Urko Olazabal interpeta al político del PP Ismael Álvarez en Soy Nevenka, la nueva película de Icíar Bollaín
El ganador del Feroz y el Goya a mejor actor de reparto por Maixabel (2021), Urko Olazabal protagoniza junto a Mireia Oriol (Keratyna, 2023) Soy Nevenka, la nueva película de Icíar Bollaín (Te doy mis ojos, 2003; También la lluvia, 2010; La boda de Rosa, 2020). En esta cinta interpreta al político del Partido Popular Ismael Álvarez, ex-alcalde de Ponferrada. Esta película narra los hechos de maltrato psicológico y acoso provocados por el político hacia la concejala de Hacienda del Ayuntamiento de Ponferrada Nevenka Fernández.
Soy Nevenka es estupenda, de una incomodidad y una angustia muy difíciles de conseguir. Icíar construye, con una narrativa muy limpia y clara, centrándose mucho en las interpretaciones de Urko y Mireia, una de las que para mí es de las mejores películas españolas del año. La ansiedad y la tensión generadas son insuperables. Poniendo el foco en Urko Olazabal, cuya entrevista concedida a Discordia Magazine empezó con un alegre “¡Aupa, Aarón! Egun on”, hay que decir que su interpretación transmite un miedo muy real. Un miedo que sólo un hombre con poder puede provocar, como es el caso de Ismael Álvarez.
Pregunta: Imagino que ya habrás podido ver la película. ¿Cómo te sientes con el resultado final?
Respuesta: Sí, la he visto varias veces y… ¡wow! Me parece que te quedas con sensación de angustia, sobre todo por ese monstruo que está todo el rato golpeando. Creo que hemos hecho un buen trabajo.
P: Me interesa saber cómo fue el proceso creativo para construir a este monstruo que mencionas, a Ismael Álvarez.
R: Ismael Álvarez es un personaje público, además hay un documental en Netflix que habla del caso [Nevenka, 2021], entonces ahí le vi andar, le vi moverse, le vi hablar. También hay entrevistas… pero ¿qué ocurre? Que una vez que vimos a la persona no nos interesó para nada hacer una imitación. Preferimos hacer un personaje mucho más universal con muchísimos más matices. Cuando tú lees un manual de maltrato psicológico, como El acoso moral de Marie-France Hirigoyen o cualquier libro del doctor Iñaki Piñuel, te das cuenta que estas personas manipuladoras tienen muchos más matices. Preferimos hacer un personaje mucho más poliédrico. Con esta imagen de él y los manuales, con Icíar que es tan inteligente y que conoce tan bien al ser humano y su comportamiento, logramos hacer una línea interpretativa mucho más humana.
P: Entre directores y actores se habla mucho acerca de no juzgar a los personajes a la hora de encarnarlos. Conociendo el caso de antemano, ¿ha sido complicado no caer en juicios de valor por tu parte?
R: Yo, desde el primer momento, soy consciente de que no tengo nada que ver con este señor, está en las antípodas de mí. ¿Más difícil? No. Evidentemente, yo tengo mi bagaje y sé que no debo juzgar al personaje desde mí, desde Urko. Yo tengo mi opinión de este personaje fuera de mi trabajo. Lo afronté con todas las de la ley, sabiendo que me tenía que meter en fangos psicológicos, en equilibrios emocionales entre mi yo actor y mi yo personaje. Al final te tienes que meter en la piel y mirar a través de las gafas de este señor que no es nada agradable. No es agradable llegar a casa y tenerse que dar treinta duchas para quitarse de la retina toda esta visión y mala vibra que tiene este hombre.
P: Has mencionado antes a Icíar y su inteligencia. ¿Cómo fueron vuestros ensayos para lograr esa angustia ya en rodaje?
R: Icíar tiene una cosa que es muy graciosa. Y es que los ensayos son lecturas, siquiera dramatizadas. Son lecturas. Una vez me dijo: “Como no esté la cámara grabando y hagáis una genialidad que no podamos repetir en set me voy a arrepentir toda la vida” [risas]. Ella lo que hace es prepararte, entrenarte emocionalmente con debates, hablando mucho del personaje, mirando el subtexto de cada frase y cada palabra. Ese dibujo sí que lo hacemos, con el punto siempre puesto en que todo lo demás hay que arrojarlo en rodaje. Icíar esto lo hace a las mil maravillas. Te pone en el trampolín a puntito de saltar. Luego en rodaje matiza y ramifica. Esto es muy interesante porque tú das tu propuesta, que siempre tiene que ser sólida, e Icíar va a buscar y combinar. “Pues aquí me ha gustado esto, aquí lo otro” y lo va combinando. Así ramifica de manera que le quede mucho material para hacer el montaje que quiere. Trabajar bajo esas órdenes te da una seguridad aplastante.
P: ¿Y cómo trabajasteis Mireia Oriol y tú vuestras dinámicas durante todo el proceso?
R: Mireia y yo nos conocimos meses antes. Decidimos conocernos porque, ya que íbamos a pasar por situaciones tan desagradables, qué mejor que ser amigos. Queríamos cercanía y seguridad. Trabajar desde el saber que todo es jugar a un juego que afecta emocionalmente al actor. Antes hemos hablado de juzgar al personaje. Yo sí juzgaba mis actos cuando me decían “corten”. O yo salía del set y la veía a ella, que aún no le habían dado el “corten”, sufriendo su personaje, y eso me producía mucha impotencia. Pero había que repetir la toma así que reseteábamos y a trabajar. Todo eso luego lo aplacábamos con muchos abrazos y mucho amor. Nos mirábamos a los ojos y nos reseteábamos sabiendo que lo que hacíamos era en pro de una película difícil de rodar.
