Se estrena en cines la nueva película del Universo Cinematográfico de DC con un personaje desconocido: Blue Beetle
En manos del portorriqueño Ángel Manuel Soto, con el guion de Gareth Dunnet-Alcocer —un solo guionista, increíble—, Blue Beetle llega a las salas de cine este fin de semana después de haber sido pensada para ir directamente a HBO Max. El reparto lo componen Xolo Maridueña (Cobra Kai), Bruna Marquezine, George López, Belissa Escobedo, Adriana Barraza, el gran Damián Alcázar (Narcos) y la enorme Susan Sarandon (Thelma & Louise). Esta cinta de origen superheróico cuenta la historia de Jaime Reyes, un joven mexicano recién graduado que vuelve a casa y se topa con la realidad de su familia migrante. En búsqueda de un trabajo, dará con una antigua reliquia de biotecnología alienígena: el Escarabajo, la cual lo elige; y así Jaime se convierte en Blue Beetle.
Pasemos por encima del hecho de que es una de esas películas que quedan rechinando en la bisagra de la puerta que separa el hasta ahora conocido Universo DC del nuevo que nos prometió James Gunn. Y pasemos también por encima de que no se pensaba estrenar en cines, pero que las buenas críticas de los primeros testeos cambiaron su destino. Pero, aun así, no se han gastado ni cuatro chavos en la promoción, por lo que hubiera pasado desapercibida si no fuera por los memes. Habiendo pasado por encima de todo esto correctamente, comencemos con la crítica a una película más que, sin embargo, acaba sorprendiendo de alguna manera.
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Un nuevo mejunje de lo mismo
Blue Beetle, en un primer vistazo, es como si metiéramos en una coctelera un poco de Spider-Man, con una cucharadita de Iron Man (2008), una pizca de Ant-Man (2015), unas gotitas de Dragon Ball (1986) y un chorrito —o chorrazo— de comedia de situación. El resultado sabe a: “Entretiene, pero ya lo he visto“. Es imposible ser mínimamente original: es un superhéroe desconocido y, por supuesto, una historia de origen. Ya está, conformémonos con que es graciosa y que no todos los personajes son blancos y jóvenes. Conformémonos al menos con esto, porque como se lleva notando hace unas cuantas películas, el cine de superhéroes está pidiendo a gritos que acaben con él. Clemencia, por favor.
La música seleccionada no está nada mal, le da empaque, y la banda sonora original de The Haxan Cloak, igual. La fotografía, viniendo de un director de foto bastante bueno como Pawel Pogorzelski, es bastante normalita; se ve todo, que es lo que importa en una superproducción. Los VFX están en sí bastante bien, aunque hay partes que son cutres, como los planos subjetivos del protagonista cuando tiene el traje puesto. Parece el visor de un juego de lucha de Play Station 1. Lo peor de la película es, sin duda, un resultado general muy previsible, un tercer acto bastante aburrido y una desaprovechadísima Susan Sarandon como antagonista. Lo único interesante del final son los chistes y los poderes de Blue Beetle, pero el resto, los golpes, las luces, los saltos… qué inexistente sorpresa.
¡No contaban con su astucia!
Llama la atención para bien que la mayoría del equipo, tanto visible como invisible, en este proyecto sea latinoamericano. Es insólito cuanto menos. Pero es que esto también ayuda a que entremos del todo en la realidad que se dibuja en la película. Los gags y las bromas se alejan de lo típicamente americano, estadounidense, blanquito. Se acerca a una normalidad latina o un costumbrismo latino dentro de la realidad norteamericana. Aquí es importante remarcar la necesidad de ver la película con el audio en versión original. La mayoría de las escenas más graciosas y tiernas ocurren en spanglish o, directamente, en español.
Entrando en detalle, es muy destacable la originalidad de algunas bromas incluidas; repitamos, en un blockbuster hollywoodense. Guiños a María la del barrio —telenovela mexicana de 1995— y a El Chapulín Colorado —sitcom mexicana de 1972—. Guiños que, por si fuera poco, tienen relevancia en la trama. Relevancia en tono de comedia, obviamente. Pero son cosas muy arraigadas a la cultura televisiva latinoamericana que están bien asimiladas en la historia y en sus personajes.
Lo que de verdad importa
Como fan de los superhéroes e hijo de una mujer que en los 90 cruzó el mundo en busca de un futuro —ni mejor ni peor, tan solo un futuro—, el hecho de que en un blockbuster superheróico se muestre a una familia migrante luchando codo con codo para salir adelante en un país que no es el suyo me llena a mí, muchachito que escribe esta crítica, de una felicidad y una emoción inesperadas. Los momentos de verdadera calidad en el filme tienen que ver directamente con los que involucran a todos los miembros de la familia, los temas que tratan —embargo de la casa, seguro de salud, renta baja— y sus dinámicas familiares.
En algún diálogo sí que es cierto que se corre el riesgo de trasladar un mensaje que considero erróneo. Hay conversaciones en las que se vislumbra un pequeño “confórmate” que, en este contexto de migrantes ilegales en EEUU con imposibilidad de prosperar, es un poco-bastante peligroso. No obstante, sí que se busca dar un empujón, un mensaje de ánimo —literalmente— y hacer llegar la idea de que el concepto de unidad es importantísimo. Que la revolución y el conseguir que las cosas cambien no pasa por un superhéroe, un solo muchacho joven y fuerte, que se encargue de todo. Sino que pasa por luchar juntos. Por una comunidad unida peleando por sus derechos y objetivos comunes.