La nueva película del director danés de La celebración y La caza arrasa con todos los festivales — Con spoilers
La obra danesa, que se ha llevado gran parte de los palmarés en los festivales de España y el globo entero, se disputa ahora su culmen: el Óscar a mejor película extranjera. Debido a la pandemia, nuestro país ha tardado más de medio año en poder ofrecer Otra ronda en la gran pantalla. Su estreno será mañana 9 de abril en cines.
La premisa envuelve a cuatro profesores de instituto que, insatisfechos con sus vidas, deciden poner a prueba la teoría de un filósofo noruego: todos los seres humanos nacen con un 0,05 menos de alcohol en sangre del necesario para ser feliz. De esta forma, lo que primero es una apuesta, un juego, les permite alejarse de lo que más temen.
En su galardonada carrera, Vinterberg elige a cuatro titanes del cine danés para encarnar a los protagonistas, que ya han trabajado con él en algunas de sus películas más conocidas. Encontramos al reconocido mundialmente Mads Mikkelsen (ya premiado por La caza), Thomas Bo Larsen (La caza, La celebración), Lars Ranthe (La caza, La comuna) y Magnus Millang (La comuna). El comedido, el idealista, el romántico y el bufón. Quizá lo más sorprendente es la ausencia de Ulrich Thomsen como quinto pilar: la conciencia.
El alcohol como lanzadera
Todos tienen un miedo. Miedo al olvido, miedo a no volver a amar, miedo a mirar atrás, a que no haya nada más en esta vida. Y ese encogimiento hace que se resguarden en un experimento social, una vía para acabar con la nostalgia de aquello que les falta. Los personajes se enfrentan a sus temores mediante este experimento social, que empieza más como una diversión que como un verdadero propósito.
Con el alcohol, los cuatro amigos en la rampa de los 50 se vuelven jóvenes, niños, adolescentes. Tienen la esperanza de que sus miedos no sean premoniciones. Se adentran así en el ensueño de la bebida, donde encuentran esos placeres que habían olvidado en la monotonía de sus vidas. La mirada nublada que solo ve la belleza, lo gracioso, lo que parece que vale la pena. El estado de embriaguez que permite soltarse, sentirse más uno mismo, recobrar ese 0,5 de alcohol en sangre que se pierde al nacer. Luego llegan el chute de adrenalina, la recobrada autoestima, la desvergüenza.
No es coincidencia que sean profesores. Su trato con los alumnos demuestra que adolescentes y adultos no son (tan) diferentes en cuanto a sus hábitos, inseguridades y sensibilidad. Lo que hace emoción a un niño puede emocionar al adulto (embriagado, quizá).
Los daneses en su contexto
Dinamarca no es España. Resulta obvio, pero ser miembro de los países nórdicos cambia la concepción y el uso de la bebida. Por poner un ejemplo, el consumo de la bebida en Dinamarca ha ascendido hasta darse el caso de que el danés promedio bebe 34 litros de vino al año (2014). Al contrario, en España la cifra ha ido descendiendo hasta situarse en los 21 litros (2017).
En cuanto a los jóvenes daneses, los menores no tienen permitido el consumo en restaurantes. Sin embargo, a partir de los 16 años pueden ir al supermercado y comprar cerveza o vino inferior a los 16,5 grados, además de no tener restricción de beber en la calle (ya sea tomarse una cerveza en el canal o hacer botellón).
Esto hace del alcohol un invitado más en la calle y en lo social, pues no es inusual ver a jóvenes con una cerveza junto al canal o encontrarse a alguien borracho en pleno día. Del mismo modo, Vinterberg juega con el borracho que no se toma la vida tan enserio, que cae, tropieza y hacer reír al espectador, quien desde su butaca se reconoce en la embriagadora felicidad de los personajes, entre la envidia y la superioridad.
Marcada por una tragedia
El director perdió a su hija Ida, de 19 años, en un accidente de coche en Bélgica a poco de empezar el rodaje. Esto cambió varios aspectos de la película. Algunos más superficiales, como que en un inicio Ida iba a interpretar a la hija de Mads Mikkelsen, que tras el accidente se sustituyó por dos hijos pequeños. Otros, esenciales: Vinterberg anunció que el tono cambió y dejó de ser solo sobre beber, sino sobre cobrar vida. Factores como que Ida estaba entusiasmada con el guion, que el rodaje sucedía en su propio instituto y que su padre afirma que la película “es muy ella” fueron detonantes para que Vinterberg no dejara el proyecto, además de contar con el apoyo y el alivio de varios amigos cercanos a su alrededor en el rodaje. Otra ronda está dedicada a ella.
Thomas Vinterberg trata el etanol como un personaje más de la película y la cultura danesa. Junto a sus cuatro protagonistas, decide estudiarlo en vez de demonizarlo. A sus ojos, el alcohol es más una herramienta que un arma, del mismo modo que un martillo puede ayudar a construir una casa, puede destrozarla: dependerá siempre de las manos que lo sostengan.
La película pretende ser un ensayo del alcohol en todas sus formas. Su novedad reside en tratar el alcohol como algo que ha hecho más bien que mal, lo cual siempre será cuestionable. Sin embargo, escasea la precisión para relatar el lado más negativo del alcohol.
Otra ronda resulta en un alivio incluso en sus puntos más trágicos, que pierden cierta potestad, ahuecados bajo el ala de un mensaje más optimista. Esta mirada, admirable por las circunstancias del director, está amparada bajo una icónica canción que redondea la obra y acompaña su mantra principal. Puede que Vinterberg hubiese elegido llamar a esta película La celebración (o la fiesta), de no haberse adelantado años antes con aquella que lo impulsó a la fama.
Un pensamiento en “‘Otra ronda’: un ensayo optimista del alcohol”