¿Por qué Cadejo Blanco es buena sin ser realmente buena?

Cadejo Blanco (2021) es el tercer largometraje del director y guionista guatemalteco Justin Lerner. Tras una noche de fiesta y una discusión, la hermana de Sarita desaparece. Sin respuestas, Sarita, una chica de clase trabajadora de Ciudad de Guatemala, viaja Puerto Barrios (una ciudad costera donde hay bandas criminales) para infiltrarse en la banda a la que pertenece el peligroso exnovio de su hermana. Todo con el fin de saber dónde está.

Con esa premisa, uno se puede acercar a la película con la expectativa de encontrarse con un thriller apasionante lleno de tensión, crímenes y sensación de peligro constante; y no se equivocaría, porque es justo lo que ofrece. Además, con una pequeña pero estupenda banda sonora de la mano de Jonatan Szer, en lo que es su primer trabajo en cine. Pero si hay algo que destaca por encima de todo es la buena dirección de fotografía de Roman Kasseroller y la maravillosa dirección de Justin Lerner tras la cámara. 

Lerner consigue ser constantemente descriptivo, sin desatender el tono opresivo y realista de la cinta. Crea secuencias muy explicativas estupendamente ejecutadas, con uno o dos planos, exprimiendo los encuadres al máximo y tirando de cámara en mano cuando el pulso del filme lo necesita; ni más ni menos. Hace uso de paneos lentos y planos secuencia de seguimiento largos que cuentan todo el contexto que el espectador necesita saber sin una sola palabra; a veces, siquiera con música. Todo con óptimas muy abiertas para aprovechar hasta el aire. Y todo, estética y técnicamente, funciona muy bien.

Fotograma de Juan Pablo Olyslager en Cadejo Blanco (2021).

Entonces, ¿dónde está el problema? En el reparto. Todo lo bueno que te da la cinta se ve rebajado por unas interpretaciones sin alma. El reparto principal, quizá porque son los que menos experiencia en cine tienen, parece no querer actuar. Las actuaciones de la protagonista Karen Martínez (que físicamente da el perfil de su personaje a la perfección), Rudy Rodríguez y Pamela Martínez no son en absoluto convincentes. Hacen que escenas de gran emoción carezcan de esta. Aun así, se salva una buenísima escena corta que tiene la protagonista en una ducha, los personajes mafiosos (jefes de las bandas) y, en especial, Juan Pablo Olyslager (a quien ya vimos en otro peliculón guatemalteco de 2019: La llorona), que está impresionante el poquito rato que aparece.

En general, lamentándolo mucho, se podría decir que es una película mejor dirigida que actuada. Aunque, quién sabe, a lo mejor lo que falló no fue tanto el trabajo de los actores como la dirección de actores. El caso es que la cinta, como tal, es muy disfrutable porque tiene de todo: secuestros, bandas, crímenes, drogas, sexo y venganza. Y todo dentro del contexto de la marginalidad de los barrios más humildes de Guatemala. Pero le falta ese plus que la convierte en una película casi buena. Cadejo Blanco se estrena el 16 de septiembre en cines de toda España.

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