Nuestros sueños son el único lugar donde de verdad nos evadimos del mundo que nos rodea. En ellos no hay confinamientos, restricciones o incluso leyes (morales o civiles) que respetar. Y este universo que se nos abre en las horas de descanso, a veces nos sirve para inspirarnos o crear historias en las que los sueños tengan un valor importante. Por eso hoy os recomendamos tres ejemplos de aprovechamiento del mundo onírico.
Fotografía: Nicolás Bruno
Nicolás Bruno es un joven fotógrafo estadounidense que ha creado una estética y un estilo propio basándose en las alucinaciones que tiene cuando sufre parálisis del sueño. Sus obras son actualmente historia viva de la fotografía moderna, donde lo que más destaca son las marcadas texturas, la oscuridad a plena luz del día, la asfixia de los y las modelos, los contrastes entre el agua y el fuego y la falta de rostros. Sus fotografías respiran la ansiedad que el fotógrafo padece con su trastorno, trasladando sus sueños y horrores a imagen con un surrealismo y una angustia superiores. [Instagram]
Para ampliar: Descubriendo artistas #1: fotografía
Cine: Paprika de Satoshi Kon (2006)
Si os gustó Origen (Christopher Nolan, 2010), Paprika os encantará. Aparte de ser la influencia mayor para “el cineasta llena estadios” (junto a Perfect Blue del mismo director, de 1997), se podría decir que es la mejor película sobre onironautas que se ha hecho hasta el momento. Desde la construcción de sus personajes hasta el montaje, pasando por la composición de los planos, esta cinta es un peligroso thriller en el que nunca se diferencia bien la realidad del sueño, pero donde los sueños son vehículo, motivación, arma y espacio para desarrollar una historia maravillosa.
Serie: Twin Peaks de David Lynch y Mark Frost (1990-1991 y 2017)
Twin Peaks, una de las series que cambiaron la forma de consumir ficción en televisión, es pura ensoñación sobrenatural. Una creación del genio de difícil comprensión David Lynch. En esta se mezcla una serie policíaca de tragicomedia ochentera convencional con un drama onírico-sobrenatural, donde las visiones, los sueños y las alucinaciones, producto de una pérdida de conciencia o de un viaje espiritual/astral a otro lugar, toman el papel protagónico para que la trama avance. Ya sea en su versión más comedida de sus dos primeras temporadas en los 90 (donde Lynch a veces poco tenía que ver), o en su versión más serie B surrealista de su tercera temporada en 2017 (donde Lynch tiene demasiado que ver), es una serie aterradora y rara donde las haya.