El pasado año, la gran pantalla vivió uno de sus episodios más críticos. Pérdidas millonarias en taquilla, estrenos pospuestos, rodajes cancelados y un largo etcétera de consecuencias negativas que se acumulan y parecen extenderse durante los primeros compases de este nuevo año.

2020, el año que despedimos hace poco más de mes, ha sido (y será por siempre) sinónimo de muchos términos. La mayoría de ellos, lamentablemente, no dejan buen sabor de boca tras pronunciarlos: coronavirus, confinamiento, mascarillas, gel hidroalcohólico… Seguro que todos ustedes conocen esta lista de memoria. La situación sin precedentes generada por la COVID-19 ha afectado, en mayor o menor medida, a todas las personas y, a su vez, a todos los ámbitos: los más obvios son la sanidad y la economía, pero también otros como la cultura, el deporte, los eventos y la vida social en general.

Y de todos esos ámbitos, hoy me centro en la cultura, concretamente en el cine. La gran pantalla ha tenido en el 2020 un año para olvidar, con pérdidas millonarias en taquilla, estrenos pospuestos, rodajes cancelados y un largo etcétera de consecuencias negativas. Pero esto no es todo. El cine, entendido en su formato tradicional, ha recibido un duro revés este año que, tal vez, termine de consolidar a las plataformas de streaming como las reinas del consumo audiovisual por excelencia.

La COVID-19, el mayor cliffhanger de la historia del cine

La industria cinematográfica se ha visto afectada de manera notable por la pandemia en la producción y el rodaje de las cintas, pero también en su distribución y consumo, que tendría que haberse dado en unas salas de cine que han pasado buena parte del año con la persiana bajada. Para que se hagan a la idea, desde que se desató la crisis del coronavirus en marzo, solo dos superproducciones de Hollywood se han atrevido a saltar a las salas de cine: Tenet de Christopher Nolan y Wonder Woman 1984, con la que DC continúa el desarrollo de su propio universo cinematográfico.

Todas las demás cintas que planeaban rodarse o estrenarse a lo largo del 2020 han quedado pospuestas, con la esperanza de que el 2021 traiga consigo un panorama más amable para la industria. Algunos ejemplos son Fast and Furious 9, la nueva película de Batman con Robert Pattinson, el live action de La Sirenita, la última entrega de 007 No Time to Die o Un lugar tranquilo 2, entre otras. Como ven, 2020 no ha sido precisamente un año “de película”. O tal vez sí. De una apocalíptica, en todo caso.

La repercusión económica de estos acontecimientos en una industria como la cinematográfica, donde cada segundo es dinero, ha sido catastrófica. Según informa la revista Fotogramas, EE. UU. registró entre el 13 y el 15 de marzo su fin de semana con menos recaudación en cines desde 1998. Además, en este año en el que los cines solo estuvieron completamente operativos hasta marzo, el mercado estadounidense, el más importante de occidente, registró pérdidas de hasta el 80% si comparamos sus ingresos con los de 2019, según datos de ABC.

También el mercado chino, donde las superproducciones se juegan una parte importante de su recaudación, sufrió pérdidas multimillonarias en la que está considerada como la semana de consumo de cine más grande del mundo: el año nuevo chino. En 2020, esta fecha tan señalada coincidió con el cierre de los cines y teatros ante la expansión de la COVID-19. Las cifras hablan por sí solas. Forbes reporta una recaudación de tan solo 3,9 millones de dólares a lo largo del periodo festivo, cantidad que empequeñece si se compara con los más de 1.500 millones de dólares de la misma etapa del año anterior.

La sala de cine vs. el sofá de casa

Ir al cine tiene impreso en su ADN un innegable carácter social y comunitario, en el que un grupo de personas desconocidas comparten durante un par de horas la misma experiencia cultural. Desde su invención, esto ha sido siempre así. Es ahora, en el pasado más reciente, cuando este modelo empieza a peligrar, pues el espectador “de a pie” tiene cada vez más posibilidades de consumo audiovisual a su alcance, sin necesidad de salir de su hogar.

La gota que ha colmado el vaso ha sido sin duda la COVID-19, que ha convertido toda actividad que implique el contacto con personas desconocidas en un riesgo notable. Digo esto a pesar de que las salas de cine son, por lo general, espacios seguros donde se respetan todas las medidas sanitarias para evitar contagios. Lo son incluso más que el metro, los bares y otros muchos ambientes de la vida cotidiana. Sin embargo, al gran público aún le cuesta y, como es lógico, le costará por un tiempo acudir a los cines de la misma forma y con la misma frecuencia con la que lo hacían antes de la pandemia.

Es precisamente esta idea la que traigo a colación para mostrar que, tal vez, 2020 ha dado el golpe final, el último empujón hacia la debacle del consumo de cine tal y como lo conocíamos hasta ahora. Porque en este siglo, las costumbres del ser humano se ven alteradas en gran medida por la evolución de las tecnologías. Nadie puede negar que las plataformas de streaming son una de esas tecnologías, esas que se han vuelto casi indispensables en la cultura popular actual. Sus amplios catálogos de contenido, concentrados en un solo lugar y fácilmente accesibles desde cualquier dispositivo, han convertido a Netflix, HBO, Prime Video y similares en las nuevas reinas del consumo audiovisual.

Las plataformas de ‘streaming’ no han dejado de multiplicarse en la última década. (whynotmagazine)
Las plataformas de streaming no han dejado de multiplicarse en la última década. (whynotmagazine.es)

Hay que entender que esta tendencia es especialmente popular entre las generaciones más jóvenes. Y eso significa dos cosas. La primera, que el cine proyectado en salas está todavía muy lejos de morir, pues aún hay quien no cambia la experiencia de la gran pantalla. La segunda, que esas generaciones jóvenes de las que hablo arrastrarán sus formas de consumo audiovisual hacia el futuro, relegando la forma tradicional de ver cine y series instaurando una nueva, en la que el espectador tiene mucho más control sobre qué ver, cuándo verlo y dónde verlo.

Con todo esto en cuenta, es normal que más de uno se pregunte: “¿Por qué ir al cine si puedo tener una experiencia similar desde la comodidad de mi sofá?”. El tiempo de vida que les queda a las salas de cine, tras este año para olvidar, depende de la respuesta que demos a esa pregunta en los próximos años.

2 comentarios en “2020, el año que la industria del cine quiere olvidar

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