Nerea Rojas es la autora de La flor muerta del algodón, un poemario sobre el dolor de las mujeres y la situación política de nuestro propio cuerpo, publicado en febrero de 2020 por Ediciones en el Mar. Lara, la editora, tuvo la cortesía de enviarme una edición y, después de disfrutarlo como una enana y de considerarlo un poemario íntimo y sorprendente, me puse en contacto con Nerea para poder hablar y ayudaros a descubrirla y a conocer su poemario.

Pregunta: Hola, Nerea. En primer lugar, quería felicitarte por tu poemario y agradecerte que me concedas esta entrevista. La primera pregunta que quería hacerte está relacionada con la sorpresa que me produjo el tema de tu poemario. No sé por qué, pero como lectora de poesía suelo relacionar esta con temas quizá más abstractos y sentimentales (nostalgia, amor, desamor…), incluso a la hora de hablar del dolor. He leído pocos poemarios, aparte del tuyo, que hablen tanto del dolor físico. ¿Cómo se te ocurrió hablar de la endometriosis mediante poemas, en lugar de escribir una novela o un ensayo?

Respuesta: Hay aún una idea muy romántica rondando la poesía que nos hace creer que su lenguaje es ocultador, misterioso. No es así. En mi poemario trato de tensionar los límites entre la visceralidad y lo poético. No me planteé la novela ni el ensayo porque lo que quería decir solo lo podía decir de esa forma. No me interesaba la historia, me interesaba la herida, el dardo, el pinchazo. Todo ello tiene que ver con exprimir las palabras, estudiar su colocación, dejarlas significar.

P: A continuación, me gustaría hacerte una pregunta para que nuestros lectores te conozcan mejor. ¿Quién es Nerea Rojas? ¿Qué dirías de ti si tuvieras que describirte en unas pocas líneas?

R: Estas preguntas siempre me parecen las más difíciles (ríe). Soy una estudiante granadina de 21 años a punto de finalizar el grado de Literaturas Comparadas en la Universidad de Granada y realizo mi Trabajo de Fin de Grado sobre escrituras relacionadas con la memoria. Me gusta leer literatura actual, estoy en contra del trabajo y no como animales.

P: ¿Crees que tu poemario ha ayudado a personas que no sufren estas enfermedades que afectan a las mujeres a empatizar con ellas, a comprenderlas y situarse más cerca de su dolor?

R: Quiero creer que sí. Una buena amiga muy sincera me ha dicho algo así, que todo el mundo debería leerlo. Yo no creo que deba leerlo todo el mundo ni mucho menos, pero me consta por varias lectoras que ha contribuido en su entorno personal a la comprensión del dolor. Siempre he pensado que el lugar desde el que escribo o puedo escribir es desde la empatía. Y, por supuesto, no estoy de acuerdo con el pensamiento de que los libros escritos por mujeres sobre temas feminizados no sean igual de adecuados para los lectores masculinos. Rechazo la identificación como modo de lectura y estoy en contra de esa reducción a la que se ve sometida frecuentemente la escritura de autoras.

P: ¿Crees que hay creaciones de otros artistas (otros libros, cuadros, películas…) que te hayan influenciado a la hora de escribir este poemario? Si es así, ¿cómo lo han hecho?

R: Es obligado para mí mencionar a Olalla Castro, mi primera referente. Más allá, me gustaría reconocer el valor que presentan ciertos discursos virtuales, artísticos y no. Al inicio del libro cito un poema de Ana Castro, pero me inspira diariamente además su activismo por el dolor crónico en redes sociales. También mi propia editora, Lara Losada, mediante su lucha divulgativa mostrando la realidad de las enfermedades mentales. Son visibilizaciones necesarias. Y, sobre todo, me es inevitable pensar en Natalia (@suavidadradical en Instagram), con cuya cuenta personal he aprendido que la vulnerabilidad es la lengua más política que una puede adoptar. Todos estos me parecen ejemplos de modos de revertir un medio que para estos fines tan relevantes es muchas veces desestimado. En lo cotidiano y residual es donde encuentro el abrazo más cálido de las voces que hablan de dolor, el espacio donde me parece que pueden cultivarse los cuidados.

