Lo nuevo de Koreeda es un riquísimo plato de buen gusto

Durante una noche de lluvia, una joven abandona a su bebé a las puertas de una iglesia. El recién nacido es recogido por dos personas que se dedican a robar bebés abandonados para venderlos. Mientras, dos detectives seguirán la pista de dicho bebé. Así comienza lo nuevo del chef del cine nipón Hirokazu Koreeda: Broker, una cinta coreana que ya ha conquistado miles de corazones. Está protagonizada por Song Kang-ho (Parásitos), Bae Doona (Air Doll), Gang Dong-won (Burning), Lee Joo-young y la cantante y actriz Lee Ji-Eun.

¿Quién es Koreeda?

Hirokazu Koreeda es un director y guionista japonés —oriundo de Tokio— que comenzó su carrera en los 90 con unos cuantos documentales. Como director de ficción, empezó en 1995 con el drama familiar Maborosi. Desde entonces no ha dejado de hacer documentales, pero el grueso de su carrera se ha basado en filmar dramas entrañables donde tiene un peso capital la familia. Aun así, eso no le ha impedido hacer también películas de época feudal como Hana (2006), un thriller judicial como El tercer asesino (2017) o cintas de género fantástico como After Life (1998) o la bellísima Air Doll (2009).

Su ópera prima tiene un premio OCIC en el Festival de Venecia del año 95. Por sus películas After Life, Still Walking (2008) y Kiseki (2011) ha ganado varios galardones en el Festival de San Sebastián —desde premios a mejor guion hasta menciones especiales—. Con De tal padre, tal hijo (2013) ganó el premio del público en San Sebastián y el premio del jurado en Cannes. Y la cinta que más reconocimiento le ha dado es Un asunto de familia (2018), que le valió el Premio Donostia en San Sebastián y la Palma de Oro en Cannes.

Para ampliar: Recomendación #18

Hirokazu Koreeda tras ganar la Palma de Oro en Cannes 2018.

Los ingredientes de su cine

El cine del premiado director se puede entender como una gran receta cinematográfica. Los elementos que utiliza son palpables y constantes en toda su filmografía, aunque cambie de género o de país. Aquello que las abuelas nos inculcaron sobre que el ingrediente secreto de una buena comida es el amor, en su cine es más real que en ningún otro. Sobre todo, la base de su estilo y su mirada es el vínculo familiar. Pero también tiene un segundo gran tema recurrente que acompaña al ya mencionado: la muerte y su presencia durante la vida (Still Walking). Y, entre estos dos temas, se dan el resto que sirven para reflejar la cultura japonesa de una manera tan general como personal.

De los ingredientes de la familia y la muerte surgen otros que el director maneja con destreza en repetidas ocasiones: la infancia, la vejez, la conciencia de clase y la gastronomía. De hecho, la comida funciona siempre como nexo de unión entre personajes y siempre que aparece en escena es para profundizar en ellos y sus historias (Nuestra hermana pequeña, 2015). Por su parte, la infancia —etapa primordial de la vida de sus personajes— funciona como los entrantes que marcarán el ambiente del banquete, y la vejez —bisagra entre el final de una vida y el comienzo de otra— es el postre, a veces agridulce, que lo cierra. Y, finalmente, el contexto de dicho banquete deja ver la conciencia de clase de su director: quién come, qué come, cómo lo come y por qué. Las condiciones y circunstancias de sus personajes lo explican todo (De tal padre, tal hijo).

De izquierda a derecha: Still Walking, Nuestra hermana pequeña, Un asunto familiar y Air Doll.
De izquierda a derecha: Still Walking, Nuestra hermana pequeña, Un asunto familiar y Air Doll.

El nuevo plato: Broker

Koreeda dobla y desdobla en cada película el concepto de familia con el fin de buscarle nuevos significados. Y siempre lo hace con bastante humor, bastante cotidianidad y bastante poesía en su puesta en escena. Tras la no muy recordada La verdad, película francesa de 2019, el realizador tokiota vuelve a dejar de lado la cultura japonesa para adentrarse en la coreana. Este drama enfoca la familia desde otro punto de vista, uno quizá más cercano a Un asunto familiar que a De tal padre, tal hijo. Ya no solo en el tratamiento de la imagen —ahora vamos con eso—, sino también en cuanto a resignificar lo que se entiende como “familia”. Así, nos deja claro por segunda vez que hay veces donde la familia se puede elegir, sobre todo si te topas con una lejos de la de sangre.

Nuevamente, no descuida en absoluto la forma de exponer su visión. Evita siempre que puede los primeros planos para optar por ópticas abiertas en las que entra mucha información. También, si es necesario, encierra a sus personajes con elementos de dentro del cuadro abierto y no con el propio cuadro. Y utiliza una característica de su forma de narrar con la cámara que se repite en la mayoría de sus cintas: finales de planos fijos un poco alargados donde nos quedamos observando el entorno y escuchando lo que ocurre fuera de campo. Por rodaje y montaje, hay escenas que terminan pero se alargan al final para dejar al espectador asimilando la información recibida, a veces con cierta melancolía. No ocurre nada más. La cámara simplemente se mantiene en su posición unos segundos como lo haría una persona después de una situación que la deja pensativa.

Fotograma de Broker.

Broker es, quizá, la película más autoconsciente del cineasta. Si bien mantiene la tragedia en su justa medida, tira mucho de emotividad a lo largo de todo el metraje. Se podría decir que se le ven un poco las costuras de cara al manejo de la lágrima. Eso sí, siempre fiel a su forma de relatar el drama. Es decir, sin ir por la común senda del melodrama, sino tomando el empinado camino de la contemplación, los gestos y los detalles. ¿Llega a emocionar? Sí, llega. Y mucho. Pero de una forma más directa y explicativa de lo habitual, lo cual no le resta sensibilidad ni valor a esta hermosa e íntima película.

Conclusión

El cine de Koreeda se presenta como una cazuela humeante llena de elementos dramáticos, cómicos y costumbristas. Y Broker no es menos. Es, de hecho, justo eso, solo que más evidente tanto en su estructura como en su lenguaje. Aun así, es inevitable emocionarse y disfrutar de cada cucharada que el espectador se lleve a la boca. Por tanto, si lo que uno quiere antes de fin de año es emocionarse en una sala de cine con una historia hermosa y muy dura, le recomiendo que vea Broker. Ya en cines.

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