¿Cuántas veces habremos oído que para estar guapa hay que sufrir? Y, peor aún, ¿cuántas veces nos lo habremos creído?

Al nacer con vulva, nos catalogan en la casilla de mujer. Desde ese rincón solo podemos avanzar por el camino marcado de los estereotipos de género; ese género que la sociedad se ha inventado para que el sistema siga funcionando y no se desmonte este maravilloso cisheteropatriarcado, el cual pone al hombre cis hetero blanco rico —añada privilegios— en el centro de cualquier ámbito de poder. Estos roles de género te venderán con una sonrisa todo lo que está bien y te castigarán si te desvías de ellos.

Desde que somos pequeñas, nos bombardean con la idea de la mujer ideal. Esta avalancha de información nos llega desde cualquier medio que nos podamos imaginar: películas, anuncios, familia, colegio, entorno… A todas nosotras se nos ocurrirán miles de ejemplos que expliquen mejor todo lo que acabo de decir.

De niñas nos regalan Barbies y muñecas Bratz de cinturas imposibles, largas melenas lisas y brillantes, con fracciones delicadas o labios de infarto.

Cuando encendemos la tele, vemos a princesas con sus vestidos largos y sus voces delicadas que siempre tienen una sonrisa perfecta en la cara esperando al deseado príncipe azul.

Princesas Disney.
Princesas Disney.

En nuestras casas vemos cómo nuestras madres y hermanas mayores —nuestros referentes más directos— se maquillan, se depilan, se someten a planes y dietas milagro para adelgazar y rechazan cada “imperfección” de su cuerpo. Nosotras deseamos ser mayores para poder hacer lo mismo que ellas y sentirnos mujeres de verdad.

En los anuncios nos venden cremas depilatorias, cuchillas o bandas de cera para lucir unas piernas libres de pelos, aunque nunca verás ninguno. Los pelos son tan asquerosos y antinaturales que no se pueden mostrar en televisión. Bueno, en realidad sí se puede, pero solo si habitan en el cuerpo de un hombre.

Las revistas nos hablan de “operaciones bikini” y planes para adelgazar en siete días, mientras muestran fotografías de famosas en la playa a las que critican por tener celulitis, lucir michelines o hacer topless.

Por otro lado, se está poniendo de moda el body positive y el eslogan “ama tu cuerpo”. Este discurso puede resultar liberador y reconfortante, pero en realidad es bastante hipócrita decirles a las mujeres a las que has inculcado odio y rechazo por su cuerpo durante toda su vida que, de la noche a la mañana, lo amen.

Todas tenemos en la cabeza cómo es una mujer ideal; la tenemos enmarcada a fuego en nuestro cerebro. Por eso, vamos a hacer un juego para ver si somos una mujer de verdad.

Requisitos:

  1. Ser una mujer blanca.
  2. Ser cis —es decir, no ser trans—.
  3. Ser alta, pero no demasiado como para hacer sentir mal a los hombres.
  4. Ser delgada, pero no un palo. Y, por supuesto, no tener ni un michelín; ni siquiera cuando te sientes.
  5. Tener el pelo largo, brillante y suave. Y no tener canas, claro.
  6. No tener arrugas, patas de gallo, ojeras, celulitis y tampoco estrías.
  7. No tener pelos y siempre lucir la piel suave y cuidada.
  8. Tener las tetas en su sitio con el tamaño perfecto: no ser ni una tabla ni una pechugona.
  9. Tener un culo redondo y duro; nunca un culo carpeta, aunque tampoco pueden ser dos balones de playa.
  10. No estar muy musculada, pero tampoco ser un colgajo.

Resultados:

  • Si has marcado todas las casillas, ¡enhorabuena! Eres una estatua del Museo de Cera. Y, aunque no lo fueras, ya encontrarían algo por lo que juzgarte.
  • Si has marcado bastantes, pero sigues sintiendo que tienes muchos defectos y que no estás a la altura de la mujer ideal, no te preocupes: es completamente normal. Nunca vamos a ser lo suficientemente —introduce cualidad aceptada por la sociedad— como para no recibir rechazo por parte de los demás o por nosotras mismas.
  • Si no has marcado ninguna o has marcado muy pocas, significa que eres un ser humano y que tu cuerpo es igual de válido porque es único y te permite hacer cosas maravillosas en esta vida.

Como has podido comprobar, ni siquiera ser una estatua de cera nos libra de la presión por no cumplir con los cánones de belleza. Así que vamos a intentar cambiar un poco la dinámica de ver cuerpos “perfectos”, odiar los nuestros, intentar cambiarlos, frustrarnos por no conseguirlo y volver a empezar.

Vamos a cambiar esta dinámica y pasar del “odio mi cuerpo” al “veo que existen muchas mujeres con los mismos miedos e inseguridades que yo, empiezo a cuestionarme patrones impuestos y comienzo a escucharme para poder encontrar la verdadera imagen que quiero dar al mundo, pero desde el respeto y el cuidado a una misma”. ¿Empezamos?

Nota: Esta es la primera entrega de la colección “Querida yo del pasado…”, así que te invito a que leas los próximos artículos para encontrar un discurso diferente en torno a algunos métodos de belleza. Aquí no encontrarás mujeres sonrientes y encantadas de la vida, sino que descubrirás experiencias con las que seguramente te sientas identificada, pero que no puedes ver ni en anuncios ni en revistas.

Un pensamiento en “Querida yo del pasado: para estar guapa no hay que sufrir

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