P: Cuando enviaste tu manuscrito a Ediciones en el Mar, ¿qué recorrido esperabas que tuviera tu poemario? ¿Ha sobrepasado la realidad tus expectativas?

R: El recorrido para mí no era lo importante. Nunca imaginé recibir ese mail de Lara diciendo que quería publicar mi libro, así que vivir aquello fue, claro, cabalgar entre la ansiedad y la felicidad. Pero, como digo, no es lo que más me importa. Es preciso que desmitifiquemos el ser una autora publicada, como ha argumentado fervientemente Ediciones en el Mar. No obstante, y respondiendo a tu pregunta, la realidad ha sobrepasado mis expectativas. Lo que más satisfacción me proporciona es ser consciente de la multiplicidad de reseñas, feedback o mensajes que he recibido a propósito del poemario. Todas apuntan generosamente a la comprensión sobre la que conversábamos antes, a ese sentirse menos sola. Me aferro a este reconocerse en las otras, a este principio de comunidad.

P: ¿Escribir sobre tu dolor, sus causas y consecuencias te ha ayudado de alguna forma a entenderlo, soportarlo? Es decir, ¿te ha resultado catártico escribir sobre todo ello?

R: Claro, siempre lo es. En la escritura tenemos un refugio, un entre-lugar que podemos habitar libremente. Suelo polemizar con la idea de lo catártico porque no quiero que estas reflexiones se comprendan como una huida, una evasión de la realidad. Por el contrario, para mí escribir significa introducirme más profundamente en lo real. A lo que me refiero es a la posibilidad a través de la escritura de materializar nuestra existencia y nuestro dolor, de reconocernos, de decirnos. Comporta un emplazamiento en el mundo, una declaración de vida, también un grito. Y tras emitir el grito todas experimentamos alivio, por supuesto, pero no es la sensación más importante.

P: ¿Qué le dirías a una persona que está pasando por algunas de las realidades de las que hablas en tu poemario (incesantes visitas al médico para descubrir lo que ocurre en el cuerpo, necesitar en ocasiones acudir al hospital a recibir analgésicos para el dolor, lidiar con aspectos como la dificultad o imposibilidad para concebir debida a enfermedades…)?

R: Todo lo que puedo decir es que no estás sola. No creo que pueda dar ningún consejo sobre el dolor de las demás, menos sobre las violencias infligidas sobre su dolor. Únicamente me gustaría comentar que lo que te diga un médico no tiene por qué estar bien, ni ser verdad, ni ser lo mejor. En tiempos de pandemia veo convertida en héroe a una figura que es susceptible de causar las más impunes de las violencias, y creo que este relato perjudica a los propios profesionales que llevan a cabo su trabajo de forma respetuosa. Hay que abolir el poder en las relaciones con nuestra salud.

P: Por último, me gustaría que nos hablaras de tus proyectos futuros. Pueden estar relacionados con la poesía, o con cualquier otro ámbito al que te estés dedicando en la actualidad. Detállanos todo lo que quieras tus futuros proyectos.

R: Estoy en conversaciones para unirme, es de desear, al equipo de una revista de poesía que pronto verá la luz. También me gustaría, ya que estoy finalizando el grado, realizar pronto prácticas en la biblioteca de mi pueblo, si la COVID-19 lo permite. Pero mi proyecto principal se trata de encontrar trabajo en estos tiempos tan castigados para el sector literario y especialmente para la población joven. Una puede sumergirse en infinitud de proyectos con la mayor de las ilusiones y, aunque así lo hago, lo que muchas veces se entiende por proyecto no es sino trabajo y, por tanto, trabajo no remunerado. Pienso que todas las personas que queremos decir o hacer algo en el mundo cultural somos al final una constelación de voces precarizadas. Por eso creo que los proyectos culturales tienen que consistir mismamente en una política de la lentitud, es decir, en no dejarnos arrollar por el multi-tasking, la inmediatez y otras ansiedades.

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