Una reseña de ‘La magia del orden’ (2015) desde la perspectiva de una pequeña obsesa con la organización

La forma en la que Marie Kondo comienza su primera obra resulta algo sorprendente para el tipo de libro que es: lo abres esperando encontrar un texto cuadriculado y lo que encuentras es un ensayo con un toque muy personal. Kondo relata su experiencia desde pequeña con distintos métodos de organización, algo que, incluso para quien no le interese en especial el tema, hace que el lector se sitúe junto a la protagonista y comprenda todo lo que la llevó a formar su método. 

Da una clave universal concreta

La máxima que da en el libro, “desecha todo aquello que no te haga feliz”, es lo suficientemente sencilla como para que pueda funcionar con “cualquier persona” y, aun así, resulta concreta para establecerlo como objetivo personal. Y es que, a la hora de ponerse un objetivo, se cae en el error de que este sea demasiado vago. Si a principios de año dices “este año voy a hacer más ejercicio”, te encontrarás en febrero ya tirado en el sofá. Pero, si dices “este año voy a hacer ejercicio una vez a la semana”, el objetivo deja de ser abstracto y pasa a ser concreto y, por lo tanto, realizable. Esto es lo que ocurre con la máxima de Marie Kondo, es concreta y fácil de asumir.

Poner en valor las cosas

Si bien no es implacable, el método KonMari puede ayudar a poner en valor los objetos que poseemos. Es común acumular, por ejemplo, dibujos de cuando un hijo es pequeño. Pero ¿cuántos de estos tienen un verdadero valor sentimental? La mayoría son genéricos, mientras quizá 10 de esos 100 dibujos sean los que realmente te transmiten algo o te recuerdan a algo cuando los coges. Y esos son los que deberías guardar como oro en paño y cuidarlos como se merecen para que el paso del tiempo no haga mella en ellos. Tus posesiones pasarán a tener un verdadero valor para ti y te sentirás más a gusto. En ello se basa La magia del orden, en rodearte de las cosas que te encantan.

El desorden ajeno

Kondo menciona el malestar que le puede llegar a producir a una persona el desorden de otra, sin embargo, no ahonda en el tema. En sintonía con el resto del relato, mi expectativa era que, al igual que relata cómo fue probando distintos métodos y ninguno acababa de funcionar, también contase su experiencia sobre cómo lidió con el desorden de, por ejemplo, el resto de su familia. Esto debido a que, de hecho, menciona cómo trataba de ordenar la habitación de sus hermanos hasta que, según dice, no le pareció justo deshacerse de las cosas de los demás. Me parece que el libro cojea en este sentido porque no incide en un tema que, opino, influye mucho a la hora de aplicar este método.

Ilustración de César Mejías. (El País)

Espiritualismo excesivo

Debe haber un punto intermedio entre dejar los calcetines tirados en el cajón sin orden y poco menos que preguntarles si quieren tomar algo. Pongo de ejemplo los calcetines ya que es una de las prendas que Kondo personaliza durante el libro. Y sí, es importante ser agradecido con las cosas que tenemos y lo útiles que nos son, pero creo que la autora cae en un espiritualismo y una personalización excesiva de los objetos. Es magnífico que mis calcetines hayan protegido mis pies del roce con los zapatos durante toda la jornada, pero de ahí a ponerme a darles las gracias cae en el absurdo. No creo que esto sea aplicable a todo el mundo, pues para muchos no existe algo como el alma en humanos, y mucho menos en calcetines. No todas las personas estamos hechas para ser espirituales o agradecer a nuestros calcetines hacer su función, y eso no es malo ni de ser un desaprensivo.

Necesidad y dinero

Al agarrar el cepillo de dientes no siento absolutamente nada, pero no por eso voy a tirarlo, por el bien de mi salud y el bienestar de los que me rodean. No se puede aplicar el método KonMari a todos los objetos que nos rodean porque algunos, aunque no nos transmitan nada, los necesitamos. Al igual que tampoco podemos simplemente tirar algo y si luego sentimos que lo necesitamos, comprarlo de nuevo. No todo el mundo puede permitirse ese gasto y tampoco es aplicable a todo. ¿No usas tu cinta para correr? Simplemente tírala y si después sientes que la necesitas, te compras otra. Bueno, pues no. No todo el mundo puede ir gastándose miles de euros en re-comprar algo que ya tenía pero tiró. 

Conclusiones

Ningún método es infalible y nunca estarás del todo de acuerdo con algo, y este método no iba a ser menos. El libro, en general, es un acierto aunque a veces peque de caer en decir que todo lo que propone es lo correcto y lo demás termina fallando. Pero es obvio que nadie va a criticar su propio método si está tratando de venderlo. Lo que sí es casi seguro es que, al menos, alguno de sus consejos seguro que sí te resultan útiles y solo por ello creo que todo el mundo debería darle una oportunidad.

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