Alauda Ruiz de Azúa cuenta cómo fue escribir y rodar Cinco lobitos y reflexiona sobre en qué etapa de su vida se encuentra y los proyectos que quiere sacar adelante
En la parte superior del Café Comercial en Madrid, Alauda me recibe. Llego después que otros muchos periodistas y tengo 15 minutos de lujo para entrevistar a una de las cineastas que más ha dado que hablar en el último año. Tras una fascinante trayectoria en cortometrajes, se ha lanzado con una ópera prima independiente cuya historia tan humana y cercana ha logrado poner de acuerdo a todas las críticas. Cinco lobitos ha sido la gran ganadora del Festival de Málaga y, tras recibir también numerosos galardones en los Feroz, se acerca a los Goya, donde es también de las favoritas, postulando a 11 cabezones.
Ante este recibimiento en las galas de premios, la palabra que más repite la directora y guionista vasca es gratitud: “Es una sensación muy, muy especial; de mucha gratitud. Gratitud porque siento que los compañeros y compañeras de la Academia de Cine han cogido la peli con mucho cariño y han reconocido el trabajo”, cuenta.
Le pregunto si, a pesar de la maravillosa recepción, no comparte también la misma opinión de Laia Costa, quien señaló en la gala de los Forqué que hay algo de injusto en la cultura de los premios: “Por un lado, siempre hay trabajos que lo merecen tanto o más, especialmente en un año como este. Por otro lado, al final los premios los recogen solo unos cuantos, cuando al final siempre son el trabajo y el resultado de un equipo mucho mayor”, dijo la actriz protagonista. Alauda también lo ve así: es una situación “injusta y azarosa”, aunque entiende que todo el mundo es consciente de que son algo parecido a un mal necesario, pues sirven como una gran oportunidad de promocionar las cintas, así como de apoyar carreras profesionales. “Siempre hay muchísimas películas estupendas; siempre el premio se lo pueden llevar muchísimas personas”.
Cinco lobitos es una película que reside esencialmente en sus actores. Sin ornamentos estilísticos, pretende ser intimista, haciéndonos olvidarnos de la cámara mientras nos involucramos en el corazón de la familia. Las dos actrices y los dos actores principales están nominados en los Goya, desde actriz protagonista a actor revelación. “Lo pongo en perspectiva; veo las nominaciones y veo que los cuatro actores a los que he tenido el lujo de poder dirigir y cuyos personajes he podido construir con ellos están todos nominados, en una peli que es tan minimalista y tan de actores”, dice, afirmando que es un sensación “muy especial”.
Dirigir a los actores
Además de Mikel Bustamante, que opta al Goya a mejor actor revelación, el resto del reparto está compuesto por tres grandes figuras consolidadas en la industria: la ya mencionada Laia Costa, Susi Sánchez y Ramón Barea. Con todo, la directora asegura que no hubo ningún problema al tratar con actores tan distintos, de métodos diferentes; pero sí hubo desafíos. “Nos pusimos retos nosotros”, apunta. Retos que todos decidieron abrazar desde el principio. “Fue una cosa muy bonita. Yo propuse no trabajar desde un sitio tan convencional y la sorpresa fue que los cuatro, que son muy distintos, lo abrazaron”. La idea era trabajar siempre desde la verdad, lo que implicó un reto extra: incorporar a bebés reales en el rodaje, algo que, según relata, todos integraron de maravilla, aunque fue un desafío tanto para los actores como para ella como directora. “Trabajar con un elemento real, como es un bebé, es algo imprevisible”.
Por otro lado, su método pretende mantener vivas las escenas. Me cuenta su mentalidad de trabajo: “No vamos a mecanizarlas o apostarlo siempre todo a lo mismo, vamos a ser flexibles, a jugar todo el rato”. Esto implicaba librarse de la presión entre un buen resultado o uno malo y estar dispuestos a experimentar, a “la búsqueda y el hallazgo”. “Estamos buscando algo que tenga verdad, algo que tenga emoción”. Habla también de los momentos de descubrimiento, ese haz de luz cuando parece que las cosas no salen. Por ejemplo, “cuando haces un apuesta un poco más fuerte, esta sensación de: ‘Ah, vale, ahora ha pasado. Lo hemos encontrado’”.
