El 10 de mayo se estrena Nina, un neowestern rape and revenge con Caperucita en busca del lobo

Andrea Jaurrieta (Ana de día, 2018) escribe y dirige Nina, un sobrecogedor drama de venganza que cuenta la vuelta de Nina a su pueblo natal. La protagonista regresa con una escopeta en el bolso y un objetivo: vengarse de Pedro, un famoso escritor al que el pueblo rinde ahora homenaje. Está protagonizada por Patricia López Arnaiz (Ane, 2020; 20.000 especies de abejas, 2023), Darío Grandinetti (Hable con ella, 2002; Relatos salvajes, 2014) y presenta a la joven Aina Picarolo, cuya interpretación resulta, por cierto, una absoluta genialidad. Producida por BTeam Pictures, Icónica Producciones, Irusoin y Lasai Producciones. Se estrena el 10 de mayo en toda España.

Izq.: Póster de Nina (2024). Der.: Andrea Jaurrieta.

Todo funciona en Nina

Abordar el delicado tema de los abusos sexuales en el medio cinematográfico es complejo. Y en la historia de este arte la forma de mostrar tan terrible hecho, como veremos más adelante, a veces ha sido asqueante. Abordar este tema, como digo, además con una estética poderosa, buenas interpretaciones y entrando de lleno en referencias a varios géneros, es algo a admirar profundamente. Jaurrieta en esta cinta lo consigue. Consigue plasmar un desasosiego, una ansiedad y una creciente rabia increíblemente genuinas en el público. Todas las decisiones tomadas por todos los departamentos funcionan.

La fotografía del aún no muy conocido Juli Carné Martorell sitúa emocionalmente a los personajes y hace evidente la importancia del color rojo de la protagonista en contraste con el fondo frío y agrietado del pueblo costero. Destaca también el montaje por parte de Miguel A. Trudu, sobre todo por una secuencia de una procesión con saltos temporales que es, desde ya, la secuencia mejor rodada y montada del año en el cine español. Y por último, la increíble música de Zeltia Montes (Desenterrando Sad Hill, 2018; Adiós, 2019; Que nadie duerma, 2023), que incrementa el pulso tenso del thriller. Todo juega a favor del incómodo y arriesgado punto de vista de su directora.

Fotograma de Nina (2024).

Una película llena de cine

Como he mencionado antes, plasmar los abusos sexuales no es tarea fácil y menos en un medio que históricamente ha sido gobernado por el punto de vista masculino y patriarcal. Tocar este tema en películas estuvo prohibido por el Código Hays hasta finales de los 60, aunque Ida Lupino se atrevió a mostrarlo abiertamente en Ultraje (1950). Nina, específicamente, se sumerge en un subgénero muy particular que tiene que ver con los abusos sexuales: el rape and revenge. Como su nombre indica, violación y venganza. Todas las películas de este subgénero tienen, primero una violación, segundo una rehabilitación y tercero una venganza sangrienta. El manantial de la doncella (Bergman, 1960) es considerado uno de los primeros filmes de este subgénero lleno de cintas muy duras y que en ocasiones aprovecharon para erotizar las violaciones. No obstante, algunas de las películas más interesantes, que personalmente recomiendo, que no erotizan ni morbosean con la violación y, también, veo reflejadas en Nina son: La última casa a la izquierda (Craven, 1972), I Spit on Your Grave (Zarchi, 1978), Desenlace mortal (Vibenius, 1973), Ángel de venganza (Ferrara, 1981), Hard Candy (Slade, 2005) o Una joven prometedora (Fennell, 2020).

Jaurrieta parte de los textos de La gaviota de Antón Chéjov y Nina de José Ramón Fernández en tono de venganza. Y esa es la base en la que va incluyendo con mano maestra todo tipo de referencias y guiños a la historia del cine. Por una parte, la cinta en todo momento respira un pesado aire western del que no puede desligarse. La referencia más clara, admitida por la propia directora, es Joan Crawford como Vienna en Johnny Guitar (Ray, 1954). Luego, tiene secuencias de seguimiento que confunden casi tanto como el Vértigo de Hitchcock (1958). Una secuencia de acercamiento sexual igual de incómoda que la de De Niro y Juliette Lewis en El cabo del miedo (Scorsese, 1991). Y todo protagonizado por una Patricia López Arnaiz absolutamente “almodovariana”; al nivel de Asumpta Serna en Matador (1986) o Carmen Maura en La ley del deseo (1987).

Fotograma de Nina (2024).

¿Por qué ver Nina?

Nina es una película que, siendo absolutamente realista, termina siendo poética. Juega con las metáforas, con las imágenes que le permite el tema que aborda y lo convierte en un canto de venganza, de aliento, de rabia amarrada liberándose a mordiscos. Una película que evita el punto de vista ruborizado y el morbo. Prefiere situarse en el punto de vista de las entrañas, el que ofrece la sed de cambio. El cambio por la propia mano. Y además reivindica el papel de la mujer como directora de género. Que el terror, el thriller, el rape and revenge y, en general, las historias retorcidas también tienen perspectiva femenina. Andrea Jaurrieta en Nina reivindica que Caperucita puede acechar al lobo y esa historia la puede y la debe contar una mujer.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Perfiles en Redes Sociales