George Miller afiló la pluma en 2015 y, nueve años después, vuelve a afilarla para subrayar su particular poética envuelta en coches y explosiones

George Miller es un reconocido director de cine y guionista australiano. De su mano hemos visto películas tan distintas como Las brujas de Eastwick (1987), El aceite de la vida (1992), Babe, el cerdito en la ciudad (1998), Happy Feet (2006) o Tres mil años esperándote (2022). Pero si hay algo que le ha dado reconocimiento a Miller es la saga Mad Max, compuesta por Mad Max (1979), Mad Max 2: El guerrero de la carretera (1981), Mad Max 3: Más allá de la cúpula del trueno (1985), Mad Max: Fury Road (2015) y la más reciente Furiosa (2024). La trilogía original está protagonizada por Mel Gibson y va desde la primera entrega —una película de acción apocalíptica de serie B— hasta la tercera —una producción lo suficientemente grande para ser una peli postapocalíptica bastante infantil—.

Para la secuela de 2015, Miller cambió por completo su forma de rodar y su forma de contar la continuación de su gran historia. Estuvo protagonizada por Charlize Theron en el papel de Furiosa y Tom Hardy reemplazando a Gibson en el rol de Max. Este 2024 da unos pasos atrás y nos entrega una precuela de Fury Road para contarnos la personal Odisea de Furiosa, ahora interpretada por Anya Taylor-Joy. Furiosa nos muestra 20 años de la vida de esta mujer, desde que es arrebatada de los brazos de su madre siendo solo una niña hasta convertirse en Imperator Furia. Una cinta de venganza con Chris Hemsworth, Tom Burke y Angus Sampson en el elenco.

Arriba: saga Mad Max en orden de estreno. Abajo: George Miller.

Defectos y virtudes de una gran película

Mucho se puede leer acerca de si no llega al nivel de su inmediata predecesora o de si se hace larga, se enrolla de más o no es tan épica. Desde mi más personal punto de vista —lugar desde el que siempre se analiza y critica una obra—, estoy en total desacuerdo con ello. Estamos, no solo ante la más completa y compleja película de Mad Max, sino que también ante uno de los blockbusters mejor hechos de lo que llevamos de siglo. Su estructura capitular, sus geniales interpretaciones, sus profundos mensajes y sus bellas y exageradas formas la convierten en una película sencillamente increíble. Furiosa no es Mad Max: Fury Road, ni pretende serlo, pero es su pareja de baile ideal. Sin una no se entiende ni se vive igual la otra. Se diría que son dos películas felizmente condenadas a verse en sesión doble.

Y aun siendo increíble, Furiosa tiene tres principales problemas. El primero es el acabado del CGI (imágenes generadas por ordenador). A ratos se nota que quizá hay detalles que pulir o secuencias que terminar y eso puede sacar brevemente al espectador. Aunque es algo que también tenía Fury Road, a decir verdad. El segundo, el cambio de tono del personaje de Chris Hemsworth como antagonista, que empieza dando mucho miedo siendo un líder serio, calmo y despiadado, y a partir de un punto se convierte en un psicópata enajenado que roza a veces lo absurdo. Y el tercero son algunas elipsis un poco efectistas. Se usan para resolver rápidamente algo que se estaba construyendo poco a poco y con giros. Al final, estas elipsis resolutivas terminan por ser un poco “calientabraguetas”. Quieres ver cómo se resuelve una terrible encrucijada y… ¡Pum! Elipsis. Ya está resuelto. 

Fotograma de Furiosa (2024).

El blockbuster hecho poema

Es complicado encontrar un filme “palomitero” que vaya más allá del simple querer contentar a las masas con CGI, batallas, luces y colores. En este caso, sin ese “ir un poco más allá” no habría historia; no habría peli. Ya la anterior Mad Max: Fury Road, siendo a priori eso mismo —batallas, luces y colores—, se posicionaba a favor de que para alcanzar la liberación total y real de la mujer hace falta el apoyo del hombre, y para desprender de lo aprendido al hombre hace falta tal liberación. Furiosa, al ser una precuela, esto lo apunta como nota al pie para centrarse principalmente en el camino de una mujer a lo largo de sus primeros 20 años de vida en un mundo de hombres, totalmente deshumanizado y profundamente quebrado.

En definitiva, entre explosiones, autos locos, ejércitos y gasolina, George Miller nos habla de la necesidad de revolución. De derrocar el autoritarismo. Del trabajo codo con codo del hombre y la mujer para acabar con la guerra que deviene en catástrofe y pérdida de humanidad. Además, por si fuera poco, lo hace con una caligrafía cinematográfica brillante, alocada, poética. Recordando así, como si de una traducción de palabra a imagen se tratara, al final de un poema sobre la Primera Guerra Mundial del británico Wilfred Owen, que referencia a su vez al poeta Horacio de este modo:

¡Sed testigos!

Así pues, asistimos boquiabiertos a la inacabada tragedia de Furiosa atendiendo a un narrador como si de un poema bélico se tratara. Y viendo el drama y la epicidad en las bellas e impresionantes imágenes que fabrican George Miller, Simon Duggan (director de fotografía), Jenny Beavan (vestuario), Junkie XL (música), Margaret Sixel (montaje) y el resto del equipo. Además, la cámara se comporta como una mariposa. No para quieta, vuela, se posa, continúa volando y nunca se adivina su siguiente movimiento. Pero da igual, porque cada frame es una pintura barnizada por la magnífica interpretación de Anya Taylor-Joy. Está irreconocible, con una contención digna de su forma de actuar, pero al tiempo siendo una explosiva action-woman de mirada desesperada.

Furiosa es, sin lugar a dudas, uno de los mejores blockbusters de los últimos 25 años. Y George Miller cuanto mayor se hace, nos entrega un cine mejor y más reflexivo. Me plateo la boca —¡sed testigos!— y me entrego por completo a estas dos últimas cintas de la saga Mad Max, sobre todo a esta precuela. E invito a que vayas, tú que lees, al cine con la pantalla más grande que tengas cerca y disfrutes de la inevitable venganza de Furiosa.

Fotograma de Furiosa (2024).

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