P: Hay secuencias muy impactantes e incómodas en la película que os involucran a ambos. ¿Cuál dirías que fue la escena que más desafiante te resultó?
R: Por ejemplo, yo llevo muy mal el tema de hacer “escenas de amor” [íntimas], aunque en este caso no son para nada de amor, son de posesión. Pero porque Mireia es ya muy amiga mía y hacer juntos estas escenas comprometidas me resultaba difícil. Aunque me pasaría en todas las películas porque como a mí nunca me ponen de galán me parecería muy dificultoso [risas]. Por otro lado, hay una escena que me gustaría resaltar. Me pareció muy esclarecedora y de mucha catarsis. Es el momento en el que Ismael besa a Nevenka por primera vez y cómo ella de repente le mira a los ojos y le devuelve el beso. Fue la más impactante para mí. No me lo esperaba [el beso], fue una decisión en el rodaje, una sugerencia de Mireia que no entendí. Dije: “¿Por qué me vas a besar?”. Me dijo: “Precisamente porque no quiero. No quiero estar contigo, pero me has besado, y yo por complacerte te vuelvo a besar”. Me lo presentó como una cosa que hacen las mujeres por complacer, por no saber cómo escapar y te escapas de algo peor complaciendo a la otra persona. Aquello creo que fue lo más duro.
P: Joder, sí que es duro, sí…
R: Sí, sí. Luego me vino el ayudante de dirección, porque era el último plano del día, y me dice “¿Qué tal estás, Urko?”. Y yo me había quedado de piedra. Porque cuando estás en escena lo das todo, pensando desde la cabeza de otra persona, pero cuando volví a mí… ¡wow! Aprendí muchísimo con aquello.
P: Te he podido ver hablando en entrevistas justo de eso, de aprender con cada rodaje y con cada personaje. ¿Cuál es el mayor aprendizaje (salvando esta última anécdota) que has adquirido en este rodaje? ¿Y de un personaje como Ismael?
R: A ver, de Ismael, por supuesto, a no ser como él. Indagar dentro de la psique de un maltratador psicológico… es muy fuerte. Además, todos los actores, bueno, todas las personas tenemos todos los comportamientos dentro de nuestro ser. El actor y la actriz sacan el material de sí mismos. Desde mí o desde fuera, son dos formas de trabajar muy válidas. Pero yo soy de los actores que elige sacarlo de dentro, rebuscar estos comportamientos dentro de mi ser que están escondidos o no necesitados. Encontrarlo dentro de uno sorprende cuando lo sacas. ¿Y de esta peli? Conocer a Mireia, reafirmar mi amistad con Icíar y, cómo con ellas, tan inteligentes, he aprendido tanto en materia de feminismo y a ponerme las gafas de una mujer en este tipo de situaciones de maltrato. Creo que con todo eso, presumo de ser mejor persona. Haciendo esta evolución que tenemos que hacer todos los hombres, que aún nos queda mucho.
P: Desde luego. Y me gusta cómo hablas de la interpretación como medio de aprendizaje y evolución.
R: Todos los personajes tienen algo. Hasta el más pequeñito. Vives tantas situaciones [como actor] que un día estás montando a caballo y al siguiente eres un maltratador psicológico. Pues de uno aprendo a montar a caballo y de otro lo que es un maltrato. Creo que [la interpretación] enseña todo a los actores. Siempre le digo a mis alumnos que los actores estamos en punta de flecha de la sociedad. A nivel de conocimiento. Porque tenemos la suerte de transitar muchas vidas, muchas psicologías y muchas situaciones que, a priori, en tu vida natural no las tendrías. Hay que aprovecharlo y ser consciente de esta sabiduría. Y ser voz, por ejemplo, en este caso [Soy Nevenka] ser voz del acoso y el maltrato.
P: Ahora que mencionas a tus alumnos, a parte de actor eres profesor en tu propia escuela de interpretación. ¿Cómo compaginas, digamos, el aprendizaje y la enseñanza?
R: En principio bien. Al final, para mí dar clases es mi training. Cuando corrijo la interpretación de un alumno lo hago desde mi modo de ver. Es lo que yo haría. Ahí es donde aprendo yo. Cuando estoy en rodaje me vienen todas estas correcciones a la cabeza y voy acentuando allí y matizando allá. También es muy interesante terminar una semana de rodaje y tener una clase que dar, ahí soy consciente de todo lo que he hecho y hago un análisis que le cuento a mis actores. Es muy interesante para aprender de uno mismo.
P: ¿Cuál es el consejo que más das a tus alumnos y alumnas jóvenes?
R: El consejo que siempre les doy, sobre todo a los más jóvenes, es que la interpretación es un bonito hobby. Un hobby en el que no hay que poner todos los huevos en la misma cesta, vamos a ponerlos en diferentes cestas. Porque puede ser que todo el que quiera ser actor profesional no consiga ser actor en, digamos, grandes producciones. Es muy difícil llegar ahí. Está bien tener alternativas. Por ejemplo, unos estudios paralelos que pueden tener que ver con la interpretación. Es decir, alrededor del hobby montar una vida. Y, sobre todo, que si quieren ser actores profesionales necesitan trabajar mucho en eso, ser actores.