsqueda de ese enfoque respetuoso ha supuesto un reto para ti?

R: Sí. Ese ha sido el principal reto del documental. Yo tenía muy claro que quería hacer un retrato presente, porque creo que el pasado de una persona como el Kala ya se puede intuir sin entrar en detalle. Sí que es verdad que se habla un poco de la heroína porque hay que contextualizar y porque su vida a día de hoy se ve afectada por eso. Pero el retrato presente es lo que me interesa de esta persona. El esfuerzo titánico que hace para estar (trabajando) en la calle Laurel. Y enseñar esa otra parte, esa otra cara que la gente no conoce. Ese era el principal reto y que al Kala le pareciera bien. De hecho, él está muy contento con el resultado. Se ve reflejado y le gusta.

P: En el documental, el Kala habla de la soledad. De sus deseos, del amor, pero de su naturaleza solitaria. ¿Qué has aprendido de esa soledad?

R: Para mí ha sido un aprendizaje, sobre todo, en cuanto a minimizar cosas que nos pasan. “Problemas del primer mundo” que les llaman. Y también darse cuenta de que hay personas con verdaderos problemas y que no pierden nunca la esperanza. Con respecto a la soledad, hay un conflicto que surge al final del documental, sobre qué pasará cuando él ya no pueda ir al casco viejo de Logroño a trabajar. Ese día, que llegará, va a ser duro. Hablando con él, es para lo que se intenta preparar. Porque toda su vida gira en torno a eso.

P: El corto empieza con una frase de Darwin sobre la esperanza que define el tema. ¿Qué es para ti la esperanza después de la experiencia de este proyecto?

R: Me ha cambiado la forma de pensar, en ese sentido. Antes pensaba en futuro, proyectos a largo o medio plazo, “a ver si tengo suerte”, etc. Y al final me doy cuenta de que lo importante no es lo que te pase en la vida, sino cómo tú encajes las cosas que te pasan. Y el querer levantarte de la cama y salir a la calle un día más. La esperanza es el presente. Es lo que he aprendido en este proyecto con el Kala.

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