¿Y si existiera un mundo alternativo donde poder convertirnos en aquello que querríamos ser? Mamoru Hosoda da rienda suelta a su imaginación con Belle (2021) y explora temas universales como el miedo a la pérdida o la construcción de una identidad.

El director japonés se ha ganado a pulso su reconocimiento dentro del cine de animación moderno. Fundador del Studio Chizu, ya carga con varios éxitos en su espalda: La chica que saltaba a través del tiempo (2006), Los niños lobo (2012) o Mirai, mi hermana pequeña (2018). Tras su paso por el Festival de Sitges, su nueva cinta llegará a los cines españoles el 25 de marzo de 2022.

En esta ocasión, Hosoda narra la historia de Suzu, una chica de 17 años que pierde a su madre siendo pequeña y vive preguntándose por qué. Sumida desde entonces en una depresión, la joven encuentra una forma de empezar de nuevo en una aplicación de realidad virtual llamada “U”. En este mundo alternativo, tu verdadero yo es digitalizado. Así, Suzu se convierte en Belle, una cantante extraordinaria que conquista rápidamente a los usuarios de “U” y se alza como una sensación mundial.

Fotograma de Belle (2021).
Fotograma de Belle (2021).

El grado de detalle que compone el universo virtual es simplemente fascinante. Cada escena ofrece pequeñas pinceladas de ese mundo de posibilidades infinitas que es “U” y, aun así, nos da la sensación de conocer cada rincón. La película está llena de explosiones de color que apelan directamente a los sentidos. Sin embargo, por muy caótico que pueda parecer toda esa aglutinación de detalles, consigue que el espectador experimente una inmersión absoluta. Hosoda hace aquí un trabajo magnífico.

Un filme sin su banda sonora no es nada y, precisamente en Belle, lo es todo. Taisei Iwasaki termina por ponerle la guinda al pastel con una melodía maravillosa que crece en el oído con la dulzura de Kaho Nakamura, la encargada de ponerle voz a Suzu/Belle. Parte de la trama de la película está relacionada con la música y, en un sentido más metafórico, con la búsqueda de una voz propia. Desde la muerte de su madre, Suzu no ha sido capaz de cantar, pero cuando se transforma en Belle tiene el valor suficiente como para interpretar melodías preciosas.

Lo complejo es bello

Mamoru Hosoda no se corta con la narrativa. Ha logrado construir un arco argumental complejo, de varias tramas que se entrelazan y que se desarrollan en dos mundos distintos. Y todo ello en un metraje de un poco más de dos horas. Una labor prodigiosa de síntesis narrativa. En los primeros minutos de la cinta, entendemos qué es “U” con una presentación inédita, comprendemos el drama que envuelve el conflicto de la protagonista, su razón de ser y su comportamiento con el resto de personajes.

Otro gran acierto de Belle son sus transiciones, pues consigue mantener la armonía entre un tono melancólico y otro cómico. Es capaz de mantenerse en el plano emocional y sacarte una que otra carcajada. No hay que dejarse engañar tampoco por esa estética tridimensional, cyberpunk, de ciencia ficción y futurista, porque el estilo caricaturesco del anime sigue prevaleciendo.

Tras varios minutos sumergidos en la película, al público le empezará a resultar conocida la historia. El caso es que una parte del filme bebe ni más ni menos que de La bella y la bestia de Gary Trousdale y Kirk Wise (1991). Sin embargo, no hay que confundirse, pues esta inspiración temática es más un punto de partida que una reinterpretación del clásico de Disney. Hosoda tiene varios ases guardados bajo la manga y sabe cuándo es el momento perfecto para desvelarlos.

Belle rebosa ideas y serían necesarios varios visionados para asimilar todas y cada una de ellas. A primera vista, la película es de una belleza pasmosa, pero tras varios segundos inmersos nos percatamos de que da lugar a un profundo análisis, como es propio y natural de una obra de arte.

Un pensamiento en “‘Belle’: la búsqueda de una voz propia

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