Este año Gran Hermano cumple 20 años de emisión en España a pesar de todas las polémicas y críticas recibidas por gran parte de la población. Parece que el rechazo ético de unos alimenta el fanatismo de otros hacia el formato reality consolidado en las parrillas televisivas.
Antes de analizar el éxito de la “telebasura”, veamos algunos datos que lo confirman. La primera edición de GH marcó el inicio de la telerrealidad en España cuando se estrenó en Telecinco y obtuvo una audiencia promedio del 51’2%, mientras que el programa final alcanzó el 70’8% de cuota. Un año después llegó Operación Triunfo a TVE que, a pesar de arrancar con malos datos, tuvo una media de casi siete millones de espectadores (44’2% de cuota) gracias al 68% en su gala final.
En el contexto actual de vídeos bajo demanda, los programas de telerrealidad siguen presentes en la televisión diaria: la cadena pública recuperó el formato de OT en 2017, cuya gala final rozó los cuatro millones de espectadores (30’8% de cuota) y fue considerada un absoluto éxito. Por otro lado, Supervivientes alcanzó en su 18ª edición de 2019 la mejor cuota de pantalla de la historia del programa (33’7%).
Estos tres realities engloban las características básicas del género según Daniel Maestre: encierro, concurso e interactividad. Reunir a un número de personas privándolas de espacio e información exterior provoca que las relaciones personales se reduzcan a los intercambios comunicativos entre los concursantes, de manera que los espectadores son testigos de las peleas o relaciones amorosas entre ellos.
Interés por el morbo
Pero, ¿por qué interesa este tipo de contenido? El profesor de universidad Francesc Núñez asegura que los reality shows “ponen delante de nosotros un espacio de realidad distinto del de la vida cotidiana. Nos ofrecen emociones -a menudo nuevas- y nos sirven para posicionarnos ante estas situaciones. Son como un laboratorio de experiencias y emociones“. Es decir, la televisión ofrece a los espectadores la posibilidad de conocer su propia naturaleza social para que se definan según los comportamientos que aprueban o rechazan.
Por otro lado, para el experto en comunicación Ferrán Laluenza, “la espiral de transgresión engancha, incluso cuando provoca vergüenza ajena“. La audiencia permanece atenta a los programas por el interés que genera “el morbo de averiguar cómo de bajo pueden llegar a caer sus protagonistas” o el espectáculo televisivo. De esta forma, se explicaría que los vídeos más vistos de GH Argentina muestren a los concursantes duchándose juntos o en contextos sexuales.
Protagonismo de lo negativo
El estudio The Visual Impact of Gossip de 2011, publicado en la revista Science, confirma que los hechos o personajes problemáticos despiertan mayor interés que los bondadosos, pues las actuaciones positivas no generan la misma capacidad de respuesta en el espectador que las discusiones. La movida y lo sensacionalista atraen a un público demasiado ansioso por una pelea de Belén Esteban o Ylenia.
Además, las productoras aprovechan cualquier acercamiento entre dos concursantes para enganchar a la audiencia, que también premia la naturalidad. En OT 2017, el punto de inflexión de su éxito residió en la actuación de Amaia y Alfred (la primera pareja amorosa confirmada de la edición) de City Of Stars al piano. El vídeo figura como el séptimo más visto del programa por detrás de No puedo vivir sin ti, el dúo entre la otra relación del programa: Aitana y Cepeda.
El concurso como medio de interacción
De esta forma, se comprueba el necesario apoyo entre reality y concurso, los cuales se complementan para cubrir vacíos de interés en ausencia de morbo. El formato concurso aporta un amplio abanico a la audiencia para elegir su programa favorito: supervivencia, música, baile, convivencia… Además, genera la interactividad del público en la toma de decisión del ganador que algunos consideran una farsa. Para Ferrán, este fenómeno “empodera al espectador porque lo convierte en un ser omnisciente que puede conocer, controlar y juzgar la actuación de los protagonistas”. Sin duda, esta posición de poder resulta atractiva.
Otro factor que puede influir para ver un reality es el anonimato de los concursantes. La existencia del castin da la impresión de que los elegidos tienen verdadero talento o siguen un perfil mediático perfecto. Además, que sean desconocidos profundiza en la imagen de sinceridad y cercanía, pues da a entender que tú, como espectador, podrías convertirte en la próxima edición en una Sofía Suescun o en un cantante de la talla de David Bisbal. Pero igual que triunfan los programas con personajes anónimos, también lo hacen con celebridades como en Supervivientes. Por ejemplo, su penúltima edición reunió cifras históricas de audiencia gracias a la participación de la cantante Isabel Pantoja, un perfil muy mediático después de haber salido de la cárcel.
Globalización por las redes sociales
Aunque la aparición de Internet ha perjudicado los datos de audiencia televisiva, estos programas han sabido adaptarse a los nuevos medios. Las redes sociales de los concursos lanzan etiquetas diarias que consiguen mantenerse en lo alto de las tendencias de Twitter gracias al directo 24 horas en YouTube. De esta forma, las cadenas fidelizan su audiencia permitiéndola estar en contacto con los concursantes todos los días mientras comparten sus ideas con otros usuarios. Si se analiza el ejemplo de OT 2017, a diferencia de ediciones anteriores, los concursantes podían publicar fotografías en Instagram para reunir al máximo público posible. Esto, sumado al canal de YouTube y la APP para votar, consiguió una audiencia diversa y amplia que se unía todos los lunes por la noche para ver la gala en TVE.
Alta rentabilidad económica
El éxito del formato reality también reside en los bajos costes de su puesta en marcha. En general, no hay actores a los que pagar, ni grandes decorados, ni distintas localizaciones… Los gastos son reducidos y la rentabilidad alta. Hay que tener en cuenta los ingresos por publicidad (a veces encubierta), por el proceso de votación o todo lo que rodea al programa: conciertos, merchandising, firmas de discos… Además, las cadenas de televisión aprovechan el éxito de algunos concursantes para maximizar su beneficio llevándolos a otros programas, como ocurre con Sálvame y Telecinco.
Las excepciones que confirman la regla
Efectivamente, el formato reality es un éxito, pero no todos los programas ni ediciones convencen a la audiencia. En el año 2000, Antena 3 apostó por El bus, una imitación del recién estrenado GH donde varias personas tenían que convivir montadas en un autobús, el cual servía como excusa para diferenciarse del exitoso programa de Mediaset. Finalmente solo tuvo una edición por las bajas cifras de audiencia en comparación con el reality de referencia.
En 2004, pleno apogeo de este formato en España, la misma cadena presentó El castillo de las mentes prodigiosas, en el que videntes, pitonisas y magos estaban aislados en un castillo. El programa recibió críticas negativas y fue cancelado en su quinta emisión con un 13% de cuota de pantalla. Estas son dos excepciones que confirman la tesis: el formato es un éxito pero su falta de originalidad o planificación son factores que la audiencia puede castigar.
6 comentarios en “Las claves para entender el éxito de los ‘reality shows’”