Terror analogico en el cine: la novedad
“Canto de mi alma,
se me ha muerto la voz,
Muere, sin ser cantada,
como las lágrimas no derramadas
Se secan y mueren
en la Perdida Carcosa”.
–El signo amarillo, W. Chambers
Hablar de la última sensación del género de terror cinematográfico, El último late night (Cameron y Corin Cairnes, 2023) es entender que la película crea en el espectador un efecto diferente, renovado; no es que haya abierto una nueva puerta o iniciado un nuevo trend en el cine de terror, pero El último late night hace uso de un formato muy popular en Internet y que solo parece ir en crecimiento debido, principalmente, a los específicos que este ofrece: con ustedes, el terror analógico.
Usualmente identificado por su exponente más prolifico, The Mandela Catalogue (Alex Kirster, 2021), el terror analógico es un género de terror en auge en YouTube cuyo formato tiene que ver con el uso de falsas grabaciones en VHS o videocasetes antiguos que recrean instructivos, expedientes o incluso grabaciones televisivas falsas para construir una historia usando de pocos a ningún actor en algunas ocasiones.
Así, la película de los hermanos Cairnes utiliza el formato analógico para dar la sensación de realismo indudable que subyacía a la videografía en el siglo XX, antes de los avances de edición que llevaron a la existencia de los deepfakes, por lo que cualquier cosa grabada en cámara en esos tiempos era, casi necesariamente, cierta. Esta pretensión de realidad indudable hace que este genero audiovisual del que se empapa la película sea especialmente perturbador: si viésemos la película sin el contexto que da el género ni saber que es una ficción, estaríamos ante un documental oscuro y disonante.
Por esto, más que producir el clásico jump scare, la película crea una sensación inquietante y sombría al mostrar lo que nos predispone a entender como un pedazo oculto de la historia de la televisión en el que entran en juego elementos que desafían el entendimiento usual de la realidad (espiritismo, hipnosis, posesiones, pactos, etc.) y que, además, parecen tratar de encontrar vanamente sentido dentro de sí mismo.
¿Qué significa esto para El último late night?
Aquí es entonces donde yace el génesis de estas sensaciones y donde el horror analógico encuentra su punto más fuerte en la producción de sensaciones duraderas en el espectador: la vacuidad de sentido en algo que, supuestamente, sucedió o podría suceder en nuestro mundo. Más aún: la resignación ante esta. No es casualidad, pues, que muchas historias de horror analógico (The Mandela Catalogue, Local 58, Liminal Land, Gemini Home Entertaiment, etc.) empiecen con supuestos instructivos sobre qué hacer al encontrarse en la situación peligrosa que mueve la historia en cuestión.
En otras palabras, un poco a la manera que lo hizo La bruja (Robert Eggers, 2015), El último late night establece una ruptura de las reglas naturales de su propio mundo y rechaza fortuitamente este quiebre, pero sus personajes no pueden hacer nada por evitarlo. Lo fantástico existe incluso si los personajes y toda su realidad no creen en ello. Es una especie oscura de realismo mágico trabajada desde la fidelidad a la realidad que supuestamente ofrecen las cámaras de la televisión en vivo.
Así es que la película se mueve en un género poco explorado en el cine y causa sensaciones que nos pueden alcanzar en la cotidianidad de nuestro hogar, por ello la intención de ser un programa de televisión. Queda entonces la duda de si lo fantásticamente horroroso, como los eventos de El último late night, también ocurre en nuestro mundo en algún punto en algún lugar y se pierde en los registros burocráticos hasta que Netflix hace un documental genérico sobre eso.