Las costumbres que en la época victoriana se consideraban rutinarias nos resultan ahora, en muchas ocasiones, extrañas, absurdas o incluso macabras. No obstante, esta etapa se corresponde con la segunda mitad del siglo XIX, por lo que no se encuentra tan lejana temporalmente con nuestro tiempo.

La denominada época victoriana, llamada así porque se corresponde con el mandato de la reina homónima, se extendió en Inglaterra entre el año 1837 y el 1901. En ella, suele decirse que tanto el Imperio Británico como la Revolución Industrial del país llegan a su cúspide. No obstante, lo cierto es que este es también un periodo lleno de curiosidades y extrañezas, hilarantes en algunas ocasiones y bastante siniestras en otras.

En esta época podemos, por ejemplo, encontrarnos con los cruentos asesinatos de Jack el Destripador (1888) o con la invención del vibrador (1870), cuyo fin era curar la enfermedad conocida como “histeria femenina”. Sin embargo, en esta entrada no vamos a hablar de acontecimientos, sino de costumbres y tradiciones que, al menos a nuestros ojos, resultan curiosas, escalofriantes o simplemente inusuales.

Una forma atípica de felicitar las navidades

Durante época victoriana nació la tradición de enviar felicitaciones navideñas gracias a Sir Henry Cole. Este, en 1843, patrocinó las primeras tarjetas, pidiéndole a Juan Callcott Horsley que dibujara una estampa que le sirviera para transmitir deseos de paz a familiares y amigos en un momento tan señalado. Hasta aquí todo normal. Sin embargo, durante esta época se popularizaron las tarjetas navideñas con un dibujo que, a primera vista, poco tiene que ver con la alegría de las fiestas: se trataba de ilustraciones de pájaros muertos.

Estos eran, en su mayoría, petirrojos. Quizá esto dé algo de sentido a estas macabras felicitaciones, pues son un símbolo del año nuevo. Incluso existía una tradición que se llevaba a cabo el día 26 de diciembre que consistía en matar a un petirrojo para tener suerte en el año venidero (en mi opinión, otra de esas extrañas y más bien desagradables costumbres de las que hacían gala nuestros queridos victorianos). También se ha conjeturado, por otro lado, que se enviaran tarjetas con pájaros muertos a causa del frío para no olvidar a los pobres y despertar la caridad de los ricos en una época tan típica para ello.

http://pito-real.blogspot.com/2016/12/por-que-en-la-epoca-victoriana.html?m=1
Postal original de la época. (Pito Real)

No sin mi melena

El cabello femenino es otro de esos ámbitos en los que los victorianos tenían una serie de tradiciones que hoy se nos antojan extrañas. En primer lugar, debemos tener en cuenta que el pelo constituía, en el caso de las mujeres, un símbolo visible de estatus, poderío y feminidad. Esto no era, sin embargo, una cuestión arbitraria, sino que puede ser explicado por simples razones. En primer lugar, las enfermedades aquejaban sobre todo a las clases inferiores, debido a la mala salubridad de sus barrios, a sus condiciones laborales… Por lo que estar suficientemente sana como para no perder el cabello y mantenerlo sano era una señal de lujo.

Además, en segundo lugar y muy relacionado con lo anterior, debemos recordar que la higiene también era un privilegio, por lo que mostrar una melena kilométrica y limpia era todo un alarde. Por último, no debemos olvidar otro de los factores que ha diferenciado siempre a las clases inferiores de las superiores: el tiempo libre. Las horas que requería el cuidado de semejante melena no eran compatibles con una jornada laboral (por no hablar de lo poco práctico que hubiera supuesto este lastre para una mujer que tuviera que limpiar suelos o acudir a la fábrica). No obstante, la cuestión del pelo no queda aquí. Me siento obligada a mencionar el hecho de que, cuando un ser querido fallecía, era costumbre tomar su pelo y confeccionar con él joyas o guirnaldas, con el fin de llevar a la persona ya ausente siempre cerca.

http://mujericolas.blogspot.com/2016/01/el-pelo-de-la-mujeres-durante-la-epoca.html?m=1
Fotografía de la época. (Mujerícolas)

Un último recuerdo

Por último, y relacionado con lo anterior, vamos a hablar de una tradición que, si bien nació en la época victoriana, lo hizo en París y no en Inglaterra, en 1839: el Memento Mori, o fotografía post mórtem. En ella, tal y como os habréis podido imaginar, se fotografiaba a personas fallecidas, en muchas ocasiones, como si estuvieran vivas. Se colocaban soportes tras ellas para que pareciera que estaban de pie, se las maquillaba y se las situaba de forma habitual junto a sus familiares, que posaban como si tal cosa.

En parte, esto se explica debido a que la fotografía era un bien escaso, y se tenían muy pocas imágenes de una persona a lo largo de la vida que sirvieran como recuerdo. De hecho, en casos de bebés o niños muertos a edad temprana, la fotografía post mórtem era lo único que se tenía de ellos. Aun así, no deja de ser siniestro cómo, en ocasiones, puedes contemplar alguna de estas fotografías sin ser capaz de reconocer al muerto entre los presentes.

https://es.m.wikipedia.org/wiki/Archivo:Victorian_era_post-mortem_family_portrait_of_parents_with_their_deceased_daughter.jpg
Fotografía original de la época. (Wikipedia)

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