Netflix sigue sumando a su catálogo producciones genéricas de usar y tirar que marcan el modelo que quiere seguir la compañía

Dirigida por uno de los directores a los que suele acudir la plataforma de streaming, Shawn Levy, El proyecto Adam (2022) presenta la historia de un viajero en el tiempo que busca a su esposa a través de esta dimensión, hasta que su nave se avería y, para sobrevivir, requiere de la ayuda de su yo de 13 años. Una premisa, a priori, interesante. Sin embargo, es su propia idea la que la condena.

Ryan Reynolds, que vuelve en su icónico papel de Ryan Reynolds, es la máxima estrella de esta producción donde se mueve como pez en el agua con un tipo de personaje en el que ha encontrado un filón desde el estreno de Deadpool (2016). Esta vez vuelve a formar equipo con el ya mencionado Levy tras Free Guy (2021) con la repetición de fórmula que eso conlleva.

La desequilibrada balanza entre concepto y desarrollo

Antes de darle al play, hay que tener una cosa clara con esta película: en ningún momento quiere ir más allá de su concepto. Un concepto que inevitablemente llama la atención, por lo que al final, para el gran público, darle al play será algo casi automático. Por desgracia, no nos va a dar ni una sola idea original, ni a nivel de guion ni mucho menos a nivel estético, y aplica un conformismo un tanto molesto, limitándose a ser un simple entretenimiento que coquetea con ser la nada más absoluta. Aun así, Netflix no parece haber escatimado en gastos con ella. Visualmente luce bien, pero sigue siendo una estética genérica que ya hemos visto en otras tantas producciones originales de la plataforma. Cuenta con unos efectos visuales bastante decentes y ciertas escenas de acción cuerpo a cuerpo son solventes a niveles de coreografía. Sus puntos fuertes, aunque son pocos, hacen que la película se venda fácil sin más pretensiones.

Sus puntos débiles, sin embargo, son los que acabarán caracterizando la obra. Quizá lo que más moleste sea ese afán de remarcar todo lo que está pasando (o lo que va a pasar), definiendo así a qué clase de espectador quiere ir dirigida. Y no es una definición agradable. El sobre explicar las cosas de manera verbal, con escasa sutileza y con el fin de agilizar las cosas, resulta molesto durante todo el metraje, pero se hace especialmente cansino en su segunda mitad donde ya es difícil mantener la atención por lo que ocurre.

Durante la primera mitad existe cierto interés como espectador de conocer la mecánica sobre la que se van a mover los dos personajes principales. El personaje de Reynolds y su yo del pasado (Walker Scobell) mantienen una relación interesante llena de chascarrillos y unas interacciones que tienen su gracia. Una gracia apoyada por unos diálogos más ágiles que hábiles y, si bien esto parecía una de las cosas buenas a resaltar, al enésimo diálogo cortado por el mismo patrón todo parece tornarse en charlatanería vacía.

'El proyecto Adam' (2021). Netflix.
Fotograma de El proyecto Adam (2022). (Netflix)

Fast food audiovisual

Junto a estos dos personajes tenemos actores de enorme talla como Zoe Saldaña (Avatar), Jennifer Garner (Alias) o Mark Ruffalo (Los vengadores), a los que se les da unos personajes secundarios con cero interés y que no aportan a la trama nada más que el hecho de existir, aunque su limitada participación parece compensar el ratio entre días trabajados/salario.

La película va de más a menos. Desde el principio, llama la atención por su concepto de ciencia ficción sobre viajes en el tiempo. La relación entre los dos personajes (o el mismo) nos lleva a pensar que estamos ante algo que parece funcionar, porque, admitámoslo, Reynolds siempre derrocha carisma recitando unos diálogos hechos especialmente para él. Pero, con el paso de los minutos, todo se vuelve más monótono, no existe un mínimo interés por tratar el tema de los viajes temporales, incluso parece un asunto que quieren tocar muy por encima para no complicarse lo más mínimo. Y durante su segundo y tercer acto todo cae en picado porque no ha construido nada más allá de la relación de los protagonistas, provocando que cuando se sale de esa dinámica se acerque a la nada más absoluta. Al final, el mayor problema de la película es que no tiene ni un ápice de personalidad. Es un producto elaborado que busca engrosar el catálogo de la plataforma, que hoy estará en primer plano y el mes que viene estará condenada en el fondo del armario.

En definitiva, estamos ante una película que se pasa en un suspiro a pesar de que en momentos puntuales se torne aburrida. Aquellos espectadores que busquen algo más que el simple entretenimiento y que quieran que le sorprendan con los viajes temporales, aquí chocarán contra un muro, pero se encontrarán con algo que, al fin y al cabo, se ve fácilmente y se olvida aún más rápido. Mientras, aquellos que busquen un mero entretenimiento aceptarán esta película sin más y pasarán un viernes noche distraído.

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