¿Realmente sabemos cuándo acaba la realidad y empieza la ficción o nuestra ficción también puede convertirse en la realidad? 

El cine y la literatura forman una parte esencial de nuestra cultura. Cada país tiene un código y la manera en la que desarrolla la ficción muestra mucho sobre su identidad, tiene una huella propia que le diferencia de otros. Es aquello que permite a una persona plasmar de una manera visual o con palabras sus pensamientos, pesadillas, sueños inalcanzables e historias imposibles que cobran vida y dejan de ser efímeras en la mente del artista. Pasan los años y tenemos que ir haciéndonos a la idea de que los cuentos que tanto nos gustaban solo eran eso, cuentos. Lo que nosotros queremos que ocurra tal vez no será tan fácil de alcanzar o simplemente nunca lo consigamos porque la vida es una ruleta, pero ese pequeño anhelo de que algún día tendremos un final feliz de película que nos hicieron creer permanece en nosotros, por muy disparatado que pueda llegar a ser.

“En el mundo real nos ocurren cosas que se parecen a la ficción. Y si la ficción resulta real, entonces quizá debamos reconsiderar nuestra definición de realidad.” – Paul Auster

El cine se considera el medio de educación informal con mayor repercusión y capaz de regir algunas de nuestras conductas. Incluso las películas dirigidas a un público de corta edad muestran modelos o arquetipos que persisten en la edad adulta sin que seamos conscientes de ello. Esto ocurre muy a menudo con el cine comercial: crean estereotipos, se adaptan a los temas sociales con los que se identifica la sociedad en un momento determinado y esto a su vez no impide que más tarde los rompan porque quedaron obsoletos.

Esta industria, en menor o mayor medida, ha condicionado a los modelos culturales, uniformándolos y creando cierta homogeneidad utilizando elementos reconocibles y compartidos por el público. Todo esto no implica un aspecto negativo, pero sí da para reflexionar sobre cómo incluso lo que tal vez muchos ven como ocio o una forma de eludirse de las responsabilidades puede también condicionar su vida. El cine a veces llena las carencias de una persona y le ofrece una herramienta psicológica de evasión, de buscar un mundo paralelo al que ya existe.  

Para ampliar: Atrapado en una ficción

El artista no es responsable de lo que el espectador interprete más allá de lo que ha querido representar, porque este último también crea su propia ficción. Aquí es donde entra en juego la fina línea entre lo que es verdad y lo que no. La ficción no podría darse sin la realidad, sin las experiencias personales, sin una base que nos inspire a pensar que las cosas podrían ser diferentes y que nos haga crear a partir de lo que ya conocemos. Pero es cierto lo que dicen: la realidad en ocasiones supera la ficción, sobrepasa el umbral de lo que parece inverosímil. Tratamos de representar a través de lo abstracto o lo complejo lo que ya existe, ofrecer una explicación de algo que tal vez no la tiene, pero nuestro mundo interno la necesita. Volvemos a la pregunta del principio: ¿realmente sabemos cuándo acaba la realidad y empieza la ficción o nuestra ficción también puede convertirse en la realidad? 

2 comentarios en “La fina línea entre realidad y ficción

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