En mi crónica sobre la edición número 73 del Festival de San Sebastián (que podéis consultar aquí) hablaba sobre como lo realmente bonito (y necesario, todo lo demás es parafernalia) de estos festivales es el altavoz que suponen para voces que lo tendrían muy difícil para alzarse en otros contextos. El mejor ejemplo de ello es el trabajo con el que ha acudido al festival el islandés Hlynur Pálmason (Godland, Nest) y que ahora que vuelve a España en el Festival de Cine Europeo de Sevilla.

Cinema ludens

En el cine de Pálmason, las líneas entre lo profesional y lo amateur se difuminan hasta perder el sentido. Los actores, sus conejillos de Indias, son su propia familia: sus hijos padecen de una vida-documentada donde son sus actores de método en una forma de rodar puramente lúdica. No podemos entender las dos películas que presenta este año sin esa dimensión presente. El juego, lo lúdico en un sentido amplio, es el conductor principal de este universo Pálmason. Tanto en The Love That Remains, su película-matriz, como en Joan of Arc, película grabada en un solo plano estático de 60 minutos que nace literalmente de la primera.

En la primera, su protagonista es una artista que usa planchas de metal que deja oxidarse durante los meses de duro invierno islandés en el jardín de su casa (la del propio Pálmason). En consonancia con el espíritu lúdico del que hablo, Pálmason no se queda ahí y decide añadir una capa más a su obra, preparando una instalación en la que se pueden visitar las obras que la protagonista hace en la película. Esta instalación, visitable en el espacio Tabakalera del Festival de San Sebastián, permite dar un valor añadido a la obra que la hace nuestra; nos permite jugar con ella.

Instalación de Hlynur Pálmason en el Festival de San Sebastián 2025 | Fuente: Rodrigo Martínez
Instalación de Hlynur Pálmason en el Festival de San Sebastián 2025 | Fuente: Rodrigo Martínez

Una Juana de arco singular

Este juego del que hablo, esta manera de ver el cine como algo vivo y plástico, es la piedra angular de estas dos películas. Es así como Pálmason encuentra una verdad que a la inmensa mayoría de los directores actuales se les pasa por alto. Algo que hace a su cine más verdadero que la media. En Joan of arc esto se hace mucho más palpable. Con la cámara totalmente fija en el mismo punto durante toda la película, puede darse rienda suelta en otros campos. En concreto, en el de la dirección de actores, sobre la cual bromeaba durante su presentación en Tabakalera. Dirigir a sus propios hijos es un poco dejarles ser ellos mismos, pero creo que hay está la gracia. Sus hijos entran y salen de plano, llenándolo de vida en cada acción.

Visten, decoran, usan como diana a una Juana de Arco de lo más especial. Algo nimio, simple, pero que es tremendamente elocuente cuando poco a poco la película nos habla. Nos habla de un tiempo que se escapa. De una infancia de la que pronto no quedará mucho más que estas películas.

Imagen de 'The Love That Remains'
Imagen de The Love That Remains

Lo surreal invade lo cotidiano

Si bien en Joan of Arc es notable, en The Love That Remains el surrealismo es una de las herramientas narrativas más palpables. Una vez más, Pálmason juega con él y lo convierte en un elemento cómico perfecto. A veces, lo cotidiano es absurdo. Nuestras vidas y rutinas están marcadas por sentimientos y acciones que ni siquiera entendemos bien. Volviendo a lo lúdico, somos niños jugando a ser adultos. Los adultos de The Love That Remains son niños grandes. Y qué mejor para retratar lo absurdo de nuestra cotidianeidad que un poco de surrealismo. Un crítico de arte completamente gilipollas que roba un huevo de la granja familiar o una gallina gigante asolando los sueños de uno de los protagonistas funcionan como digresiones narrativas perfectas dentro de esta tierna dramedia

Imagen de 'The Love That Remains'
Imagen de The Love That Remains

En definitiva, sienta muy bien que haya directores a los que no se les haya olvidado jugar, y que no tengan miedo de hacerlo contigo, porque ni el juego es nimio ni los niños son tontos. Y eso, desde luego, queda claro en estas dos películas.

Rodrigo Martínez López

Rodrigo Martínez López

Apasionado de la literatura y el cine. Estudié en Granada el grado en Literaturas Comparadas y ahora en Madrid me formo como director y guionista de cine. Mientras, escribo sobre lo que más me gusta.

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