Eso era muy visible en las escenas entre Susi y Laia, madre e hija en el largometraje, donde destaca que lo bonito era ver cómo pasaban cosas a través de la capacidad que tenían para estar conectadas con el juego. Sin embargo, insiste en que no se trata de una búsqueda específica: “Estamos buscando este momento de verdad; es esta reconciliación o es esta necesidad de aprobación, pero tiene que tener alma y eso al final pasa por que ellas están conectadas con los personajes. Y como son muy buenas y se escuchan, pasa la magia”.
En definitiva, se trata de jugar. “Puedes tener una misma apuesta en escena y tú haces tres tomas o cuatro tomas, pero hay una en la que ha pasado algo que es más de verdad, más especial”, explica. “Y eso puede ser o porque tú como director de repente pones un obstáculo que no estaba o das una indicación certera y la actriz lo recoge, lo conecta, o porque ellas conectan con algo, escuchan algo”. Admite que se trata de algo complejo: “Nunca es una única cosa, es voluble, es cambiante”.
El guion
Cinco lobitos refleja perfectamente el drama y la comedia de la vida misma. Con una dirección de lo más intimista y un guion costumbrista, Alauda Ruiz de Azúa nos enseña el amor, los miedos, el dolor, la alegría y el luto que conforman la vida.
Le hablo de la primera vez que la vi, sobre cómo distinguí dos momentos especiales entre el público de la sala: una primera mitad más divertida, donde el costumbrismo y las ocurrencias de los personajes hacían que entre risa y sonrisa los espectadores se enamoraran de los personajes, y la segunda, cuando llega la incipiente sombra de la muerte, donde lo único que se escuchaba en la sala era la gente sorbiéndose los mocos. Le pregunto si ella también vivió así el proceso de escritura y me responde que sí. “Era bonito para esta peli empezar desde un sitio más ligero, como más amable, más tensiones familiares, y que poco a poco, casi sin que te dieras cuenta, te iba llevando a un sitio emocionalmente mucho más doloroso, y también luminoso en el sentido de reconciliación, pero que es un sitio emocionalmente mucho más fuerte”.
Uno de sus grandes retos fue construir esta transición para que no se notara fácilmente. El método de este guion era enfocarlo siempre desde la cotidianeidad. “En lo cotidiano ríes y lloras. Lo cotidiano está lleno de contradicciones y nunca hay un único tono ni un único color”.
Mirada al pasado
Alauda ha explicado en numerosas entrevistas que, si bien Cinco lobitos nace de su primera experiencia como madre, no es una película autobiográfica, aunque sí personal. Le pregunto en qué etapa de su vida se encuentra ahora. “Pues estoy en una etapa preciosa, porque he hecho una primera película, con lo difícil que es, y han pasado todas estas cosas maravillosas”, responde.
“Estoy en un momento de mucha ilusión, muy a gusto con muchas cosas, muy a gusto con el futuro, que a veces no siempre se está tan a gusto con el futuro”, ríe. Esto no implica que no haya incertidumbre, pero constata que no demasiada. Además, ahora ha pasado suficiente tiempo para que pueda echar la vista atrás y ver el proyecto en sus inicios, y también a sí misma. “Me veo. Veo esta madre primeriza intentando entenderse, intentando abarcar todo lo complejo de eso, y me veo con mucha ternura”. Quiero saber si esto le ha servido para reconectar consigo misma, para perdonar, si había algo que perdonar. “Siempre tiene algo de terapéutico, la escritura, aunque no lo quieras”, ríe. “Siempre hay algo de mirarte para dentro, de pensarte, de pensar en los otros…”.
Antes de Cinco lobitos, Alauda debutó en 2005 en el formato corto con Clases particulares, su trabajo de fin de diplomatura. Desde entonces, ha escrito y dirigido cinco cortometrajes. El más reciente, No me da la vida, es de 2021. “Lo que es estupendo del corto es esa sensación de libertad, de no presión, de poder probar cosas”. Me aventuro a resaltar una similitud en dos de ellos: la rebeldía infantil, y me la acepta. Son claramente proyectos que la han ayudado a posicionarse como cineasta, pero le pregunto si se plantea seguir haciéndolos o si se limitará al formato largo a partir de ahora. “El formato no es tan importante”, considera. “Al final intentas hacer cosas porque te emocionan, porque te divierten o porque crees que de repente puedes aprender algo o probar algo que no habías probado”.
Mirada al futuro
Cinco lobitos ha sido una ópera prima ejemplar, pero mucho más de Alauda Ruiz de Azúa está por llegar. Próximamente veremos Eres tú, una comedia escrita por Cristóbal Garrido y Adolfo Valor que se rodó después de su ópera prima y donde, por primera vez en su vida, la cineasta solo dirige. Es una gran diferencia, pero después del intenso viaje de Cinco lobitos, le apetecía, como dice ella, ponerse solo con “el sombrero de directora”. Además, da la bienvenida a todos los proyectos que, del mismo modo que en su carrera en el mundo de la publicidad, le permitan divertirse desde lo artístico, lo visual.
Con todo, no está segura si más adelante será solo directora o solo guionista. “Sería genial poder de repente combinar trabajos que no son tan personales, pero que por supuesto me alimentan creativamente y que también me permiten ganar tiempo para dedicar a mis trabajos más personales”. Lo ideal para ella sería encontrar un equilibrio entre ambas cosas. “Sería bastante privilegiado poder hacer las dos cosas”, afirma.
Le pregunto si tiene algún sueño “loco” que no se atreva a decir en alto: querer rodar un musical, una película de ciencia ficción… Cualquier cosa drásticamente diferente a lo que se esperaría ahora de ella. “Bueno, no es muy loco”, dice antes de confesar: “A mí me encantan las historias de crímenes”. Se ríe. “Es mi guilty pleasure”. Está claro que, si hay un momento para hacer un thriller policíaco neonoir, es ahora, señalo. “No lo tengo en el radar, pero mira, sería una cosa un poco loca, pero también me parece muy loco ahora el guion que estoy escribiendo”. Su sueño es, por tanto, sacar adelante su segunda película personal, que nunca es fácil. “Es tan difícil levantar una película…”, garantiza. Confía en que el éxito de Cinco lobitos le ayude a potenciar el segundo guion y es innegable que de algo servirá haber cosechado tremenda unanimidad entre el público, la crítica y los académicos.
Además, Alauda tiene un buen sensor. Tuvo la oportunidad de dirigir largometrajes antes; le ofrecieron varios encargos, pero dijo que no. “Quería que mi primera película fuera un viaje personal y ver quién era”. Tampoco fue el primer largometraje que escribió, pero se quedó en el cajón por esa misma razón. Cuando se lo comentó a Manu Calvo, su amigo desde la escuela de cine y el productor junto a quien ha labrado su trayectoria, estaban de acuerdo en que igual no era el guion adecuado. Se dieron el tiempo. Querían algo por lo que estuvieran dispuestos a pelear, algo que les enamorara, que les enganchara. Fue Cinco lobitos. “Parece que fue una gran elección, ¿no?”, le digo. Ella me da la razón, entre risas, aunque apunta que llevó su tiempo: cinco años. Le pregunto si hay alguna razón para que se demorara tanto, pero me explica que la media en levantar una primera película en España está en cuatro años, y a ellos se les unió un año de pandemia entre medias. “Pero lo conseguimos”.
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